En medio de un clima de anarquía, Libia celebrará el sábado sus primeros comicios generales en casi 50 años para elegir a las autoridades que reemplazarán al gobierno interino que tomó el poder tras el derrocamiento y asesinato, en octubre último, del ex presidente Muammar Khadafi. Las elecciones se celebrarán con el país territorialmente partido y crecientemente inestable desde la caída de Khadafi, con una región oriental autoproclamada autónoma y opuesta a otros centros de poder –todos enfrentados entre sí–, ubicados en el oeste, en torno de Trípoli, el centro y hasta en el desértico sur.

A esta fragmentación se suman enfrentamientos y otros hechos de violencia protagonizados por las milicias que derrocaron a Khadafi y que ahora dominan localidades rivales, una inseguridad ejemplificada por una reciente toma del aeropuerto de Trípoli y por el secuestro de cuatro empleados de la Corte Penal Internacional. Con este fondo, los comicios esperan poner fin al período khadafista, que comenzó en 1969, que políticamente se caracterizó por una concentración unipersonal de los poderes Legislativo y Ejecutivo, sin partidos políticos y con un Consejo General del Pueblo controlado por el coronel nacionalista árabe. Khadafi implementó en 1977 una república “yamahiriya” (Estado de masas), cóctel singular de socialismo y nacionalismo islámico, que en los papeles abogó por una “democracia directa” del pueblo. Afecto a cerrar sus acuerdos más importantes en una tienda bereber en pleno desierto del Sahara, arropó su proyecto y se mantuvo en el poder gracias a un intrincado sistema de acuerdos políticos y económicos con los numerosos clanes y tribus que implosionó tras su muerte. A poco más de ocho meses de la caída de Khadafi, Libia elegirá ahora a los 200 miembros del nuevo Parlamento, que a su vez debe nombrar un nuevo gobierno y un comité de expertos encargado de redactar una nueva Constitución, la cual posteriormente será sometida a referendo.