Viernes, 25 de septiembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › BARRICADAS, PROTESTAS Y MAS DETENCIONES
Por Mercedes López San Miguel
El miedo comienza cuando cae la noche en Honduras. Ayer, Tegucigalpa vivió un día más tranquilo, sin toque de queda ni ambulancias surcando a toda velocidad las calles del centro. La presencia de policías y militares desperdigados por toda la capital y los barrios periféricos más conflictivos desalentó a la resistencia, que decidió evitar nuevos choques y nuevos muertos. Pero cuando el sol se pone, la calma de facto desaparece. Ayer, por segunda noche consecutiva, los barrios de las afueras de la capital estallaron con protestas y barricadas en las calles. Todo pasa al amparo de la noche. Los zelayistas se animan a salir y los militares a allanar casas y detener personas, sin orden judicial ni acusación formal. “Cada noche se pone peor y las historias que nos cuentan al día siguiente cada vez son más terribles”, señaló a este diario Bertha Oliva, una veterana defensora de derechos humanos.
En diálogo telefónico con Página/12, Oliva relató uno de los enfrentamientos de anteanoche: “No bien oscureció un grupo de jóvenes salió a protestar contra la dictadura en el barrio de Suyapa. Eran más de 50 y básicamente armaron una barricada en una de las avenidas centrales de la colonia (barrio). Según nos contaron los vecinos, el párroco de la zona, un hombre de nombre Víctor Luis, llamó a la policía y en menos de 20 minutos llegaron doce comandos del ejército y otros cuatro autos de la oficina de investigación de la policía. Los chicos salieron corriendo no bien los vieron; una señora los hizo entrar a su casa, pensando que la policía se iría rápido. Pero para su sorpresa los militares empezaron a disparar, hicieron trizas las ventanas. Después rompieron la puerta, entraron, levantaron todos los casquillos y se llevaron a una decena de jóvenes”.
Oliva y otros compañeros se pasaron el día discutiendo en la comisaría para que los liberaran. Finalmente lo hicieron. “En total se logró liberar a cerca de cien personas que habían sido detenidas a la noche. Pero es agotante. Ahora en unas horas empieza todo de nuevo”, aseguró, resignada, mientras calculaba cuánto faltaba para el atardecer.
Como ella, los líderes de la resistencia intentaban romper con esta lógica perversa instalada por el régimen de facto. El miércoles la dirigencia popular que reclama en las calles hace 87 días por la vuelta de Zelaya había decidido suspender las movilizaciones masivas en el centro de Tegucigalpa para evitar provocaciones de las fuerzas de seguridad y nuevos enfrentamientos fatales. Habían propuesto pequeños focos de resistencia en los suburbios.
Pero las protestas son incontrolables y ayer uno de los máximos líderes de la resistencia, el dirigente campesino Rafael Alegría, tuvo que dar un paso atrás. “Las bases de la resistencia han pedido que a partir de mañana (por hoy) la manifestación sea combinada en las calles de la ciudad y en los barrios”, señaló. Según explicó a este diario una fuente que hace de intermediador entre el círculo de Zelaya y el movimiento de la resistencia, los seguidores del presidente legítimo no quieren resignar el centro de la capital, el corazón mediático y simbólico de la nación.
El dictador Roberto Micheletti aprovechó el primer día sin toque de queda desde la vuelta de Zelaya al país para organizar una manifestación masiva en el centro de Tegucigalpa. Con la presión de toda la comunidad internacional encima, el presidente de facto quería demostrar que no estaba solo.
Dirigidos por autoridades de las universidades privadas y de las cúpulas empresariales, miles de golpistas identificados por sus remeras blancas protestaron frente a la oficina de las Naciones Unidas y la embajada norteamericana. La convocatoria no fue tan masiva como las manifestaciones de la resistencia en los últimos días, pero para los zelayistas fue un recordatorio de que, en este lucha, no pueden dar un paso al costado ni regalar espacios a la dictadura.
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