ECONOMíA › MAÑANA SE ACABA EL CORRALITO, LA CREACION DE CAVALLO
Con la tranquera abierta
Iba a durar 90 días pero tomó 1356. El 99 por ciento de los depósitos bloqueados ya fue liberado. Los dólares no volvieron, pero no fue tan mal negocio.
Por Claudio Zlotnik
Este lunes se extingue el corralito, la última criatura de Domingo Cavallo. Pasaron algunos días más que los 90 prometidos por el entonces superministro de Economía. En total transcurrieron 1356 días desde que el ex funcionario anunció por cadena nacional que los argentinos ya no eran libres para disponer de sus ahorros. A pesar de lo que enunciaba la ley de intangibilidad, Cavallo restringía el libre acceso a los depósitos. De aquella masiva reprogramación que devino en cacerolazos y caos, y que en la práctica significó el principio del fin de la convertibilidad, ahora quedan migajas. En el denominado corralón quedan apenas 526 millones de pesos (incluido el ajuste por la inflación). Menos del uno por ciento de lo que había al principio. Los ahorristas defraudados nunca pudieron recuperar los dólares. En cambio, salieron ganando en términos de poder adquisitivo.
Una vez impuesto el cerco imaginado por Cavallo para detener de un golpe la fuga de capitales, el gobierno de Eduardo Duhalde fue el encargado de diagramar la reprogramación de los depósitos. Se postergaron vencimientos por un total de 55.000 millones de pesos. La Argentina era un caos. De las cuentas a la vista se podían retirar apenas 250 pesos semanales. En un liviano intento por descomprimir la situación se permitió que hasta 10.000 pesos/dólares que estaban en las cuentas a la vista dolarizadas pasaran a las cuentas en pesos a 1,40 más CER por dólar. Así se evitaría una reprogramación mayor todavía.
En las sucursales de los bancos se formaban filas de cinco o seis horas bajo el caliente sol veraniego con el objetivo de hacer transferencias electrónicas o abrir nuevas cuentas a la vista, con el objetivo de acelerar el retiro. Era una carrera contra el dólar, que amenazaba con dispararse en medio de los sucesivos feriados cambiarios.
Después de algunas semanas se habilitaron algunos mecanismos más ordenados para saltar el corralito. Los certificados servían para adquirir inmuebles, maquinaria agrícola e industrial y automotores cero kilómetro. También hubo desprogramaciones para los denominados “casos especiales”: mayores de 75 años, indemnizaciones por despido, el pago de los seguros de vida o por accidente y quienes necesitaban cubrir un tratamiento médico.
Los amparos se convirtieron en el atajo para romper el muro. Durante el año 2002 se fueron entre 1200 y 1500 millones de pesos mensuales. Diciembre fue la excepción: hubo amparos por 2100 millones de pesos. Las medidas cautelares se convirtieron en protagonistas de la historia. Desde el Gobierno advertían sobre las consecuencias económicas que podrían derivar de ese flujo. El escenario incluía una alta inflación y la posible disparada del dólar. Los banqueros protestaban. El reclamo era (sigue siendo) que el Estado los compense por la diferencia entre el 1,40 más la inflación que el Gobierno reconocía como paridad por los depósitos dolarizados y el tipo de cambio establecido en los fallos judiciales. En algunas cámaras que representan a las entidades financieras juran que hubo jueces que ordenaron pagar depósitos a un dólar de 4 pesos cuando la cotización se encontraba más abajo. Lo cierto es que los amparos se convirtieron en un proceso sospechado.
En más de tres años y medio hubo 314.430 medidas judiciales favorables a los ahorristas. Por esa vía salieron 22.007 millones de pesos. Los bancos reclaman alrededor de 9500 millones de pesos como compensación por la diferencia entre 1,40 más CER y el amparo pagado a tipo de cambio libre. El Gobierno ya les negó esa posibilidad y el Banco Central les dio cinco años a las entidades financieras para que pasen a pérdida ese dinero en sus balances.
A lo largo de todo este tiempo, Roberto Lavagna ofreció distintas alternativas para salir del corralón antes de tiempo. En el medio, el propio ministro eliminó el denominado “corralito”, que mantenía atrapado el dinero en las cuentas a la vista. Así, en noviembre de 2002, se liberaron 23.739 millones de pesos de las cajas de ahorro y de las cuentas corrientes. Quedaban otros 17.300 millones de ex plazos fijos en el “corralón”.
Ninguna de las opciones de salida del corralón les permitió a los inversores reencontrarse con los billetes verdes. Aunque quedaron cerca. Eso sí, con el dinero rescatado pudieron acceder a un mayor poder de compra. Para tener una idea de lo sucedido, los siguientes ejemplos se realizaron con la hipótesis de un inversor que tenía un plazo fijo de 100 pesos/dólares.
- En el primer canje, en mayo de 2002, se ofreció Boden 2012 (en dólares). Como ese título hoy cotiza a una paridad de 88 por cada 100 resulta que el inversor que adhirió ahora posee 257 pesos. A este monto hay que añadirle la renta del Boden 2012, equivalente a Libor, que vino subiendo en los últimos dos años y ahora se encuentra en el 4 por ciento anual. Es decir, tiene alrededor de 282 pesos. Quiere decir que viene perdiendo 10 centavos por dólar.
- En el segundo canje, que lucía mejor, terminó rindiendo menos. Se ofrecían Boden 2013, que ahora cotizan a 80 dólares por cada 100. También tienen una renta equivalente a Libor. Por cada 100 pesos/dólares ahorrados, el inversor ahora posee unos 257 pesos. Aquí la pérdida resulta de 35 centavos por dólar.
- En la tercera opción, de abril de 2003, se ofreció el equivalente a 1,40 más CER (en aquel momento eran 2,02 pesos) y Boden 2013 por la diferencia hasta 2,98 pesos. Implican 280 pesos por cada 100 pesos/dólares iniciales. Si se añade la renta acumulada del Boden 2013 ese monto sube a 285 pesos.
- Por último, el ahorrista con más de 42 mil pesos, que es el que todavía está atrapado y que pasará por el banco este lunes, cobrará alrededor de 231 pesos más el 5 por ciento de tasa de interés que se acumularon en los dos últimos años. O sea, retirará 242,5 pesos (aunque tuvo la chance de recuperar una parte del dinero en cuotas). Si no hubiese existido el corralito, este inversor tendría 292 pesos por cada 100 dólares, a lo que debería sumarse la tasa de interés del plazo fijo en moneda extranjera, que en la actualidad es una renta marginal.
Si cualquiera de estos ahorristas tenía la chance de hacerse de los pesos al principio del corralito e invertirlos en CER, ahora tendría 231 pesos. Queda claro que las alternativas que dieron mejoraron su poder de compra.
Otro dato llamativo que dejó la historia del corralito fue la sorprendente recuperación que mostraron los plazos fijos. Al mismo tiempo que miles de ahorristas pugnaban por salir de los bancos, muchísimos otros volvían a dejar sus ahorros en las entidades financieras. Aunque ahora constituyendo depósitos en pesos. Desde el 2003, los plazos fijos de individuos y empresas se recuperaron en 8900 millones de pesos. Todo un milagro.
El lunes, con el fin del corralito, se cerrará una etapa negra de la última crisis. Aunque la mayoría ya haya clausurado este capítulo de su memoria.