Lunes, 4 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Cuando se agotaba el ciclo largo expansivo del capitalismo, se impuso el debate sobre las razones de ese agotamiento y las formas de retomar el desarrollo económico. Triunfó la renacida versión del liberalismo, vocalizada en particular por Ronald Reagan, quien dijo que habría que suspender los límites a la libre circulación del capital, habría que desregular. El capital volvería a circular, habría inversiones, las economías volverían a crecer y todos ganarían.
Se promovió la libre circulación del capital en escala global, mediante la apertura de los mercados nacionales, la privatización de patrimonios públicos, la mercantilización de lo que antes eran derechos, la precarización de las relaciones de trabajo, la retracción del Estado y la centralidad del mercado. Pero lo que pasó fue distinto de lo previsto.
Es que, como recordaba siempre Marx, el capital no está hecho para producir sino para acumular. Liberado de las trabas del período anterior, el capital se dirigió, masivamente, hacia la esfera financiera, donde gana más, tiene liquidez total y ejerce fuerte presión sobre los gobiernos. (Una agencia de apoyo a los especuladores una vez dijo literalmente: ‘Aprovechen la fiesta, pero quédense cerca de la puerta’.) A escala mundial se dio una gigantesca trasferencia de recursos del sector productivo al especulativo, con el capital financiero asumiendo el rol de sector hegemónico en la era neoliberal del capitalismo.
El bajo crecimiento o el estancamiento o incluso la retracción de las economías se debe justamente al hecho de que el sector hegemónico en la economía es un sector parasitario, que no produce bienes ni empleos. Es el capital financiero bajo su forma especulativa, que no financia el consumo, ni la investigación, ni tampoco la producción. Vive de la compra y venta de papeles.
Los fondos buitre son el ejemplo más radical de ese carácter parasitario del capital especulativo, típico de la era neoliberal. En ese caso, se han valido de la crisis de la deuda de los países latinoamericanos para imponer normas draconianas a gobiernos subalternos, parte fundamental de la herencia maldita recibida por los gobiernos antineoliberales. Préstamos a intereses brutales a cambio de renuncia a la soberanía nacional.
Así, aun los gobiernos que ha reaccionado en contra del neoliberalismo, empezando a construir alternativas a ese modelo agotado, tienen que enfrentar todavía esa herencia. Para la derecha sería señal de fracaso de los gobiernos progresistas, cuando en realidad son todavía rezagos de los gobiernos de la misma derecha.
Los Brics han empezado a apuntar hacia la alternativa: un Banco de Desarrollo para el Sur del Mundo, un fondo de apoyo frente a problemas que puedan enfrentar los países del sur del mundo. El conflicto actual con Argentina representa los estertores del modelo contra el cual fueron elegidos los gobiernos progresistas y frente al cual construyen un modelo posneoliberal.
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