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La inflación encontró en la crisis económica un freno natural. Los datos difundidos ayer por el Indec, más las estimaciones de las consultoras privadas, dieron cuenta de una desaceleración en el aumento de precios durante los últimos tres meses de 2008, tendencia que continuaría durante este año. Desde el sector privado estiman que la inflación –si bien habrá que controlarla– pasará a un segundo plano, mientras que el Gobierno deberá poner la lupa sobre los niveles de actividad y la creación de empleo. Incluso, algunos economistas sostuvieron ante este diario que a partir de la desaceleración real del IPC, calculada para este año en un 12 por ciento, el Ejecutivo tendría la excusa para una reestructuración del Indec para recuperar su credibilidad.

La medición de la inflación desde el sector privado arrojó un aumento de entre 19 y 23 por ciento para todo 2008. Para el primer semestre del año pasado, las consultoras daban cuenta de un espiral inflacionario que se acercaba al 30 por ciento, el cual empezó a desarmarse a partir de septiembre, como consecuencia del freno económico que produjo la crisis internacional. Para Economía & Regiones, que conduce Rogelio Frigerio (h), la inflación “real” del año pasado fue del 19 por ciento. Según el informe difundido ayer por la consultora, la mayor diferencia entre los datos oficiales y la estimación de los privados se registró en los primeros meses del año.

“La desaceleración de la inflación en el actual contexto es algo normal. Está pasando en todo el mundo, incluso hay países que plantean escenarios de deflación”, aseveró a Página/12 Mariano Borzel, economista del Credicoop. En este sentido, el especialista en finanzas del banco cooperativo estimó que la inflación se correrá del centro de la agenda pública. La principal preocupación pasará –según Borzel– por el nivel de empleo, la actividad económica y el consumo.

“Hoy en el mundo la inflación pasó a un segundo plano. Más que un escenario inflacionario complejo en 2009, lo que habrá será una fuerte tensión en el mercado laboral”, aseguró a este diario Nadín Argañaraz, ex Fundación Mediterránea y actual titular del Instituto Argentino de Análisis Fiscal.

Mantener los actuales niveles de empleo, o evitar una baja de los mismos, es una de las principales obsesiones (y necesidades) del Gobierno. El plan de incentivos oficial para financiar el consumo, exportaciones, la compra de bienes de capital y automóviles por 13.200 millones de pesos tiene por objetivo preservar “un millón y medio de puestos de trabajo”, según las estimaciones de la ministra de la Producción, Débora Giorgi.

“A raíz de la crisis económica, el producto bruto crecerá este año aproximadamente un 2 por ciento. Pasar de un promedio de 8 puntos a 2, repercutirá en los niveles de desempleo, que este año podría llegar a rozar nuevamente el 10 por ciento”, señaló Ricardo Delgado, titular de Analytica.

“El Gobierno tiene poco margen para aplicar políticas anticíclicas. En este sentido, es deseable que el plan de infraestructura anunciado en diciembre (por 71.000 millones de pesos) tenga un efecto positivo en la creación de empleo. De esta manera sí se podrá atemperar el impacto de la crisis económica”, agregó Argañaraz.

Otro eje de disputa será la puja en torno del tipo de cambio. Los industriales, los empresarios agropecuarios y dirigentes políticos como Eduardo Duhalde, siguen reclamando una mayor devaluación, bajo el argumento de que la inflación erosiona su competitividad por una apreciación del tipo de cambio real. Ahora, con una desaceleración del aumento de precios, los que piden un dólar más caro podrían quedarse sin argumentos. Salvo que Brasil, fuerte competidor de la Argentina, continúe devaluando su moneda.

“Si le dan a elegir al Central entre la competitividad o el equilibrio financiero, elegirá este último. Por lo tanto el tipo de cambio continuará flotando en los valores actuales”, agregó Borzel.