Representantes de la presidencia y partidos políticos yemeníes, Naciones Unidas y el movimiento chiíta de los hutíes firmaron ayer un acuerdo de paz para poner fin al conflicto armado entre las milicias de Ansar Allah y el ejército, que ayer provocó la renuncia del primer ministro y dejó a la capital, Sana, en un estado de caos e incertidumbre. Según el acuerdo difundido por la cadena de noticias saudita Al Arabiya, el oficialismo y los insurgentes hutíes se comprometieron a crear un nuevo gobierno más inclusivo y a que el presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, designe a dos asesores de la comunidad hutí y del movimiento hirak, oriundo del sur del país. El texto compromete además al nuevo gobierno a aumentar el Fondo de Bienestar Social en un 50 por ciento, reinstalar los subsidios a los combustibles, combatir la corrupción y crear un comité económico que mejore la situación social de la población.

Muchos de esos reclamos son los mismos que enarbolaban los manifestantes que en 2011 se unieron a los levantamientos populares conocidos como la Primavera Arabe y que en un hecho histórico sacaron del poder al entonces todopoderoso Ali Abdullah Saleh. Quizá lo más importante, al menos en el corto plazo, sea que el acuerdo establece un cese al fuego inmediato y el levantamiento gradual de los campamentos y las protestas de los hutíes, que desafiaban al gobierno central del renunciante primer ministro, Mohammed Basindawa. “Pedimos a todos que cumplan lo firmado en el acuerdo”, dijo el presidente yemení en un discurso televisado a la nación, en el que intentó llevar calma e instalar un poco de certeza después de una jornada plagada de rumores y versiones encontradas. Desde que la crisis estalló en agosto, la ONU intentó forjar un acuerdo entre los hutíes, que tomaron las armas en 2004, y el oficialismo. Pero las partes lograron acercar posiciones recién ayer, a partir de la denuncia del premier. Los insurgentes chiítas controlan desde 2010 la provincia norteña de Saada y tratan desde hace meses de ampliar su zona de dominio.