DISCOS › SELLO ARGENTINO DE JAZZ
Música al sur del delta (del Plata)
4 cd abren el catálogo de Sjazz, marca dedicada al jazz en este rincón del mapa.
Por Diego Fischerman
¿El jazz argentino es lo mismo que el tango japonés? O, mejor, ¿qué sería el tango japonés si en ese lejano país, en lugar de imitarse cantantes, instrumentistas y arregladores argentinos, se hubiera desarrollado un nuevo lenguaje hasta contar, incluso, con una línea genealógica propia? Quien escucha música no tiene por qué tener en cuenta cuestiones de patriotismo. La pregunta, por lo tanto, debería referirse a si hay alguna música asimilable al jazz y hecha por argentinos capaz de convocar el interés de un hipotético receptor (más que el tango japonés, obviamente). Es decir, tanto, por lo menos, como para que este oyente quisiera escuchar esa música en lugar de poner un disco de Keith Jarrett o Miles Davis, por ejemplo.
No se trataría tanto de que esa otra música tuviera rastros de chacareras o milongas como de que fuera nueva. O sea: sorprendente, desafiante y, claro, con algo que la distinguiera de las otras. Y la respuesta, entonces, es que esa música sí existe, que no es equivalente al tango japonés –y sí en cambio a mucho del buen jazz hecho por alemanes, italianos, franceses o canadienses– y que, además, un sello grande, siguiendo la posta de aventuras independientes como la de BAU –que instaló en el mercado nombres imprescindibles, como el del pianista Ernesto Jodos–, ha decidido apostar a ella. EMI, a través de una submarca denominada Sjazz, dirigida artísticamente por un músico de innegable prestigio en la materia, el pianista Adrián Iaies, comenzó una serie de ediciones dedicadas al jazz y sus territorios aledaños con características que jerarquizan el producto –muy buenas presentaciones y sonido– y, detrás, una visible idea de programación.
Los cuatro primeros títulos abarcan un abanico que incluye nombres fundamentales de la historia reciente del género en el Río de la Plata –los pianistas y compositores Carlos Franzetti y Hugo Fattoruso– y dos de los más talentosos creadores de las nuevas generaciones, el contrabajista y cellista Mariano Otero y el saxofonista Ricardo Cavalli. Y lo que se ofrece, además, tiene sorpresas. Franzetti aparece aquí acompañándose a sí mismo, en el papel de cantante, junto al contrabajista Karl Kaminski y el baterista Ed Uribe. El uruguayo Fattoruso, fundador de los Shakers y, más adelante, de Opa, arreglador de Gal Costa y Milton Nascimento, aquí toca piano y acordeón, solo –salvo en un tema en el que se suma su hermano Osvaldo en “media batería”– y demuestra la verdad de aquella frase que alguna vez dijo sobre él Herbie Hancock: “Sus acordes vienen de otra parte”. En un panorama como el del jazz cantado, dominado por mujeres y donde la mayoría de lo bueno pasó hace mucho, lo de Franzetti es trascendente. Con una voz homogénea, un swing relajado, de pausas exactas, afinación perfecta y sentido rítmico impecable, el pianista se revela como un cantante capaz de dar nueva vida a viejos clásicos como el que da título al cd –You must believe in spring– y con sus comentarios pianísticos, sutiles y jamás invasivos, redondea un álbum que trasciende con creces la mera amabilidad de bellas canciones muy bien hechas.
En Ciencia Fictiona, Fattoruso toca temas propios, de Jaime Roos (una magnífica versión de Aquello) y Monk (Ruby My Dear), entre otros. Además del piano usa un acordeón y la voz y, con esa característica heredada del candombe y del contrapunto entre tambores graves y agudos, con ella acentúa la polirritmia. En D.forma, Otero trabaja con un quinteto en el que se le suman Ernesto Jodos en piano eléctrico (una elección similar a la que podría significar el clave para un compositor clásico), Juan Pablo Arredondo en guitarra (sus contrapuntos con el piano son particularmente ricos), Rodrigo Domínguez en saxo tenor, soprano y clarinete y Sergio Verdinelli en batería. En el camino de su revelador disco anterior (publicado por BAU), Otero muestra una notable capacidad para aglutinar músicos y para liderar un proyecto nada conformista. Cavalli, por su parte, en Sundaram toca con Guillermo Romero en piano, Jerónimo Carmona en contrabajo y Oscar Giunta en batería y es, tal vez, quien más se acerca a los viejos arcanos del género: interacción, fuerza y, también, a veces, sencilla alegría.