ECONOMíA › EL INTERCAMBIO COMERCIAL CON CHINA, CON TENDENCIA NEGATIVA

Un destino al que sólo llega la soja

 Por Cledis Candelaresi

Es cierto que las importaciones desde China vienen creciendo a un ritmo vertiginoso, que se diversifican rápidamente sumando al menú bienes de alto valor agregado y que resultan dramáticamente competitivas. Tan cierto como que el marketing en torno de las medidas anunciadas ayer –que habitualmente tienen la forma de discretas resoluciones y no suelen ser anticipadas por el Presidente– es más la ratificación de una alianza política con un sector de la producción mano de obra intensivo que un freno imprescindible a una eventual avalancha de productos asiáticos.

En algún sentido, la relación con China, aspiradora de los bienes del complejo sojero argentino, resultó un poco decepcionante. Desde que Argentina le reconoció el estatus de “economía de mercado”, facilitándole con ellos muchos trámites de comercio exterior, y se anunció aquí un millonario programa de inversiones que hasta ahora resultó ilusorio, la relación bilateral se deterioró en desmedro del país.

El año 2003 fue el mejor. Entonces se registró un superávit de 1833 millones de dólares a favor de Buenos Aires que no para de caer: 1300 millones al año siguiente, 917 en el 2005, 390 millones el año pasado y, según todo hace presumir, devendrá en déficit este año. Argentina le compra cada vez más. Las importaciones vinieron creciendo a razón del 40 por ciento anual, y en el primer semestre de este año esa suba rozó el 60 por ciento. No sólo por la compra de los juguetes y paraguas de antaño sino de bienes intermedios y de capital, tecnológicamente complejos.

Los asiáticos producen de todo, en parte a través de los joint ventures integrados con las grandes trasnacionales occidentales, y a precios muy competitivos, empezando por los salarios deprimidos en dólares. Esta agresividad comercial también alertó a otros países de la región como Brasil que, de todos modos, consiguió venderles algo más que carne y cereales, gracias a la seducción de los aviones de Embraer o a la pericia comercial de sus productores de hierro. China desplazó a la Argentina en el ranking de proveedores externos brasileños y hoy está en tercer lugar, después de Estados Unidos y aquella nación asiática.

La mayor dificultad de este vínculo bilateral es la traba para conquistar su populoso mercado con productos diferentes a la soja, los minerales y algunos combustibles que conformaron el menú tradicional de ventas argentinas. O para persuadirlos de realizar inversiones aquí. Pero, en gran medida, las compras desde China suplen falta de oferta local, y son una competencia peligrosa para un puñado de sectores denominados “sensibles”, con poco peso relativo en la estructura productiva. Textiles, calzados, neumáticos o metalmecánicos, que resurgieron tras la devaluación y se identifican como parte de la burguesía empresaria a consolidar.

Cuando tiempo atrás Brasil y Argentina esbozaron la intención de diseñar una estrategia defensiva común, China hizo saber que, en tal caso, ella haría lo propio con los granos y carnes sudamericanos. Pero esa valla binacional era previsiblemente más irritante que las restricciones impuestas ahora sólo para un núcleo de sectores específicos. Aun así, falta esperar si alguna respuesta comercial desde Pekín.

Finalmente, hay otras amenazas asiáticas en gestación. Naciones como Bangladesh o Pakistán se están consolidando como competidores, con mano de obra calificada y aun más barata que la china.

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