ECONOMíA › EL SUPERAVIT CASI CUADRUPLICO EL TECHO

No de 3 sino de 11

Casi 11 por ciento del Producto en el segundo trimestre y 8,5 en el semestre fue el excedente fiscal primario, muy lejos del tope de 3 puntos en que el país se plantó al discutir con el FMI.

 Por Julio Nudler

¿Qué tal un superávit fiscal primario (SFP) del 10,9 por ciento del Producto Interno Bruto? Después de discutir encarnizadamente con el FMI en torno de una meta del 3 por ciento y rechazar de modo terminante la pretensión del ex Horst Köhler y de Anne Krüger, que insistían en imponerle al país un excedente de entre 4 y 4,5 por ciento, el equipo de Roberto Lavagna puede exhibir un segundo trimestre en el que al fisco le sobró casi un 11 por ciento del PIB. Si el argumento con que la Argentina repelía la presión fondomonetarista aseguraba que un superávit primario consolidado (Nación más provincias) superior al 3 por ciento ahogaría la reactivación por su impacto recesivo, ¿qué decir de un superávit cuatro veces tan amplio? En realidad, la economía la sacó barata, porque todo lo que sufrió fue un trimestre de estancamiento, que en julio habría continuado. Como se ha visto, el Gobierno comenzó ya a tomar medidas que conducirán a un aumento, aunque moderado, en el gasto primario para neutralizar en parte el carácter contractivo de su política fiscal.
Según las cuentas más frescas que contemplan arrobados en el Palacio de Hacienda, el SFP (es decir, antes del pago de intereses de la deuda) alcanzó un 8,5 por ciento en base anual durante el primer semestre de 2004. Sobre esta fantástica base, se proyecta que al concluir el año el superávit rondará el 5,2 por ciento del Producto, correspondiendo las cuatro quintas partes a la Nación. Sin embargo, para que el excedente se contraiga tan velozmente luego de su disparada en la primera mitad del año será preciso que el sector público, tanto nacional como provincial, muestre una inusual capacidad de ejecución. No es para nada lo evidenciado hasta ahora por Planificación Federal, por ejemplo.
Además de este factor, que ya en el primer semestre incidió en el efecto retardatario del fisco (sorprendentemente, Juan José Llach afirmaba ayer en El Cronista que “el Gobierno ha optado por una política fiscal expansiva”), gravitó la ausencia de mecanismos aptos para recanalizar la liquidez que le sobraba (y sobra) al sector público, y que le fue transferida torrencialmente por el sector privado vía vencimientos impositivos. Recién hacia finales de mayo empezó el Banco Central a armar un circuito de redistribución de fondos a través de los pases activos y pasivos, construyendo un mercado de liquidez de corto plazo. Economía tampoco supo anticiparse a las consecuencias de una masiva transferencia de fondos de los contribuyentes al erario, lo que recalentó el call money ante la caída de depósitos que sufrió la banca privada.
Con este factor coexistió otro menor pero de todas formas significativo: las remesas de utilidades al exterior por parte de las empresas extranjeras. En el segundo trimestre, y corrigiendo drásticamente estimaciones previas, los giros brutos de beneficios a las casas matriz (es decir, sin restar las transferencias hacia la Argentina por ganancias de fuente externa de empresas locales) llegaron a casi 600 millones de dólares, previéndose que en el año podrían superar los 2000 millones. Estos impresionantes datos son congruentes con la alta recaudación que logró Ganancias, ratificando que varios sectores, beneficiados por la devaluación, por las tarifas de los servicios y por los bajos salarios, han amasado considerables utilidades.
En Hacienda no se privan de subrayar que, dentro del 39 por ciento de aumento semestral de recursos que gozaron las provincias, los de la coparticipación fueron determinantes. En otras palabras, que el esfuerzo provincial por reforzar sus ingresos propios sigue siendo insuficiente.

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