Lunes, 4 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA AL EXPERTO BEINUSZ SZMUKLER
Szmukler estuvo en Gaza hace casi trece años como parte de la misión de la Asociación Internacional de Juristas Demócratas. Cree que nada cambió desde entonces.
Por Gustavo Veiga
Estuvo en la Franja de Gaza hace casi trece años y para Beinusz Szmukler es como si la hubiera visitado ahora. ¿Por qué? “Porque nada cambió”, dice. Integró la misión de la Asociación Internacional de Juristas Demócratas (AIJD), una ONG de Naciones Unidas con status consultivo que en octubre de 2001 concluyó que “el Estado de Israel viola los derechos humanos y civiles del pueblo palestino y el derecho humanitario, en transgresión de los parámetros internacionales en la materia y a su condición de miembro de la ONU”. Su voz es una voz crítica, pero sobre todo comprometida y dolorida por su condición de judío que, afirma, se reconoce en una historia y una cultura que no es la de las bombas.
–¿Por qué sostiene que nada cambió desde su viaje en 2001 hasta hoy?
–Conceptualmente, nada cambió. El problema se va agravando siguiendo la misma línea. Con esto quiero decir: hay una línea coherente de todo orden. Yo le diría que es hacerles la vida imposible a los palestinos para echarlos y tratar de sacarlos de Israel, algo que es muy complicado porque hay como un millón de árabes viviendo dentro de las fronteras del país. A ellos les generan discriminación permanente, dificultades de todo tipo en la vida cotidiana. Y a los que viven en los territorios les manejan el agua, la luz, la posibilidad de tener trabajo, la circulación, la relación entre la gente que vive en Gaza y Cisjordania, porque no hay frontera común.
–Díganos algunos ejemplos.
–De pronto les cierran una calle y no tienen cómo salir de su casa. Vivir en Gaza y Cisjordania es vivir en un territorio ocupado por una fuerza militar extranjera. En un viaje que hicimos en Cisjordania y que debía ser de 15 minutos tardamos una hora porque nos pararon en cinco check points. Estuvimos con una familia palestina que en la terraza de la casa tenía instalados unos colonos israelíes.
–Las normas jurídicas con que los palestinos son controlados a diario, ¿tampoco se modificaron?
–No, que yo sepa. Inclusive la Corte Suprema israelí había admitido la tortura con el argumento de que se trataba de evitar actos de terrorismo que podían significar la pérdida de vidas humanas. Esto es una cosa casi exótica. La tortura existe en infinidad de países, pero que un tribunal de justicia diga: ah, no, en este caso se puede aplicar. No lo conozco.
–Si comparáramos el informe de 2001 con uno que pudiera realizarse hoy, ¿usted cree que los datos que arrojaría serían casi los mismos?
–Para mí no cambiaría nada, al contrario, cada día hay más elementos. Este ataque es muy superior a los anteriores. No sé hasta dónde la comunidad internacional va a seguir con esta política de decir: protestamos pero no tomamos ninguna medida. Nosotros en el informe que hicimos señalamos cada una de las violaciones que se cometen, es decir, las torturas, las ejecuciones sumarias, las detenciones ilegales, políticas discriminatorias propias del apartheid. Hay violaciones a los derechos humanos dentro de los territorios palestinos a los que les cabe claramente la figura de genocidio.
–¿Está más cerca de lo que sostuvo Marco Aurelio García, el principal asesor en temas internacionales de Dilma Rousseff, quien definió la intervención de Israel como genocidio, que de la propia presidenta de Brasil, que habló de masacre?
–Son dos cosas distintas. La masacre puede no implicar una política global de destrucción de un pueblo. En cambio, esto tiene todas las características de suprimir a un pueblo o a una parte de ese pueblo. Yo diría que lo más grave es lo que se hace al margen de las normas y casi le podría decir que hay una anomia, no hay normas.
–¿Parece imposible poner fin a los bombardeos indiscriminados sobre la Franja de Gaza si la comunidad internacional no se decide a actuar?
–Hay una gran responsabilidad internacional en este tema. Yo soy judío y la verdad es que me hace sentir muy mal que esta política pueda identificarse como de los judíos. Porque no tiene nada que ver con la historia de nuestro pueblo, con su cultura. En el informe de 2001 hay una parte histórica que redacté y que cierro con una nota que escribió Juan Gelman en donde contaba cómo se sentía con esta política del Estado de Israel. Que lamentablemente utiliza el Holocausto para aplicar políticas que pueden ser asimiladas muy bien a las del nazismo. Esta es la verdad. Hay una idea de raza superior en el gobierno, porque para lograr que determinada gente actúe de la manera en que lo hace, como los colonos, las fuerzas armadas y los tribunales israelíes, se requiere de un convencimiento del que está actuando para hacerlo de esa manera.
–¿Qué papel debería cumplir la ONU?
–Por empezar, las Naciones Unidas deberían mandar una fuerza internacional que se ubique en el lugar e impida que esto continúe. El Consejo de Seguridad tiene la obligación de tomar todas las medidas para garantizar la seguridad y la paz internacional. Además, la política del gobierno de Israel es una política suicida a largo plazo. Porque genera el odio de todos los estados que la circundan. Es como si usted, en la casa en que vive, estuviera peleado con todos los vecinos, el de al lado, el del costado y el de atrás. Por más que usted se cuide, en algún momento lo van a agarrar.
–El apoyo que tienen en Israel los bombardeos sobre la Franja de Gaza, ¿es la consecuencia de un corrimiento hacia la derecha de su sociedad que avala masivamente estas políticas?
–Hay que decir que el accionar terrorista de Hamas o de otros grupos es funcional a la derecha israelí, claramente. Eso facilita la propaganda para lograr el objetivo del gobierno de Netanyahu. Existe una transformación en la sociedad israelí. Hubo un período en que la gente más progresista de Israel era muy fuerte, con movilizaciones de decenas de miles de personas. Todo eso se ha deteriorado por la propaganda y por los cohetes que caen sobre el país que, en realidad, prácticamente no causan daño.
–¿Hasta dónde es responsable Estados Unidos como socio político de Israel en las acciones que ésta emprende?
–Los mexicanos tienen una frase que dice: el que tiene la plata pone la música. Es de suponer que si Estados Unidos dijera: si usted hace esta política vamos a suspenderle esto, esto y esto, yo creo que eso tendría efecto sobre Israel. La responsabilidad de Estados Unidos es innegable por el peso que tiene en el mundo, además.
–Y para usted, ¿qué deberían hacer países como los de Latinoamérica y la Argentina en particular?
–Primero, hay que seguir peleando por el cumplimiento de los principios y objetivos de la ONU. Que es lo que hay. Pero más allá de eso, las naciones latinoamericanas, asiáticas, de mínima, deberían retirar los embajadores de Israel, como acaba de hacer Chile, y plantearse la ruptura de relaciones y la aplicación de sanciones como se practicó en el pasado con Sudáfrica. Debería hacerse sentir el aislamiento internacional. Eso no sólo tendría efecto en el gobierno israelí, también lo tendría sobre su sociedad.
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