EL MUNDO
Wall Street es la “viuda” de los atentados de Osama
Un año después de los ataques del 11 de setiembre, la evolución de la economía estadounidense y mundial sugiere que los terroristas dejaron también una serie de bombas de tiempo que estallaron cada vez que los mercados parecían recuperarse. EE.UU. está al borde de una doble recesión y el ánimo en Wall Street es más sombrío que nunca.
Por David Teather
y Larry Elliott
Desde Nueva York y Londres
Se lo llama “la viuda”. Un edificio común para las normas de Manhattan, la manzana de oficinas que una vez fue la sede del Deutsche Bank en Nueva York ahora tiene un corte de 20 pisos en el frente envuelto en una mortaja negra para evitar que caigan los escombros sobre los que vienen a mirar el espacio vacío donde hace un año estaba el Trade World Center.
Si “la viuda” permanecerá de pie o será barrida a tierra por una topadora es una cuestión que los aseguradores del Deutsche deben decidir. Pero el apodo se mantendrá para una Wall Street que todavía está de luto un año después de que dos aviones secuestrados se estrellaran en los rascacielos que se habían convertido en el símbolo del impetuoso capitalismo norteamericano. Si Estados Unidos era el hogar espiritual del nuevo orden mundial, Nueva York era su capital. Una toma en paneo de la silueta de Manhattan con las Torres Gemelas significaba una y sólo una cosa: la hegemonía de Wall Street.
El ánimo entre los bolsistas que emergían de los subterráneos el 11 de setiembre del año pasado era sombrío: 18 meses después del pinche de la burbuja puntocom, la economía norteamericana estaba enganchada a una lenta recesión. Los precios de las acciones ya estaban muy por debajo de los picos alcanzados a comienzos de 2000. Mientras el desastre se desarrollaba a pocas cuadras, la Bolsa de Comercio de Nueva York rápidamente cerró sus puertas y encerró a los bolsistas adentro. Miraron la televisión con horror y vieron cómo todo el sur de Manhattan se engolfaba en humo negro, sin saber si toda el área estaba incendiándose o no. Cuando las Torres cayeron, el edificio de la Bolsa se estremeció y las ventanas se ennegrecieron.
La Zona Cero se convirtió en una tumba para más de 3000 personas que trabajaban en el World Trade Center. Ese hecho, más que la caída en los precios de las acciones, explica por qué el distrito financiero ha perdido su vibración anterior. “Uno siente que quizás el área perdió esta mística de Wall Street –dice Tommy Bennetter, un broker que solía trabajar en el 55º piso de la segunda torre–. Hay más luz alrededor. Parece que a uno le falta algo. Ahí está ese gran vacío de 16 acres pero también la gente que uno perdió. Cuando uno iba al centro –añadió–, había esos tipos con trajes con esa mirada en el ojo, de hambre por hacer algunos dólares. Pero las cosas están más tranquilas ahora, no solamente en el ruido real sino en la energía.” Las personas, comenta, todavía son un poquito más amables entre sí de lo que eran hace un año.
La Bolsa de Nueva York estuvo cerrada el resto de la semana que siguió al ataque ese martes. Antes de reabrir el lunes siguiente, la Reserva Federal recortó las tasas de interés en medio punto en un intento de afianzar la confianza. No tuvo gran importancia que el índice Dow Jones perdiera 685 puntos ante el temor de que la recesión convirtiera todo en una baja a gran escala.
Los terroristas no sólo estaban interesados en la destrucción masiva, también querían desestabilizar las economías occidentales. En esto, también, tuvieron éxito. Las tres economías más grandes del mundo, las de Estados Unidos, Japón y Europa están en problemas, las Bolsas han caído en todo el mundo y se han registrado pérdidas record en las aerolíneas y las compañías de seguros. Involuntariamente, quizá, los agentes de Osama bin Laden también levantaron la piel del capitalismo norteamericano para mostrar lo podrido que estaba abajo. Dos meses después del 11 de setiembre, el juego había terminado para Enron y un reflector apuntaba a los titanes de las corporaciones. Como dijo Bill Martin, de UBS Global Management, la recesión dejó al descubierto lo que los auditores no hicieron: el hecho de que las cuentas de las empresas no cerraban. Para los ejecutivos que ahora enfrentan cargos por fraude, el reloj comenzó a marcar la cuenta regresiva cuando se derrumbaron las Torres Gemelas. El estilo ilusionista de la contabilidad que había bastado en el impetuosomercado de fines de la década del 90 ya no servía a fines de 2001 y en 2002.
