ECONOMíA › COMO EVALUAR LA MARCHA DEL CANJE
¿Exito o fracaso?
Por Maximiliano Montenegro
El canje de deuda ¿es un éxito, como pretenden mostrar algunos funcionarios, o es un rotundo fracaso, como lo presentan los bancos de inversión y los analistas conchabados por el establishment? Ni una cosa ni la otra.
La aceptación de la oferta argentina será mucho menor que la de otras reestructuraciones anteriores de deudas soberanas (Ecuador, Rusia, etc.), donde la participación de los acreedores privados superó el 90 por ciento. Pero no es menos cierto que este canje es, en términos de quita de capital, mucho más agresivo que sus precedentes. Además, en este caso no sólo no habrá ningún salvataje del Fondo Monetario sino que, por el contrario, los organismos multilaterales son acreedores privilegiados a los cuales se les transfirió en los últimos 3 años unos 10.000 millones de dólares.
Dejando de lado comentarios y pronósticos interesados, la adhesión al trueque de papeles podría rondar entre el 60 y el 75 por ciento. Dada la dinámica de la operación, hoy cualquier resultado es posible. No hay, como en las elecciones, una tendencia “irreversible”.
Se especula con que si se superara el umbral del 70 por ciento el Gobierno podría cerrar las puertas a los bonistas que quedaron afuera de la operación, y declarar la salida del default.
Sin embargo, aun en ese escenario de máxima, un país periférico como Argentina necesitaría de un aval explícito del G-7 y del FMI para que esa declaración tuviera algún valor en el concierto internacional.
El FMI manifestó en un primer momento que el nivel de adhesión debía llegar al 80 por ciento para salir del default, y luego el representante italiano ante Washington rebajó un poco esa meta.
Dicho todo esto, dadas las condiciones peculiares del canje, más importante que el porcentaje de aceptación de la propuesta será en el futuro la respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué tipo de inversores permanecerán afuera del canje? No es lo mismo si quedan excluidos fondos buitre que si los marginados son pensionados italianos, ahorristas alemanes u ONG japonesas. Sin considerar cuestiones éticas o de equidad, si un gran número de inversores minoristas rechazaran la operación se mantendría abierto el problema político de los gobiernos del G-7, con el italiano a la cabeza, que entonces seguirían presionando a la Rosada por nuevas concesiones.
La estrategia inicial de Roberto Lavagna era conseguir la mayor cantidad de adhesiones de inversores minoristas en las primeras semanas del canje. Para tal fin el Gobierno ofreció uno bono Par sin quita de capital dirigido a pequeños inversores –menos de 50.000 dólares–, cuya fecha de suscripción cerró el viernes y en el mercado muchos se apuraron a especular que no había tenido la respuesta que se esperaba. La interpretación fue que los minoristas habían vendido a los grandes bancos, que encontraron ahí una nueva veta de negocios.
La marcha del canje no es lineal. Los inversores institucionales argentinos (AFJP, compañías de seguros) ingresaron en los dos primeros días, agotando los bonos Cuasi Par. Pero los bancos y los inversores institucionales extranjeros tienen incentivos para esperar hasta el final de la operación, fechada para el 25 de febrero (aunque podría porrogarse por dos semanas más –como ocurrió en todas las reestructuraciones precedentes– pese a las desmentidas de Economía). ¿Por qué? Primero, porque los bonos que ahora pueden escoger (Discount) no tienen ningún atractivo si son suscriptos con anticipación. Segundo, por si aparecen “novedades”, léase una mejora en la oferta.
El Gobierno ha respondido a esta presión de los jugadores de mayor peso –expresada en varios reportes de grandes bancos de inversión– en el sentido contrario: envió al Congreso una ley que “prohíbe” al Ejecutivo realizar una nueva propuesta a los acreedores, y tanto Lavagna como Kirchner no pierden la oportunidad de desplegar un discurso político de resistencia. Claro que, en el medio, en el exterior saben mejor que nadieque el Gobierno duplicó los pagos (Dubai, en septiembre de 2003 y Buenos Aires, en junio de 2004), mientras coquetea con cancelar todo de una al FMI). Las cartas están echadas. Habrá que esperar la definición.