ECONOMíA › EL ACUERDO DE PRECIOS LLEGO A LOS SUPERMERCADOS
Los súper y el pecado de la carne
La Asociación y la Cámara de Supermercados acordaron mantener por 90 días los precios de 12 cortes populares. Hasta ahora sólo habían firmado las cadenas comerciales que también faenan.
Por Cledis Candelaresi
Los supermercados que no faenan se sumaron ayer al acuerdo ya suscripto por las cadenas que sí lo hacen con el Gobierno, frigoríficos y consignatarios para mantener por noventa días los precios vigentes a fin de agosto, en este caso, sólo en los doce cortes más populares. Justamente, aquellos que toma en cuenta el Indec para la elaboración del índice de precios minoristas. Con valores catapultados a las nubes por la bonanza exportadora, el lomo y el peceto argentinos están cada vez más reservados a paladares extranjeros, cada vez más proclives a disfrutar de la producción local: con una venta cercana a las 800 mil toneladas por año, el país se consolidó como tercer exportador mundial.
El pacto que ayer fue rubricado por el secretario de Agricultura, Miguel Campos, y el secretario de Política Económica, Oscar Tangelson, convocó a las dos cámaras de supermercadistas, en cuyo interior están los súper que integran producción de carne con comercialización y los que no, nucleados en la Asociación de Supermercados Unidos y la Cámara Argentina de Supermercados. El primer pacto, suscripto días atrás, congeló el precio de la media res, sin discriminar partes. Pero el capítulo de ayer limitó el corsé al asado, bife ancho, carnaza común, carne picada, hueso con carne, matambre, paleta, roast beef, bife angosto, cuadril, nalga e hígado, considerados los cortes “más demandados por la clase media y gente de escasos recursos”. El propio texto del acuerdo consigna de un modo más directo ese propósito político de proteger sólo esas partes y no las otras: “garantizar la estabilidad del costo de la Canasta Básica Alimentaria”.
En ese mismo acto se conformó una Comisión de Seguimiento público privada, cuya finalidad será complementaria a la del gobierno: éste hará un “monitoreo” –los funcionarios del área se esmeran en subrayar que se trata sólo de eso y no de “control”– y aquel cuerpo intervendrían para alertar si cambian las condiciones de mercado en las que se funda este acuerdo. Por ejemplo, una drástica merma del ingreso de cabezas en Liniers.
Según aseguran desde Agricultura, los precios hoy están “tranquilos” y con tendencia a la baja, a pesar de que por cuestiones estacionales deberían subir. Se supone que en la primavera los ganaderos retienen animales para aprovechar las mejores pasturas, lo que provoca escasez y empuja hacia arriba los precios. Esto, sin embargo, no estaría pasando.
Ante una legislación que no convalida el control de precios, más allá de las reacciones políticas adversas a ese mecanismo, no son muchas las herramientas de que dispone el Gobierno para evitar las subas. Una vía es este pacto de caballeros que, de fracasar, no deja demasiadas chances de apelar a la vía compulsiva. Para esa eventualidad, el gobierno esgrime la amenaza de castigar a las exportaciones con una suba de las retenciones.
Aunque ni Agricultura ni los frigoríficos convaliden el dato, el reciente Estimador Mensual de la Actividad Industrial da cuenta que en los ocho primeros meses del año el consumo interno cayó un 5 por ciento. Algo que desmienten las optimistas expectativas del gobierno de que las recomposiciones salariales forzadas por decreto y otras que podrían eventualmente añadirse seguirán empujando el consumo per cápita, hoy ubicado en 67 kilogramos por habitante.
Lo que verdaderamente parece traccionar los precios es el boom exportador, aunque sólo se exporte un cuarto de la creciente producción del país: Argentina hoy faena 14,2 millones de cabezas, contra las 12 mil de hace dos años. Según Senasa, entre enero y agosto de este año las ventas de cortes vacunos aumentaron un 30 por ciento en toneladas y un 32 por ciento en dólares. La suba es mayor aún si se consideran sólo las carnes frescas, que treparon un 50 y un 65 por ciento respectivamente, en gran medida alentadas por los mercados que liberó recuperar el status.Más allá de su negativa incidencia en los precios internos, desde los despachos oficiales esa bonanza succiona inversiones extranjeras que vendrían a gozarla.