Lunes, 30 de julio de 2012 | Hoy
EL MUNDO › LAS ELECCIONES MUNICIPALES DE OCTUBRE EN BRASIL DEFINEN ALIANZAS Y POSICIONES DE CARA A LAS PRESIDENCIALES DE 2014
En San Pablo y Belo Horizonte se traban batallas que involucran directamente a figuras clave en el escenario político: Lula da Silva y la presidenta Dilma Rousseff de un lado, José Serra y Aécio Neves de otro.
Por Eric Nepomuceno
A partir de ahora, faltando pocas semanas para que empiece la propaganda electoral por radio y televisión, la disputa por las alcaldías brasileñas gana nuevo impulso. Son alrededor de 5500 municipalidades que elegirán o reelegirán sus alcaldes, con la primera vuelta de votación el 7 de octubre y la segunda, si se da, el 28. Dos domingos cruciales, y no sólo para los próximos cuatro años de los municipios brasileños, sino, principalmente, para que se definan posiciones y alianzas frente al panorama de las elecciones presidenciales de octubre de 2014.
Por más que los sondeos y encuestas indiquen que la principal preocupación de los habitantes de municipios es la salud pública –catastrófica en Brasil–, no queda espacio para ninguna duda: en 2012, más quizá que en años anteriores, las elecciones municipales están directamente atadas a temas nacionales. O mejor: a 2014.
Las atenciones se concentran en las grandes capitales, por razones obvias. San Pablo, por ejemplo, además de abrigar la mayor concentración urbana de Sudamérica y la segunda mayor de América latina, concentra el tercer mayor presupuesto del país más rico de la región. Tradicional bastión conservador tuvo, en los últimos 30 años, dos alcaldesas de izquierda, Luisa Erundina y Marta Suplicy, ambas del PT de Lula, y un socialdemócrata progresista, Mario Covas, del PSDB de Fernando Henrique Cardoso y del actual candidato, José Serra. Los demás han sido variaciones entre conservadurismo, populismo de derechas y corrupción extrema.
El segundo foco importante de disputa está en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais. Hay que recordar que el singular calendario electoral brasileño hace que una elección local tenga o pueda tener fuerte influencia en las siguientes, que se dan en ámbito regional y federal. En 2014, además de presidente, se elegirán los gobernadores provinciales, y el partido –o sector de partido– que cuente con mayor número de alcaldes podrá beneficiarse de esa capilaridad.
Por esas y otras razones, y por tener un impacto, en el escenario nacional, distinto al observado en otros países sudamericanos, las elecciones municipales brasileñas merecen atención. En dos ciudades se traban batallas que involucran directamente a figuras clave en el escenario brasileño: Lula da Silva y Dilma Rousseff de un lado, José Serra y Aécio Neves de otro. E, indirectamente, de manera extremadamente sutil en el caso del PT y bastante evidente en el PSDB, entre ellos mismos dentro de sus respectivos partidos.
En San Pablo, Lula da Silva hizo una apuesta de altísimo riesgo. Inventó la candidatura de Fernando Haddad, ex ministro de Educación de su gobierno y luego de Dilma. Haddad jamás participó de una elección mayoritaria, y se enfrentará a José Serra, que, además de haber sido diputado, senador, ministro y gobernador, también fue alcalde de San Pablo.
En Belo Horizonte, al frustrarse la esdrújula alianza que juntaba a los dos partidos más antagónicos del escenario político, el PT de Lula y el PSDB de Serra, alrededor de un candidato de otro partido, el PSB (Partido Socialista Brasileño), la misma Dilma Rousseff optó por un candidato de su partido, como previa del posible enfrentamiento que tendrá en 2014 con el ex gobernador de la provincia y actual senador Aécio Neves. Son riesgos calculados. Lula, cuando impuso el nombre de Haddad a su propio partido (la candidata natural sería la ex alcaldesa y actual senadora Marta Suplicy), pensaba empeñarse a fondo y lograr la misma hazaña que hizo con Dilma, que tampoco había disputado una elección: que se la eligiera presidenta de Brasil. A mitad del camino se enfrentó a un cáncer, que fue controlado, y ahora padece los efectos colaterales del tratamiento posterior. Es decir: no podrá dedicarse todo lo esperado a la campaña de su candidato. Si pierde, habrá justificativo plausible. Si logra llevarlo al segundo turno, ya será una victoria importantísima, con el consecuente refuerzo de arsenal para una hipotética vuelta a la presidencia en 2014. Si logra llevarlo a la alcaldía, habrá operado una especie de milagro.
En relación con su principal opositor, José Serra, dos veces derrotado en sus intentos de alcanzar la presidencia (en 2002, por el mismo Lula; en 2010, por Dilma), una derrota significará otro sepelio para su sinuosa carrera política, que nació en la izquierda para luego saltar, y con entusiasmo, hacia la derecha más retrógrada. Encabezando las encuestas, con alrededor de 30 por ciento de las intenciones de voto, Serra ostenta un dato singular: cuenta con 37 por ciento de rechazo absoluto del electorado. Es decir, en las encuestas, ése es el porcentaje de entrevistados que declaran que no votarían por él bajo ninguna circunstancia. En términos de rechazo, es un marco histórico.
En Belo Horizonte, el cuadro es igualmente complejo y desafiador. Aécio Neves, nieto del frustrado Tancredo Neves, quien hubiera sido el primer presidente civil luego de 21 años de dictadura si no hubiese enfermado en la víspera misma de su toma de mando (murió a las pocas semanas: es la historia única de un presidente que fue sin jamás haber sido), es un político provinciano con fuertes aspiraciones a la presidencia nacional. Sus dos intentos de postularse al puesto máximo fueron impedidos por Serra. Ahora, con su rival confinado en los límites del municipio de San Pablo, intenta ganar músculos para una disputa nacional, al enfrentarse en la ciudad natal de Dilma Rousseff con un candidato apoyado por la presidenta.
Y, como en San Pablo, el PT juega a dos bazas. Si Patrus Ananías, ex alcalde por el PT, gana, parte sustancial de su victoria será computada a Dilma. Si pierde, Dilma podrá decir que hizo lo que pudo.
En ninguno de los otros municipios brasileños la contienda entre los dos grandes partidos –y sus respectivos líderes– se dará de manera tan clara como en San Pablo y Belo Horizonte.
A partir de ahora, de a poquito en un primer momento pero luego con fuerza y velocidad, Brasil empezará a vivir no sólo la agitación de elecciones municipales, sino también una especie de previa de los preparativos para 2014 y la sucesión de Dilma.
Hay, desde luego, otras variables, como la puesta a prueba de nuevos liderazgos regionales (como los gobernadores de Pernambuco, Eduardo Campos, y Bahía, Jacques Wagner). Pero nada parece tan claro como la disputa en esas dos capitales, la de Minas Gerais y la de San Pablo.
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