ECONOMíA
OPERACIONES
Por J. M. Pasquini Durán
El gobierno nacional echó a rodar por el mundo la oferta, inmodificable según los voceros oficiales, para el canje de la deuda, una operación central en la estrategia económico-financiera de la actual administración del Estado ya que superaría la condición de país en default. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, calificó al plan argentino como una “reestructuración excepcional” pero también advirtió que será un proceso “difícil y complejo” pese a que la propuesta “es la única compatible con el crecimiento del país”. Los diseñadores del canje confían en que será un éxito si logra el 50 por ciento de aceptación entre los actuales tenedores de bonos, entre ellos los llamados “fondos buitre”, mientras que los organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) suben ese porcentaje al 75 por ciento.
Uno de los principales focos de resistencia, por el momento, es el de los bonistas argentinos, y el otro está en Italia, donde algunos grupos de ahorristas, cinco jueces y legisladores socialdemócratas (ex comunistas) exigen que se hagan responsables de su cuotaparte los bancos que colocaron bonos en el período 1999/2001 ya que Argentina era insolvente potencial desde 1998. Círculos financieros internacionales reconocen que los intermediarios lo sabían pero, con el aval del FMI y las calificadoras de riesgo, silenciaron el riesgo en su propio beneficio.
Las minorías locales que critican la oferta remarcan esa especulación financiera, entre otros elementos, y argumentan que la propuesta es demasiado generosa tomando en cuenta el esfuerzo que implicará el cumplimiento de los nuevos plazos y montos y la enorme deuda social interna que sigue pendiente. Refiriéndose a las últimas tres décadas el historiador liberal Luis Alberto Romero escribió: “Ciertamente hubo períodos de bonanza, pero los costos de esas breves fiestas se pagaron muy caro. La Argentina se endeudó y abrió su economía y, por ahora, lo destruido parece ser más que lo construido. Los costos del cambio se miden en primer lugar en la desocupación, y con ella el empobrecimiento y la polarización de la sociedad, escindida en dos mundos, tal como lo muestra la disímil calidad de la vivienda, la salud, la educación y la seguridad. Mucho se debe a que el Estado ha renunciado a sus funciones específicas –la regulación de las fuerzas del mercado, en beneficio de la equidad social–, aunque en cambio conservó muchos de sus viejos comportamientos prebendarios”.
Con sus pro y contra, el tema del canje debió ocupar la atención pública con más intensidad que la actual, pero a las lógicas dificultades de comprensión que tiene para la mayoría de ciudadanos las intrincadas ingenierías de finanzas se antepuso el vendaval trágico de República Cromañón que, dos semanas después de ocurrido, a diario sigue goteando luto, bronca y hambre de justicia sobre el ánimo de muchos argentinos. El estremecimiento profundo en la conciencia cívica de seguro acarreará consecuencias, pero la dimensión y el sentido de las mismas son impredecibles por el momento. El mismo Romero, antes del drama, advirtió: “Un historiador sabe que el presente es siempre algo indefinido y cargado de potencialidades. Lo que aún no ha sucedido terminará de darle su sentido, y ese futuro es demasiado incierto para hablar con autoridad sobre él: el pasado enseña, pero solo sobre las grandes líneas del futuro, y no sobre sus aspectos contingentes”.
Aun con esas prevenciones académicas, hoy en día es admisible puntualizar las conductas y discursos que van jalonando el camino hacia el futuro. En ese contexto, dentro de las variadas iniciativas oficiales tanto en el ámbito nacional como en el metropolitano, lo más visible, tal vez lo más mediático, fueron la designación de Juan José Alvarez en la Secretaría de Justicia de la Ciudad y la cascada de inspecciones a locales de todo tamaño, color y especie. A propósito del nombramiento, hubo reacciones encontradas. Una de ellas, la de FTV Capital que responde a la jefatura nacional de Luis D’Elía, aliado explícito del presidente Néstor Kirchner, dejó en claro su malestar: “Apelando a la sabiduría popular, diríamos que este nombramiento es ‘más de lo mismo’, que elegir a un candidato con tan oscuro prontuario como respuesta a esta crisis es ‘sobre llovido, mojado’. Lacerando la llaga abierta del dolor por tanta ‘muerte anunciada’, persisten las tranzas entre gallos y medianoche, el arreglo, los pactos y acuerdos mafiosos de la vieja política. Repudiamos que se siga con esta lógica que la mayoría de la sociedad exige desterrar”.
