ECONOMíA
Dios los cría y ellos se juntan para hablar del modelo de los ‘90
Pedro Pou, Pablo Guidotti y Javier González Fraga, tres funcionarios de los gobiernos de Menem, debatieron sobre la crisis económica.
Por Cledis Candelaresi
Aunque Carlos Menem estaba a miles de kilómetros, en su seductor periplo por los Estados Unidos, su espíritu podía palparse ayer en el salón del Malba, donde tres ex funcionarios de sus gobiernos se reunieron bajo la consigna de reflexionar acerca de si “falló el modelo (de los ‘90) o su implementación”. Quizás, el que más hubiese incomodado al ex Presidente con aspiraciones de reincidir es el titular del Banco Central en los albores de su primer mandato, Javier González Fraga, quien culpó a la Convertibilidad por todos los males. “Se impuso para ganar las elecciones del ‘91. No para controlar precios. Tuvo fundamentos políticos y no técnicos”, objetó el ex funcionario, el más demandado a la hora de las preguntas. Casi en los antípodas se ubicó quien ocupara su mismo puesto, en el segundo período menemista: Pedro Pou prefirió enumerar los logros económicos de la década pasada. La trilogía de menem boys se completó con Pablo Guidotti, ex secretario de Hacienda, quien optó por advertir sobre el drama de la incontenible deuda pública y sugirió caminos opuestos a los de Eduardo Duhalde.
El foro fue organizado por la Universidad Torcuato Di Tella, la de Palermo y la norteamericana Yale Law School, con el auspicio del Grupo Participar, consiguiendo en la sede del moderno museo de Eduardo Constantini la audiencia necesaria para colmar el salón de conferencias. El primer panel se completó el economista ultraliberal Alberto Benegas Lynch, tal vez, el único sin historia en la función pública y el más osado a la hora de bosquejar propuestas. Tan así es que abrió la lista de expositores con su innovadora fórmula basada en la eliminación lisa y llana del Banco Central, completada con la liberación del tipo de cambio, el abandono del Mercosur y la “prohibición institucional” de contraer más deuda pública.
Lo sucedió González Fraga, con su cerrada crítica a la Convertibilidad y sus presuntos males congénitos, en particular, el de generar una corrección cambiaria “defectuosa, vía la deflación”. Desde este lugar de detractor, enumeró todas las desgracias económicas del período, como el crecimiento de la desocupación “desde el cuarto trimestre del ‘91”, el deterioro del riesgo país desde 1997 o la salida de los depósitos a partir del segundo trimestre del 2001.
“No podemos referirnos a la actual crisis culpando de todo a los errores de Duhalde y a la influencia de la UIA”, sentenció el socio fundador y presidente de La Salamandra, fábrica de dulce de leche cuyas exportaciones resultan sumamente rentables tras la dramática devaluación del peso. Abandonada la “utopía monetaria” del 1 a 1, la actual administración debería “abandonar el discurso antibancos, demostrarle a los banqueros que ya no serán perseguidos judicialmente” y, tras la resolución del corralito, organizar una banca off shore, es decir, fuera de la jurisdicción nacional.
–¿Cree que la híper del ‘90 podría haberse controlado sin un tipo de cambio fijo?. Porque, de ser así, hubiera sido un caso único –le espetó uno de los asistentes al foro.
–En diciembre del ‘90 la inflación fue del 2 por ciento, ya que logramos controlarla con un tipo de cambio flotante. En febrero del ‘91 subió al 80 por ciento, por una devaluación, la expansión monetaria y una corrida alentada por el propio (Domingo) Cavallo, que ordenó cancelar todas las deudas con los proveedores. Mi crítica al modelo es sólo en ese aspecto: la Convertibilidad se impuso sólo para ganar las elecciones del ‘91, aunque generase más problemas en el futuro”, replicó González Fraga.
Llegó el turno de Guidotti, a quien le tocó plantear, con el auxilio de prolijos slides, la inmimencia de la tragedia: aun en el hipotético caso que Argentina consiguiera una improbable quita del 70 por ciento en sus obligaciones externas, la deuda pública por todo concepto superaría alProducto Bruto Interno en un 40 por ciento. Es decir que, ni siquiera con aquel bálsamo sería pagable.
“Si yo fuera ahorrista dudaría sobre la posibilidad del Estado de pagar los bonos”, alertó el académico del CEMA, a quien preocupa la posibilidad de que Duhalde intente hacer todas aquellas cosas que el libreto liberal desaconseja, como revertir privatizaciones o nacionalizar la banca.
El último orador del panel fue Pou, quien se empeñó en detallar los aspectos benéficos denominado “modelo”, haciendo especial hincapié en el “respecto a la seguridad jurídica” y el igual tratamiento a las inversiones extranjeras y locales. A juicio del promotor de la dolarización, sus puntos vulnerables fueron la falta de una mayor flexibilización laboral y fiscal, que permitiera, guardar fondos en épocas de bonanzas para que el Tesoro responda en las de escasez.
–¿No cree que hubo otras debilidades, como un endeudamiento desmesurado para sostener el clientelismo político y la falta de cobro homogéneo de impuestos? –desafió desde el auditorio Luis Moreno Ocampo, actual defensor de Cavallo ante la OEA.
–Las deficiencias en la administración son públicas y notorias desde siempre. Pero en la década pasada hubo mejoras. Piense cuál era el punto de partida, se defendió Pou.