Al menos 75 personas murieron y más de 160 resultaron heridas ayer en una ola de atentados perpetrados en varias zonas de Bagdad y en el este de Irak, en medio de una renovada ola de violencia religiosa en ese país, menos de cuatro meses antes de las elecciones parlamentarias. En un discurso televisivo, el primer ministro Nuri al Maliki hizo un dramático llamado para una acción internacional coordinada contra Al Qaida y sus aliados, pidió “actuar firmemente contra los países que les dan apoyo” a los grupos rebeldes, y urgió a las potencias mundiales a “agotar los recursos de los terroristas”.

En el más mortífero de los ataques, al menos 18 personas murieron y otras 25 resultaron heridas por la explosión de tres bombas en un funeral en la aldea de Shateb, en la provincia de Diyala, al este de Irak. En el noroeste de Irak, seis soldados murieron y ocho resultaron gravemente heridos cuando atacantes detonaron bombas cerca de un puente en la carretera de Ain al Jahash, a 60 km al sur de Mosul, en momentos en que una patrulla del ejército estaba cruzando, informó la policía local.

Los peores ataques en la capital, Bagdad, ocurrieron en un mercado popular del barrio de Al Hasiniya, al noreste de la ciudad, donde dos coches bomba mataron a ocho personas e hirieron a otras 20, y en Shaala, en el noroeste, donde murieron ocho civiles y 23 resultaron heridos.