Las bombas de tiempo
Nuevas reducciones en los costos de los préstamos siguieron a los recortes de emergencia, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo, y por primera vez la medicina pareció dar resultado. Estaba la anticipada merma en la confianza del consumidor, en gastos mayoristas y producción industrial, pero la rápida y decisiva acción de los bancos centrales significó que para fines de 2001 las Bolsas se estaban recuperando en anticipación a una robusta recuperación económica en 2002. El efecto, sin embargo, duró poco. Era como si los terroristas no sólo hubieran volado los aviones dentro de las manzanas de oficinas sino que hubieran colocado bombas de tiempo para que estallaran a intervalos estratégicos en los meses siguientes, que detonaran precisamente cuando los mercados parecían estar recuperándose.
Roger Frank, un operador del banco de inversiones Salomon Smith Barney, dice que la gente no habla más sobre los hechos del 11 de setiembre todos los días. “Pero es muy obvio lo profundas que son las heridas porque cuando se los menciona, la gente inmediatamente se torna sombría y pensativa y contemplativa. Está apenas debajo de la superficie. La rosa en Wall Street perdió la frescura hace más de dos años”, añade. El panorama de la economía global entrega una lectura deprimente. A pesar de los 11 recortes de las tasas de interés el año pasado, la economía norteamericana está ubicada el borde de una doble recesión. El índice promedio industrial Dow Jones está más bajo de lo que estaba el 11 de setiembre del año pasado. El índice Nikkei de Japón está en su punto más bajo en 19 años por temores totalmente justificados de que las exportaciones se vean afectadas adversamente por la debilidad de la economía de Estados Unidos. Lo mismo ocurre con la eurozona. América latina, unida umbilicalmente al desempeño de la economía de Estados Unidos, es un accidente a la espera que suceda. En la Argentina ya sucedió.
El ánimo ahora es de recuperación demorada. Nadie en Wall Street duda de que eventualmente sucederá, pero como los generales en la Primera Guerra Mundial, se habla de cavar hondo para el largo recorrido que falta hacer. Citigroup, el mayor grupo bancario en Estados Unidos, ha estado silenciosamente construyendo su edificio, a prueba de bombas, en el centro de la ciudad. Otros abandonan el sur de Manhattan totalmente, como el Bank of America, Cantor Fitzgerald y Morgan Stanley. El carácter del sur de Manhattan está irrevocablemente alterado. Las Torres Gemelas eran los edificios más visibles que cayeron, pero cuatro otros también fueron destruidos y las 23 propiedades de los alrededores resultaron dañadas; 10 de ellas todavía están vacías.
“El porcentaje de los edificios desocupados (en edificios no dañados) es del 20 por ciento y sigue expandiéndose”, dice Myers Mermel, de la agencia de propiedades Tenantwise.com “La gente no quiere trabajar aquí.” Century 21, la gran tienda de descuento frente a zona cero, reabrió a fines de febrero. Las ventas han bajado un 10 por ciento del año pasado. “El mayor problema para nosotros es que el centro de transporte debajo del Trade World Center todavía se está construyendo”, dice su principal jefe de operaciones, Raymond Gindi. Está en el directorio del comité que inspecciona la reconstrucción de zona cero, que, dice, se está moviendo lentamente. “Estamos en el punto en que hay tantas opiniones divergentes de gente como las familias de las víctimas y los urbanistas. Esto está siendo dirigido por un comité y es muy difícil conformar a todo el mundo; creo que va a llevar mucho tiempo.”
Pero mientras Nueva York está reparando el daño físico del 11 de setiembre, las cicatrices en la economía demorarán más en desaparecer. Y con la perspectiva de una guerra contra Irak en ciernes, es probable que el ánimo sombrío de Wall Street se oscurezca aún más.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.