EL MUNDO › EE.UU. TOMO DOS PALACIOS PRESIDENCIALES EN EL CENTRO DE LA CIUDAD
Invadidos en el corazón de Bagdad
Una columna de 100 tanques y blindados norteamericanos controla gran parte de la zona gubernamental de Bagdad, y ya tomaron sin demasiada dificultad dos palacios de Saddam. Los combates en el oeste, desde donde partió la invasión, dejaron un tendal de muertos, mientras en el este de la ciudad se vive una inusual atmósfera de tranquilidad.
Bagdad quedó dividida en dos y Estados Unidos ya está en su más profundo interior. En la ribera oeste del río Tigris, en el centro más céntrico de una ciudad de cinco millones de iraquíes, la Tercera División de Infantería de Estados Unidos controla los dos palacios del principal complejo presidencial de Saddam Hussein. No se trata, como fue en la primera incursión por la autopista 8, de un “toco y me voy”. Cuando los soldados norteamericanos rompieron las puertas del primer palacio, lo hicieron para quedarse. Del otro lado del Tigris, un policía dirigía el tráfico haciendo la “V” de la victoria y blandiendo su Kalashnikov, mientras el ministro de Información (cuyo edificio fue rodeado) iraquí decía desde la terraza del hotel de los corresponsales extranjeros que Irak “estaba ganando” (ver nota aparte). Ni Estados Unidos ni Irak dieron cifras de muertos y heridos, pero los combates que se libraron en el camino de la columna norteamericana fueron tan intensos como extrañamente pacífica la toma de un símbolo de poder de Saddam que evidentemente no contenía nada tras tres semanas de bombardeos permanentes. Por lo menos 15 civiles murieron por un misil caído en Mansour y los hospitales directamente ya no pueden atender a la cantidad de heridos (ver pág.5).
Ocho de la mañana del lunes 7 de abril en Bagdad, cuando empezó todo según los corresponsales que todavía quedan allí. La ciudad amaneció con el cielo nublado, pero con una buena visibilidad tratándose de los humos acumulados de piletas de petróleo incendiadas, edificios destruidos y proyectiles de todo tipo trazando líneas en el aire de la ciudad. Los norteamericanos comenzaron a intensificar tiros de morteros sobre la zona donde están los palacios presidenciales, la sede de los servicios secretos iraquíes, el cuartel general del partido Baaz y el centro de comando, además de las estaciones principales de radio y televisión: la concentración del poder iraquí. La respuesta se dejaba escuchar en ráfagas de fusiles AK-47.
A lo largo del Tigris, cuatro tanques M1 Abrams comenzaron a llegar lentamente hacia las 8.30 a las proximidades del primero de los palacios, entre pequeñas humaredas. Las ráfagas de metralla seguían sonando, pero algunos pocos civiles iraquíes comenzaron a correr. Otros pocos efectivos de la Guardia Republicana fueron tomados como prisioneros luego de intercambios de fuego más bien modestos. Otros directamente se tiraron al Tigris. Los soldados del Tercer Cuerpo de Infantería pudieron tirar abajo sin problemas las puertas del palacio y hasta tuvieron tiempo de ver el lujo de las canillas doradas de los baños, la amplitud y luminosidad de los salones, el cuidado de las sillas y sillones y el fasto de las paredes ornamentadas. Todo lo que se decía de los palacios de Saddam en los tiempos en que los inspectores buscaban allí armas prohibidas.
Dos horas después, con el cielo que ya recuperaba su habitual humo permanente que no dejaba ver de una orilla del Tigris lo que pasaba en la otra, una columna de 70 tanques se dispersaba en la zona para asegurar el primer palacio y comenzar la toma del segundo, más pequeño que el primero. Unos pocos tanques siguieron camino hacia la sede del Ministerio de Información, pero simplemente lo rodearon y se fueron, para instalarse y afianzarse en los palacios conquistados.
Hacia el mediodía, los sonidos de la batalla se hicieron mucho más intensos en el sur y oeste de la ciudad. En otro puente sobre el Tigris, hacia el sudoeste, por donde los marines estarían entrando, dos camiones de tropas iraquíes cruzaron para preparar defensas. “Con nuestra sangre y nuestro espíritu, nos sacrificaremos por Saddam”, gritaron frente a la corresponsal de The Guardian.
Pero la tranquilidad casi surrealista del centro de la ciudad contrastaba cada vez más con los feroces combates en el oeste, en la línea del avance norteamericano. Fue en miniatura una réplica de lo que fue la progresión de las tropas angloamericanas a lo largo de Irak: muy rápida para avanzar, y luego más difícil de defender detrás de la línea de avance. Así, el oeste de la ciudad se convirtió en un infierno. Hacia las14.30, comenzaron los bombardeos a baja altura de los cazas norteamericanos, tratando de alcanzar a la artillería liviana iraquí apostada en varias calles con el apoyo de varios tanques.
La corresponsal de Reuters dijo que se hizo una durísima zona de combate. “La artillería está estallando por todas partes, entre las casas, en zonas residenciales, donde sea. Las explosiones se producen sobre nuestras cabezas. Prácticamente no hay dónde esconderse, porque las paredes están siendo alcanzadas todo el tiempo”. Así llegó el misil sobre el barrio Mansour, una zona completamente residencial, que mató a por lo menos 14 personas al alcanzar a dos casas.
“Los iraquíes aún tienen capacidad militar, pero no controlan la ciudad. Lo que vieron hoy no es la entrada de nuestras tropas a Bagdad, sino otra acción simbólica para mostrarle al régimen que está acabado”, explicó el vocero del Comando Central angloamericano en Qatar, Vincent Brooks. En el este de la ciudad, según el reporte de Robert Fisk de The Independent y de otros corresponsales, todo parece seguir con normalidad: en los bares, los parroquianos discuten sobre la guerra, los autobuses siguen funcionando, hasta hay algunos negocios abiertos. La Bagdad dividida y semiconquistada parece un fantasma donde los muertos se cuentan ahora en el oeste y la pregunta sobre dónde está el núcleo de la resistencia y el régimen iraquí sigue flotando en el aire.