Jueves, 15 de enero de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Mary Robinson *
En noviembre pasado visité la Franja de Gaza por primera vez en ocho años, al frente de una pequeña delegación de mujeres líderes embarcadas en una misión al ocupado territorio palestino y a Israel. La misión era para escuchar hechos y aprender de las mujeres de la región. Me impresionó la situación causada por el bloqueo a Gaza en términos de pérdidas de vidas, restricciones a los movimientos y una cantidad de otras violaciones a los derechos humanos. La ONU la llama una “crisis de dignidad humana” de 18 meses. Cualquiera que haya visto el sufrimiento no puede sino sentirse indignada. Muchas mujeres que conocí, preguntaban por qué, dada la tregua en el lugar, Israel no abría las fronteras para que por lo menos tuviera lugar alguna actividad civil.
A pesar de que Hamas había establecido el orden, algunas libertades básicas –de palabra, asociación y religión– estaban siendo restringidas. Tuvimos discusiones profundas con mujeres líderes palestinas e israelíes y con miembros de la comunidad. Estaban unificados en su convicción de que se debe hacer más de parte de ambos lados para lograr solución al conflicto, más pacíficas y por lo tanto más duraderas. Nos instaron a hacer todo lo posible para asegurar que la tregua entre Israel y Hamas se mantuviera.
Por lo tanto, es particularmente angustiante ver que Hamas se negaba a extender el cese del fuego que expiraba el 19 de noviembre y ver cómo Israel lanzaba una guerra a ultranza que ahora está agravando el sufrimiento que ya existía. Los ataques más recientes llegan después de más de cincuenta días de un bloqueo total sobre Gaza, exacerbando una funesta crisis humanitaria en la que más de tres cuartos de un millón y medio de residentes de la Franja de Gaza fueron dependientes de la provisión de alimentos y donde los suministros de agua, medicina, electricidad, diésel, aceite comestible y hasta alimentos son impredecibles y no confiables.
Era terrible escuchar mientras estuve en Gaza que la ONU tenía reservas de más de 150 millones de dólares de materiales para la construcción para reparar clínicas y escuelas en Gaza que el gobierno israelí tiene bloqueados en la frontera. Era desgarrante escuchar a las pobres mujeres granjeras en el pueblo de Beit Hanoun rogar por trabajo. “Nuestra tierra ha sido arrasada”, me dijeron. “Aprendimos bordado, pero no tenemos hilos. Aprendimos a hacer velas, pero no tenemos cera.” “Nuestros hijos tienen hambre y los enfermos no tienen medicinas.” Ahora me imagino a esas mujeres sin agua ni electricidad, atacadas desde el cielo con bombas y explosivos y soportando una invasión. Estoy profundamente horrorizada y consternada que esto sea la “nueva normalidad”.
¿Qué se debe hacer ahora? Claramente se deben intensificar los esfuerzos diplomáticos para forjar un nuevo cese del fuego. Añado mi voz al llamado de grupos como la Comisión Internacional de las Mujeres por una Paz Justa y Sostenible Palestina-Israelí –una alianza de mujeres líderes palestinas e israelíes que han exigido un inmediato cese de la agresión de las fuerzas militares israelíes en Gaza, que ya costó mil vidas–. Así como Israel debe finalizar su ataque sobre Gaza, Hamas debe cesar de lanzar misiles hacia Israel. Sólo entonces el minucioso trabajo de regresar a las conversaciones de paz total que incluyan a la unidad palestina, puede comenzar nuevamente.
En el frente humanitario, el apoyo a hospitales y la distribución de alimentos así como la restauración de electricidad, servicios sanitarios básicos y otros servicios deben facilitarse urgentemente, incluyendo el acceso a los cruces de frontera que fueron clausurados. Los recientes informes del Comité Internacional de la Cruz Roja acusando a Israel de demorar el acceso de ambulancias a Gaza para asistir a los heridos es particularmente preocupante y otra brecha potencial a la ley internacional humanitaria.
Como están las cosas actualmente, sólo los extremistas están ganando. La guerra está destruyendo a Medio Oriente. Se debe encontrar una nueva forma, una que asegure que los israelíes pueden vivir en paz y seguridad y el pueblo palestino, que ha sufrido demasiado durante demasiado tiempo, pueda vivir finalmente con dignidad.
* Ex presidenta de Irlanda y alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU. Fundadora y presidenta de Realizing Rights: La Iniciativa de la Globalización Etica. Publicado en openDemocracy.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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