Miércoles, 17 de septiembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL CRIMEN ORGANIZADO LLEVA EJECUTADAS 450 PERSONAS EN LOS úLTIMOS 25 DíAS
La explosión de cuatro artefactos durante la conmemoración de la guerra de independencia en Morelia (estado de Michoacán) dejó al menos ocho muertos, incluidos varios turistas y 132 heridos. La cifra podía crecer.
Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D. F.
La violencia en México escaló el último peldaño y la noche del lunes pasó del temor al terrorismo. No es mera semántica. La explosión de cuatro artefactos durante la conmemoración del 198 aniversario de la guerra de independencia, ocurrida en Morelia, capital del estado de Michoacán, la tierra nativa del presidente Felipe Calderón, rebasó la ya de por sí escalofriante cifra de ejecuciones atribuida al crimen organizado (más de cuatro mil desde que inició la administración de Calderón, 450 en los últimos 25 días, desde la firma del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad) y se inscribe en acciones terroristas. El saldo hasta este momento es de ocho muertos y 132 heridos.
Las explosiones –aparentemente causadas por granadas de fragmentación, aunque oficialmente no se ha confirmado– ocurrieron en medio de una verbena popular a la que asistían unas 30 mil personas. Una tras otra, las explosiones iniciaron justo frente al palacio de gobierno estatal y a un costado de la catedral, en los jardines de la plaza Melchor Ocampo, minutos después de las 11 de la noche, cuando el gobernador de extracción perredista Leonel Godoy iniciaba el repique de campanas para conmemorar un aniversario más del inicio de la Guerra de Independencia, en 1810. Cuando Godoy sonó la primera campanada se escuchó la primera detonación; la segunda, instantes después a un par de calles de ahí. Antes de una hora, otras dos explosiones fueron registradas en otros puntos de la ciudad de Morelia, mientras el gobierno federal apenas empezaba a reaccionar.
Tras los primeros estallidos, elementos de la 21 zona militar y todas las corporaciones policíacas cercaron la zona de los atentados y prácticamente sellaron las entradas y salidas de la ciudad.
En la capital del país, Calderón terminaba de dar “el grito”, como se llama popularmente a la ceremonia, y de tañir la campana original con la que se llamó a la población a levantarse en armas hace casi dos siglos. Ahora, se frustró la fiesta que tradicionalmente encabeza el presidente con todo su gabinete de gobierno, los representantes diplomáticos acreditados en el país y sus invitados especiales. Esta sería la primera ceremonia para Calderón, pues el año pasado prefirió ir al pueblo de Dolores, donde se inició la rebelión independentista en 1810, y dejó el Zócalo de la Ciudad de México a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, quien en esta ocasión compartió el espacio con Calderón, cada quien en su propia ceremonia, separada por menos de una hora.
En lugar de fiesta, Calderón tuvo que convocar a una reunión urgente del gabinete de seguridad. Horas después, emitió un comunicado para condenar los hechos: “Ante los acontecimientos de violencia en la ciudad de Morelia, Michoacán, el gobierno de la República manifiesta su más enérgica condena y su disposición a redoblar esfuerzos para apoyar al estado de Michoacán y a su gobierno en la investigación de los hechos, para desterrar la criminalidad y la violencia que padece”, dijo.
Para ese momento, sólo se habían registrado dos explosiones. Entre la 1 y la 1.15 de la mañana de ayer, martes, ocurrieron otras dos. Para ese momento, la Secretaría de Marina y el Ejército mexicano comenzaban a resguardar instalaciones estratégicas en todo el Estado: dos hidroeléctricas, una termoeléctrica y todas las instalaciones portuarias, incluida una terminal de almacenamiento de hidrocarburos de Pemex.
La cifra de muertos y heridos fue creciendo a lo largo de la madrugada, y pasó de tres muertos y 45 heridos a ocho muertos y 101 heridos hasta las 9 de la mañana de ayer, según el secretario de Salud estatal, aunque la Procuraduría General de la República –que atrajo la investigación– sólo registra siete muertos y 108 heridos. En cualquier caso, nueve personas se encontraban en riesgo de morir por las heridas que recibieron, aparentemente por esquirlas de granadas. Muchos heridos eran turistas de otras partes del país, entre ellos por lo menos una decena de menores, incluyendo a un bebé de cuatro meses de edad. A las tres de la tarde, la cifra de heridos confirmados llegó a 132, de los cuales 52 permanecían hospitalizados.
Al menos seis personas jóvenes habían sido detenidas, aunque a ninguna de ellas se les había atribuido ninguna responsabilidad en los atentados que, hasta el momento de redactar esta nota, no había sido reivindicado por nadie.
Así, mientras que en Morelia fue cancelado el tradicional desfile militar y se decretaba “día de luto”, en la Ciudad de México Calderón presenció en la mañana de ayer la parada principal en la que participan fuerzas de elite del ejército, la armada y la fuerza aérea. En un discurso de último minuto, pidió unidad y soltó cualquier cantidad de descalificaciones por los atentados ocurridos 10 horas antes. “En nombre de la República demando en esta hora crítica la unidad”, dijo.
Morelia, su tierra, en ese momento se encontraba en virtual estado de sitio; la ciudad estaba ya bajo control del ejército. El secretario de la Defensa Nacional, el general Guillermo Galván, anunció que las fuerzas armadas estaban en alerta en todo el país, en prevención de que se repitieran los ataques, aunque se negó a calificar de “terrorismo” los atentados de la víspera. Fuentes castrenses filtraron a la prensa que el gobernador de Michoacán había recibido advertencias anónimas en su despacho, anunciando violencia entre el 15 y 16 de septiembre.
Por lo pronto, fuera del reforzamiento de la vigilancia militar en instalaciones estratégicas del país, la respuesta del gobierno y de la clase política ha sido retórica.
Quien pareció entender claramente el sentido de los atentados fue el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes, quien declaró que se trataba de “actos terroristas” que implican “un mensaje para el Estado”.
Y tiene razón, los atentados ocurrieron en la tierra de Calderón, justo en la fecha cívica más simbólica para la población mexicana. No puede ser una mera coincidencia.
Al menos, no es la primera vez que ocurre. El 20 de noviembre de 1910, cinco días después de que el dictador Porfirio Díaz celebraba el centenario de la independencia de México, estallaba la revolución que puso fin a casi tres décadas de su régimen, aunque la guerra civil se prolongó hasta entrados los años ’20. Paradójicamente, este lunes, las explosiones en Morelia se iniciaron casi simultáneamente al momento en que Calderón ponía en marcha un reloj que marca las horas que faltan para celebrar el bicentenario de la independencia, el 16 de septiembre de 2010.
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