La producción de los granos tradicionales, soja, maíz, girasol y cebada, tuvo un incremento de 57 por ciento entre las cosechas de 2003 y 2014. El país pasó de generar 65,2 millones de toneladas a 102,4 millones toneladas para la cosecha 2013/2014. Este abrupto crecimiento es explicado tanto por un incremento del área sembrada de 22,0 por ciento como del mayor rendimiento por hectárea que tuvo una suba de 28,0 por ciento. Si bien la expansión de la frontera agropecuaria se asociada casi exclusivamente con el avance de la soja, el área sembrada para las producciones de las economías regionales fue mayor, con un promedio de 52,0 por ciento. De hecho, el total de las producciones tradicionales redujo su participación en el total cosechado en un 0,5 por ciento.

La participación de la oleaginosa medida en hectáreas sobre el total del país pasó de 54,0 al 59,0 por ciento. Es decir ganó 5 puntos porcentuales. Pero el maíz ganó 6 puntos porcentuales y la cebada, dos puntos.

El trigo pasó de presentar el 22,0 por ciento del área sembrada al 11,0 por ciento. Este no es un fenómeno reciente como pretenden instalar los dirigentes agropecuarios. La pérdida de superficie sembrada de este grano puede evidenciarse desde la década de 1980, cuando representaba el 35,0 por ciento del total del área sembrada. En los `90 cayó al 29,0 por ciento, en la década de 2000 llegó al 21,0 por ciento hasta el actual piso. Sin embargo, esta merma no impidió que el trigo sea rentable, independientemente de los precios internacionales y de las regulaciones sobre el sector. La cosecha de trigo 2014/2015 fue de 13.900.000 toneladas, un incremento de 51,0 por ciento en relación a la campaña anterior.

Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe concentraron el 86,7 por ciento de la producción de granos tradicionales.