Martes, 27 de noviembre de 2012 | Hoy
EL MUNDO › EL EX PRESIDENTE FUE LLAMADO A MEDIAR ENTRE LOS DOS POLíTICOS QUE SE PROCLAMAN GANADORES DE LAS PRIMARIAS DE LA DERECHA
Denuncias de fraude de todo tipo, revelaciones sobre la amplitud de las manipulaciones a que dio lugar la interna y estocadas de suburbio ocuparon en la última semana el escenario del UMP francés. El ex mandatario propuso nuevos comicios.
Por Eduardo Febbro
Desde París
La derecha francesa sigue empantanada en una guerra de jefes sin piedad, que amenaza con romper su unidad y los fundamentos mismos de su existencia. “Invitados a una decapitación” sería el título de esta crisis, que llegó a tal extremo de patetismo y ridículo que los responsables actuales del partido UMP (Unión por una Mayoría Popular) llamaron al ex presidente Nicolas Sarkozy para que mediara entre los dos rivales que, al cabo de una elección primaria plagada de fraudes e irregularidades, se disputan la dirección del partido: el primer ministro de Sarkozy, François Fillon, y uno de sus principales enemigos internos, Jean-François Copé. La raíz del mal es tanto una fractura ideológica radical entre los dos sectores como la legitimidad de las elecciones internas que se celebraron hace unos diez días y que, oficialmente, fueron ganadas por Jean-François Copé por una mínima diferencia de 98 votos. Sin embargo, François Fillon puso en tela de juicio la legitimidad del resultado obtenido a lo largo de un proceso tramposo. Resulta hasta cómico reencontrar en un montaje electoral interno prácticas que fueron comunes a las democracias del sur en sus peores momentos de la historia. Pero la derecha europea del siglo XXI renueva con el populismo, la xenofobia y el fraude una impunidad sobresaliente.
Lo cierto es que la elección primaria para designar a un nuevo jefe ensució de sospechas al partido que en 2007 llevó a Nicolas Sarkozy al poder. La UMP apeló primero al ex canciller Alain Juppé para que oficiara de mediador. Pero el domingo Juppé abandonó la mediación, ante la irrenunciable batalla pública que protagonizaron los dos candidatos. Juppé reunió a Fillon y a Copé en la Asamblea Nacional y les propuso una agenda de pacificación: la creación de una comisión de arbitraje compuesta por personalidades independientes. Copé, sin embargo, se negó a aceptar las condiciones y la negociación quedó en la nada. Fillon respondió en Twitter con una amenaza: “Acudiré a la Justicia para restablecer la verdad de los resultados y devolver la palabra a los militantes”, escribió en el mensaje. Juppé, que fundó la UMP en 2002, no ve con buenos ojos esta opción. Según declaró ayer, “transferir esta querella a las manos de la Justicia, al exterior del movimiento, es aumentar los riesgos de explosión”. El proceso de resquebrajamiento de la derecha se acelera un poco más cada día. Ayer, el tesorero de la UMP, Dominique Dord, renunció a su cargo porque “rehúsa dar su caución a la mascarada que se está jugando en este momento”.
La sociedad, a través de varios sondeos de opinión, pide el fin del antagonismo, pero sus protagonistas no hacen más que agrandar la fractura. Una encuesta de opinión publicada este fin de semana por Le Journal du Dimanche revela que el 71 por ciento de los franceses y el 67 por ciento de los simpatizantes de la UMP estiman como “una buena cosa” que se repitan las elecciones. Denuncias de fraude de todo tipo, revelaciones sobre la amplitud de las manipulaciones a que dio lugar la elección y estocadas de suburbio violento han ocupado en la última semana el escenario de la derecha. El drama se complicó todavía más luego de que, ayer, la comisión de recurso de la UMP confirmara la victoria de Copé por una ventaja de 952 votos. Sin embargo, Fillon volvió a desconocer los resultados. Sus partidarios propusieron un nuevo voto, pero los copeístas, aferrados a su presunta victoria, descartaron esa alternativa. En ese intersticio se metió Sarkozy, cuya política y, sobre todo, el tono ultraderechista que le dio a la campaña electoral para las elecciones presidenciales que perdió en mayo pasado, no son ajenos a esta crisis. Según trascendió anoche en varios portales de la prensa francesa, Sarkozy, al cabo de un almuerzo con Fillon, se habría pronunciado a favor de un nuevo voto para zanjar el diferendo. Una fuente declaró a la prensa que el ex mandatario había privilegiado la pista de nuevas elecciones “para evitar la escalada del conflicto”.
Parece, no obstante, demasiado tarde. Copé y Fillon dejaron mucho de su credibilidad y su legitimidad en el camino de esta batalla. La guerra entre ambos prefigura una escisión de la derecha entre un campo conservador liberal moderado –François Fillon– y el campo de la autoproclamada derecha “sin complejos” –Jean-François Copé–, es decir, populista y xenófoba. La guerra de hoy es una herencia de la elección presidencial y la fractura ideológica que provocó. Entre las dos vueltas de la elección presidencial de abril y mayo pasado, Sarkozy les puso un tono de extrema derecha a sus discursos y ello separó a la derecha en dos territorios que hoy se disputan las riendas del partido y, por consiguiente, una de las formas posibles de la sociedad del futuro. Con su guerra interna, la UMP ofrece en pequeño lo que está ocurriendo en casi toda Europa: el reciclamiento de la derecha en la fuente de valores nauseabundos, forjados en el miedo, el racismo y la desigualdad como filosofía.
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