Sábado, 23 de octubre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EN MEDIO DE UNA BATAHOLA, LOS LEGISLADORES FRANCESES APROBARON LA REFORMA PREVISIONAL EN UNA AJUSTADA VOTACIóN
El Ejecutivo consiguió su reforma más emblemática en medio de protestas, reclamos estudiantiles e intervenciones violentas de la policía para levantar las barricadas en los depósitos de combustible y críticas ásperas de la oposición.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Al cabo de 150 horas de debates el Senado francés adoptó anoche el proyecto de ley de reforma del sistema de jubilaciones por 177 votos a favor y 153 en contra. En medio de una batahola de protestas, movimientos estudiantiles, intervenciones pesadas de la policía para levantar las barricadas en los depósitos de combustible y críticas ásperas de la oposición de izquierda, el gobierno forzó el paso de la ley mediante el artículo 44 de la Constitución.
Este le permite que una ley sea aprobada por el Senado con una sola votación sin que se tengan en cuenta los contenidos de fondo de las enmiendas interpuestas por la oposición. Los socialistas, los verdes, los comunistas y los radicales de izquierda acusaron al Ejecutivo de haber “pisoteado los derechos de la oposición” al no dar lugar a los debates. Nicolas Sarkozy obtuvo así la aprobación de su reforma más emblemática pero con un país adverso, un sector estudiantil sublevado, manifestaciones multitudinarias, problemas de abastecimiento de combustible debido a la huelga en las refinerías, arrestos por demás injustificados de adolescentes de 15 años que bloqueaban los bachilleratos, intervenciones policiales pesadas contra los trabajadores, paros en los transportes, la unión contra la reforma de las ocho organizaciones sindicales más importantes del país –lo que no es común– y una sensación global de que el Ejecutivo puso a la opinión pública en su contra más por el estilo provocador y sordo con que se llevó a cabo la reforma que por el contenido global de la misma.
El ministro de Trabajo y promotor del proyecto de ley, Eric Woerth, defendió en cambio lo que calificó como “un proyecto fundamental para nuestro porvenir”. Woerth dijo: “Llegará el día en que los adversarios de ayer le reconocerán al presidente de la República, al gobierno y a la mayoría haber tenido la valentía de asumir su entera responsabilidad”. En el otro lado del tablero, la primera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, denunció “el golpe” del gobierno, mientras que Jean-Pierre Bel, presidente del grupo comunista en el Senado, dijo que “nunca un poder había sido tan insensible a un movimiento social profundo, masivo”. El Ejecutivo justifica la reforma con la obligación de cubrir las necesidades de un sistema deficitario. En 2018 harán falta cerca de 70 mil millones de euros. Ese boquete presupuestario se financiará con el aumento de la edad de la jubilación, el incremento del impuesto a las ganancias y gravámenes sobre ciertos productos financieros (7 mil millones de dólares). Los sindicatos y la izquierda tachan la reforma de injusta porque casi toda la carga financiera recae sobre las espaldas de los más modestos. El ojo del huracán social está ahí. Las estadísticas son límpidas: entre septiembre y octubre hubo seis jornadas masivas de huelgas y protestas con varios millones de personas en las calles de las ciudades y los pueblos más pequeños de Francia.
El gobierno montó una hábil escenografía e hizo aprobar la reforma el día en que comienzan las vacaciones de Todos los Santos. Los consejeros del presidente deducen que esa feliz coincidencia sosegará la potencia del movimiento social que se forjó en el país con la reforma. La apuesta oficial por el calendario no es una garantía de éxito en un país exasperado. Aunque disminuyeron, las huelgas y las perturbaciones persisten y ni los sindicatos ni los estudiantes bajaron la guardia. Muy por el contrario, el jueves, la máquina sindical convocó a una nueva huelga –28 de octubre– y a otra fase de manifestaciones –6 de noviembre–. Las fechas coinciden con el voto del texto por las dos Cámaras y con la promulgación de la ley por el presidente de la República. Las vacaciones estudiantiles tampoco desactivaron a la juventud. La UNEF, el principal sindicato estudiantil, hizo un llamado para que, el próximo martes, “los jóvenes y los estudiantes multipliquen las iniciativas de movilización durante una jornada nacional”. La UNEF busca demostrar que la movilización perdura durante las vacaciones, en contra del cálculo gubernamental. La oposición a la reforma de la jubilación recoge mayorías aplastantes entre los jóvenes:73 por ciento se oponen a ella. Desde hace dos semanas y hasta ayer, los estudiantes y bachilleres organizaron protestas y bloqueos en las grandes ciudades. El viernes, cerca de 200 bachilleratos y una docena de universidades estaban bloqueados o perturbados por el movimiento.
Francia seguía aún ayer en busca de una gota de combustible. Las estaciones de servicio, afectadas por la huelga en las doce refinerías del país y los piquetes en los depósitos de carburantes, están secas. Alrededor del 20 por ciento del parque de estaciones de servicio está vacío y el gobierno reconoció ayer que el “retorno a la normalidad” sería más extenso de lo previsto. La policía antidisturbios recuperó por la fuerza el control de una importante refinería al este de París, la de Grandpuits. El personal salió traumatizado de la experiencia por la extrema violencia que se desató en el operativo. Grandpuits es una refinería clave porque de allí sale buena parte del combustible que necesitan París y los aeropuertos de Orly y Roissy-Charles de Gaulle.
Nicolas Sarkozy ganó ayer la batalla institucional con la adopción del proyecto de ley que hace pasar la edad mínima para jubilarse de los 60 a los 62 años y de 65 a 67 el período necesario al cobro pleno de la jubilación. Sin embargo, por ahora va perdiendo la batalla de la opinión pública. El presidente habrá hecho el trabajo más expuesto y delicado. Aunque hoy fustiguen la reforma, los socialistas tampoco están de acuerdo entre ellos sobre la manera de regular los aportes a las cajas. A su manera sobradora y sin miramientos, Sarkozy allanó el camino para todos. Pero el estilo con el que procedió, su enfoque policial y provocador, su gusto por el permanente choque frontal, su imposibilidad a ganar con delicadeza y no por la fuerza, su conservadurismo demodé, la falta de un discurso táctico dirigido a la juventud, los agujeros volcánicos de sus consejeros a la hora de leer y anticipar la capacidad de convocatoria de los sindicatos y el mantenimiento en el Ministerio del Trabajo del ministro comprometido con el titánico escándalo L’Oréal, todo ello le valió el encono de su pueblo. Sarkozy cavó un hondo pozo de impopularidad con índices inéditos en la historia de Francia. Las brasas de la batalla no se apagaron con la adopción del proyecto de ley. Muy por el contrario. La estrategia empleada les dejó a los sindicatos mucho aliento para volver a encenderlas.
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