Sábado, 16 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › APLAUSOS, GRITOS Y LAGRIMAS EN EL SEGUNDO DIA DE LA VISITA DEL PONTIFICE A COREA
Durante su encuentro con miles de jóvenes asiáticos, el Papa advirtió, en inglés, sobre “la creciente desigualdad entre ricos y pobres en nuestras sociedades”. También sorprendió al viajar en el tren bala en lugar de en helicóptero como estaba previsto.
Bajo un sol abrasador en el santuario de Solmoe de Dangjin, Corea del Sur, más de 6000 católicos de todas las edades procedentes de 23 países recibieron ayer con gritos, aplausos, lágrimas e instantáneas de smartphone al pontífice argentino, “su ídolo”, que realiza una visita de cinco días al país. Entre el mosaico de banderas de la VI Jornada de la Juventud Asiática (JJA), el lugar de nacimiento del primer sacerdote coreano, Andrew Kim Tae-gon, se encontraban jóvenes de países donde el catolicismo es una opción casi marginal, como es el caso de Mongolia.
“Nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Vemos signos de idolatría de la riqueza, del poder y del placer, obtenidos a un precio altísimo para la vida de los hombres”, aseguró Francisco durante su discurso ante 6000 jóvenes católicos de Asia en su segunda jornada de visita a Corea del Sur. La JJA, de cinco días de duración, tiene su sede principal en el santuario de Solmoe, el lugar de nacimiento del primer sacerdote coreano, Andrew Kim Tae-gon, en la citada localidad de Dangjin. Este encuentro es el equivalente asiático de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) católica y se celebró por primera vez en 1999 en Hua Hin, Tailandia, con el objetivo de conectar a los jóvenes católicos del continente más poblado del mundo, que cuenta con unos 137 millones de seguidores de este credo.
Durante el encuentro el Pontífice advirtió en, inglés, y tras ser recibido con muestras de gran entusiasmo por los asistentes, que “es como si un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes”, lo que consideró que “afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma”. Los asistentes, que vestían camisetas de diferentes colores dependiendo de sus países de origen o parroquias, desplegaron una artillería de teléfonos inteligentes para inmortalizar con fotografías la llegada del Papa a la carpa donde se llevó a cabo el encuentro, uno de los más importantes de su visita.
La ceremonia estuvo amenizada por actuaciones que mezclaban lo tradicional, el teatro musical o sonidos más contemporáneos, y las intervenciones de tres jóvenes de Hong Kong, Camboya y Corea del Sur, que le preguntaron al Pontífice sobre problemas e inquietudes tanto espirituales como sociales. Francisco, tras un rato haciendo esfuerzos leyendo en inglés su discurso, les contestó de manera espontánea en italiano y sin papeles, y los animó a que cuando tengan dudas, “todo lo que tienen que hacer es escuchar al Señor y pedirle que los ayude”. Además, el Papa solicitó un momento de silencio para rezar por los vecinos de Corea del Norte, “para que Dios los ayude a ser una sola familia de nuevo, sin perdedores o ganadores”.
La VI Jornada de la Juventud Asiática católica finalizará el domingo con una misa de clausura ofrecida por el Pontífice en la Fortaleza de Haemieupseong, un espacio histórico junto al Santuario de los Mártires de Haemi, en la localidad de Seosan, a 150 kilómetros al sudoeste de Seúl. Horas antes del encuentro con los jóvenes, Francisco ofreció en su segundo día en Corea del Sur una multitudinaria misa de la Asunción de la Virgen María en el estadio de la Copa del Mundo de la ciudad de Daejeong, a 150 kilómetros de Seúl, y a la que asistieron unas 50 mil personas.
Aquí Francisco volvió ayer a sorprender a los surcoreanos al viajar desde Seúl hasta Daejon en tren bala junto a otros 500 pasajeros en vez de utilizar un helicóptero como estaba planeado. El Pontífice y sus acompañantes fueron los únicos que ocuparon uno de los cuatro vagones de primera clase. Los otros tres se mantuvieron vacíos por cuestiones de seguridad, mientras que unos 500 pasajeros viajaron en clase turista del tren, que no efectuó ninguna parada antes de llegar a su destino.
En su homilía, deseó que los jóvenes “puedan combatir el encanto de un materialismo que ahoga los auténticos valores espirituales y culturales, así como el espíritu de la competencia desenfrenada, que genera egoísmo y lucha”. “Que también rechacen los modelos económicos inhumanos que crean nuevas formas de pobreza y marginación de los trabajadores”, sentenció Francisco en la multitudinaria ceremonia.
Ayer Corea conmemoró el aniversario de su independencia del imperio japonés y en la misa el Papa expresó su esperanza de que los jóvenes del país se conviertan en “una generosa fuerza de renovación espiritual en todos los niveles de la sociedad”. Entre los participantes en el multitudinario servicio religioso, al que Bergoglio accedió en un papamóvil blanco sin mampara, se encontraban unos 30 familiares de víctimas del naufragio del ferry Sewol, un suceso que dejó en abril 304 muertos, la mayoría estudiantes del bachillerato.
El viaje de cinco días del líder de la Iglesia Católica a Corea del Sur, que alberga a 5,4 millones de fieles de esta religión, se considera histórico al ser el primero de un papa al país en 25 años y el primero en dos décadas a Asia Oriental.
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