DISCOS › “DON’T WORRY ABOUT ME”, EL CD SOLISTA DE JOEY RAMONE
Esquirlas de una revolución
El disco póstumo de la leyenda punk llega aquí dos años después de su edición original. Lo mejor es la versión de What a wonderful world.
Por Fernando D´addario
El disco Don’t worry about me, de Joey Ramone, llevaba casi dos años dando modestas vueltas por el mundo, guiado por Sanctuary, un pequeño sello independiente sin más pretensiones que satisfacer la avidez de melómanos y punks tardíos. La precariedad de la distribución era coherente con la esencia de Los Ramones y con sus mínimas posibilidades comerciales, más allá de que la muerte de Joey (2001) engordara las cuentas del revival. Esta restricción hubiese sido atinada en buena parte del planeta, pero no en la Argentina, donde la banda neoyorquina protagonizó un fenómeno popular difícil de entender, pero fácil de contabilizar. Tarde, pero seguro, el sello multinacional BMG acaba de publicar aquí el disco póstumo del cantante, ese tipo frágil e indescifrable que murió vencido por un cáncer linfático.
Encontrarse ahora –cuando la intensidad del duelo ramonero bajó a parámetros normales– con ese puñado de canciones frescas y espontáneas permite una lectura menos comprometida con los sentimientos. Joey era un músico querible y querido; su figura arriba del escenario acentuaba el tono caricaturesco de una banda que reconvertía defectos en virtudes, sin que, en definitiva, pudiesen diferenciarse la música y la leyenda que lo atrapaba. Hicieran lo que hicieran Los Ramones, todos lo miraban a él.
Don’t worry about me, ya en plan solista, se libera a medias de esa carga: musicalmente logra despegar mínimamente del arquetipo ramonero, pero el mismo título, “No se preocupen por mí”, invita a la conexión permanente entre las canciones y el personaje que ya no está.
El disco abre con una soberbia versión de What a Wonderful World, que lejos de la beatitud de Louis Armstrong, bifurca las posibilidades de interpretación. La letra (“Los colores del arco iris son tan hermosos en el cielo/ están en las caras de la gente mientras camina/ Veo amigos estrechándose la mano diciendo ‘¿Cómo estás?’/ Ellos en realidad están diciendo ‘Te quiero’”) encierra cierta dosis de ironía, pero es probable que esa visión idílica de la realidad fuese la manera que eligió Joey para aferrarse a una vida que se le escapaba. La versión no es ni furiosa ni aséptica. Si tiene melancolía, buena parte de la responsabilidad le cabe a quien la escucha. Hay en el disco alusiones más explícitas a su enfermedad. I got knocked down (but I’ll get up) da cuenta de su estado en los últimos meses (“Sentado en una cama del hospital/La frustración atraviesa mi cabeza/Apaguen la TV y hagan que me traigan drogas para que pueda olvidar”), pero manifiesta (“estoy abatido/pero me voy a levantar”) sus expectativas de mejoría. Los fans llorarán con ella.
Haciendo abstracción de la coartada emocional, Don’t worry... es un buen atajo para descubrir, restrospectivamente, los matices compositivos –aparentemente mínimos– que fluctuaban en Los Ramones. Dee Dee escribió varios de los hits más potentes, pero fue Joey quien apuntó con mayor énfasis al rediseño minimalista del pop de los ‘60. Stop thinking about it, Mr. Punchy, Spirit in my house, entre otros, resumen (mucho más que la influencia de los Stooges, fundamentales en el surgimiento del punk) el influjo que tuvieron en él los movimientos mod (The Who, los Kinks) y beat; el disco todo parece refugiarse aún más allá en el tiempo (Little Richard y Eddie Cochran, por ejemplo) como reaseguro de la frescura perdida. Don’t worry.. sacude la inercia de los últimos discos de Los Ramones, pero las coordenadas de tradición y renovación suelen ser engañosas. Lo que el punk tuvo de revulsivo y rupturista en Los Ramones puede leerse hoy como una reacción conservadora que clamaba por el retorno a las fuentes. Joey y los suyos eran punks con libertad vigilada. Si escapaban de su cuadratura primitiva, perdían su razón de ser. Estas canciones no rompen el molde, pero ratifican una virtud casi privativa deLos Ramones: hacer creer que todas las melodías del mundo pueden ser reducidas a la mínima expresividad de Joey. No es poco.