Los restos del coronel Edgar Yesid Duarte y los tenientes Elkin Hernández y Alvaro Moreno –todos miembros de la policía–, y del sargento del Ejército José Libio Martínez llegaron ayer a Bogotá. Un avión de la Fuerza Aérea colombiana trasladó los cuerpos de los prisioneros desde el departamento de Caquetá, donde el sábado fueron encontrados muertos tras un enfrentamiento de las fuerzas de seguridad con guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que los mantenían cautivos. Según aseguró el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, todos recibieron tiros de gracia: tres de ellos presentaban tiros en la cabeza y el cuarto en la espalda. Los fallecidos llevaban entre 12 y 13 años como prisioneros. Al llegar al aeropuerto militar bogotano, donde se ofició una misa en su memoria, recibieron honores póstumos. Según aseguraron las autoridades, sus restos fueron examinados ayer en la sede de Medicina Forense. Hoy se realizará el entierro de los cuatro miembros de las fuerzas de seguridad.

Quien arribó sano y salvo a Bogotá fue el sargento de la policía Luis Alberto Erazo. El rehén de las FARC corrió con mejor suerte que sus compañeros de detención y logró escapar con vida ni bien comenzaron los disparos. Tras ser rescatado el sábado en la selva por el Ejército, Erazo relató que se salvó de ser ejecutado gracias a que había olvidado la orden de correr hacia los guerrilleros para protegerse si comenzaba un operativo de rescate, pues en caso contrario podrían quedar en medio del fuego cruzado. “En días anteriores el comandante Arturo nos dijo que ante disparos no debíamos correr hacia afuera sino hacia adentro, para que ellos nos protegieran. Se me olvidó la consigna y yo corro y mis compañeros sí lo hacen hacia adentro. Eso fue lo que a mí se me olvidó y mis compañeros se fueron hacia allá y los asesinaron”, contó el sargento en rueda de prensa con los medios colombianos.

Sin embargo, el suboficial dijo que ese día todo estaba en calma cuando un guerrillero que lo vigilaba le hizo varios disparos que le causaron heridas en el rostro y en el cuello. Eso hizo que decidiera correr en dirección contraria a sus custodios. Después de un tiempo comprendió que, ante la proximidad de las tropas, habían intentado matarlo y que sus compañeros fueron ejecutados porque en lugar de correr en sentido contrario lo hicieron hacia donde se encontraban los guerrilleros.

“Yo estaba doblando una toalla y escuché un disparo a 30 metros y se viene la granizada de disparos y luego vienen los disparos en la cara y en el cuello. Lo único que se me ocurrió fue irme al monte y se me pegaron dos guerrilleros y luego los perdí”, relató. El ex rehén contó que después de haber sacado un trecho de ventaja a los guerrilleros se ocultó en la selva por unas ocho horas y volvió a caminar cuando oyó ruidos. “En un claro muy grande en la selva vi unos uniformados que trabajaban con motosierra. Cuando veo a uno con casco y con visores nocturnos, supe que eran soldados y voy para allá. Me abrazaron y no me soltaron, me dieron la bienvenida”, precisó. El sargento Erazo recibió en su habitación del Hospital de la Policía al presidente Juan Manuel Santos y aseguró que seguirá trabajando en la policía.

La Oficina en Colombia del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos afirmó en un comunicado: “Estos hechos irracionales no son una práctica aislada o esporádica sino que son crímenes de guerra que podrían constituir crímenes de lesa humanidad y son el producto de la deshumanización progresiva del conflicto armado interno colombiano”. El asesinato de los cuatro rehenes recibió ayer el repudio unánime del gobierno, la comunidad internacional y organizaciones intermedias.