El secretario Alvarez, por cierto, en lugar de mitigar este tipo de opiniones con su conducta, al menos la mediática, las excita. A modo de referencia, bastaría remitirse a la fotografía que lo muestra rodeado de los hombres de la CGT, entre ellos los que sobreviven al derrumbado Concejo Deliberante porteño bajo el peso de la corrupción, miembros de la corporación gremial que espanta los votos de la clase media capitalina. Da la impresión que los piantavotos corren cualquier riesgo con tal de demostrar que han capturado a uno de los distritos centrales en la geografía político-electoral, que se había fugado por la transversal de la hegemonía peronista, otorgándole trato al encargado de la Seguridad como si tuviera rango de interventor del gobierno metropolitano. Esa sensación, quizá, se ha reforzado por la invisibilidad pública de las autoridades de la ciudad elegidas en las urnas. Por conocida en exceso, una conclusión obvia: en política ningún espacio permanece vacío porque alguien lo ocupará mientras el titular mandatado por los votos ciudadanos permanezca ausente sin aviso. Veterano, el presidente Kirchner volvió a la tribuna esta semana en José C. Paz, antes de que algún atrevido le cope la banca.
A las fuerzas que desean cambios en nombre de la justicia y nuevas maneras de hacer política y ejercer el poder todo se les hace cuesta arriba, aquí y en el resto de la región. Comentando la experiencia del PT en el poder, don Pedro Casaldáliga, famoso obispo de Sao Felix do Araguaia (Mato Grosso), detenido y torturado durante la dictadura militar en Brasil, afirma: “Todo mundo [en Brasil] tuvo paciencia y esperanza en los dos primeros años, ahora muchos se cansaron”. ¿Por qué, don Pedro, no se puede afirmar una experiencia distinta?, pregunta el reportero y la respuesta es la siguiente: “Llevamos siglos de derecha, eso no cambia de un momento a otro. Nuestras oligarquías, elites, están ahí desde hace muchos siglos. Son como camaleones, se adaptan, pero continúan defendiendo sus privilegios. Son caciquistas, herederos familiares en la política, dueños de las tierras y de los bancos [...] La propia clase media del país está siendo desfigurada. Las transnacionales y las grandes empresas están satisfechas. Queremos resolver la violencia allá en Haití, pero, ¿y aquí? Es lamentable que haya mucha impunidad”.
Hay momentos difíciles de transición en los que vale la pena levantar la mirada para ver más allá del propio ombligo y aprender de las experiencias y los saberes de los otros. Igual que siempre, es bueno acudir al inevitable Albert Camus: “El sentimiento no puede cortar los nudos de una lógica que desvaría; sólo puede hacerlo una razón que razone dentro de los límites que ella conoce. Pero no quisiera, en fin, que nadie creyese que el futuro del mundo puede prescindir de nuestras fuerzas de indignación y de amor. Sé bien que el hombre necesita grandes motivaciones para ponerse en marcha y que le es difícil comenzar a moverse para una lucha cuyos objetivos son tan limitados y donde la esperanza apenas participa. Pero no se trata de arrastrar a los hombres. Lo esencial, por el contrario, es que no sean arrastrados y que sepan bien lo que hacen. Salvar lo que aún puede ser salvado, para que el futuro sea únicamente posible, he aquí el gran móvil, la pasión y el sacrificio que se piden”.