Miércoles, 17 de noviembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EL PRESIDENTE FRANCéS HABLó POR TELEVISIóN TRAS LA REESTRUCTURACIóN DEL GABINETE
El mandatario francés dio cuenta por televisión de los objetivos de su gobierno, como reforma fiscal, inmigración y expulsión de los gitanos, G-20, tasas financieras y el escándalo por el espionaje a periodistas.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Nicolas Sarkozy se puso al timón del barco remodelado. Dos días después de haber cambiado la composición del gabinete ministerial el presidente francés detalló anoche en la televisión la hoja de ruta para los próximos 18 meses que le quedan de mandato. Reforma fiscal, justicia, inmigración, espionaje de los periodistas, nuevo gobierno, G-20, tasas financieras, empleo, terrorismo, popularidad en declive o expulsión de los gitanos, Sarkozy evocó todos los temas sin insistir demasiado en lo que fue la palabra fetiche de su mandato: reforma. Los franceses vieron a un presidente menos provocador, tenso, por momentos a la defensiva y de una austeridad que contrastó con el estilo ostentatorio de otras intervenciones. El mandatario francés se consagró a limar las connotaciones más negativas del “sarkozysmo” y a emitir un discurso plano, donde la ausencia de grandes medidas, el rigor de los anuncios y el carácter protector marcaron las más de dos horas de una intervención cuyo rumbo siempre fue hacia la derecha.
Sarkozy salió a la arena catódica con un torbellino a sus espaldas. Las brasas del conflicto social que se plasmó en contra de la reforma del sistema provisional aún están calientes y todavía sigue presente el mal recuerdo del giro a la derecha que el presidente protagonizó en agosto con un duro discurso centrado en la seguridad, lo que se concretó en la expulsión de los gitanos de Francia y la asimilación de la delincuencia con la inmigración. Más aún, el gabinete designado el domingo se concentró en torno de la guardia pretoriana más conservadora y dejó afuera a la familia centrista y a los socialistas que habían cruzado el Bulevar sin penas ni arrepentimientos para formar parte de su gobierno. Ello activó la ofensiva de los centristas al tiempo que, al mantener al mismo primer ministro, Sarkozy transfirió buena parta del equilibrio político del país hacia el ceñudo jefe del Ejecutivo, François Fillon. Si a ello se le agregan los sondeos negativos, el impacto de la crisis y la pésima imagen que dejó la continuidad de Eric Woerth en su cargo, el ministro de Trabajo implicado en el escándalo L’Oréal y otros turbios asuntos colaterales, Sarkozy tenía que rendir muchas cuentas. En lo esencial, el presidente empezó adelantando que era muy probable que se suprimiera una de las medidas más defendidas por él y cuestionadas por la población, el llamado “escudo fiscal”. Este dispositivo reduce a 50 por ciento de las ganancias los impuestos que pagan los más ricos. El jefe del Estado dijo que era favorable a la supresión del escudo fiscal y también del impuesto sobre las grandes fortunas, el ISF instaurado por el difunto presidente socialista François Mitterrand. Según Sarkozy, en septiembre del año que viene el Ejecutivo propondrá una reforma fiscal en la cual se introducirá un nuevo impuesto a las ganancias y otro sobre las plusvalías del patrimonio. En un campo más social, Sarkozy propuso nuevas medidas para paliar la dependencia de las personas de la tercera edad, dispositivos destinados a activar el mercado de trabajo y una nueva reforma de la Justicia con la introducción de jurados populares.
Nicolas Sarkozy alabó y defendió a su primer ministro, se mostró fiel con el renunciado ministro de Trabajo, a quien calificó como un “hombre honesto”, recalcó que no lamentaba su discurso sobre la seguridad –ese en el cual los extranjeros pasaron a ser demonios– negó toda implicación en el espionaje ilegal de los periodistas que investigan el escándalo L’Oréal y repitió que la reforma del sistema provisional era una necesidad: El mandatario, no obstante, reconoció que había cometido un error al crear un Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional. “Renuncié a la identidad nacional como palabras porque eso suscitó malos entendidos. Pero, en el fondo, no renuncio. (...) Si no se controlan los flujos migratorios, estamos organizando el colapso de nuestro sistema de integración”, dijo el presidente.
Retomando una idea mil veces repetida, el jefe de Estado dijo que “Francia debe mostrar el ejemplo sobre los gravámenes de las transacciones financieras”, a fin de financiar el desarrollo de Africa. Sarkozy volvió a patrocinar el principio de “un nuevo sistema financiero internacional” y atacó con virulencia la especulación en torno de las materias primas. Globalmente, la intervención de Nicolas Sarkozy se inscribió en la continuidad con algunos matices menos exagerados y la promesa de renunciar a una de sus medidas emblemáticas: el escudo fiscal. Nada cambiará. Nicolas Sarkozy se mostró anoche más táctico y tranquilo y no hizo sino presentar el nuevo look de una hoja de ruta bañada en el conservadurismo liberal.
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