Miércoles, 8 de abril de 2015 | Hoy
EL MUNDO › EL PARTIDO CONSERVADOR DE CAMERON PLANEA UN DRáSTICO RECORTE FISCAL EN UNA EUROPA QUE AJUSTA
De cara a los comicios de mayo, la tendencia es desmantelar al Estado benefactor. Los principales contendientes de los conservadores británicos, los laboristas y liberal demócratas, compiten con su propia oferta de “reconfiguración” del Estado.
Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
“Una reconfiguración total del papel del Estado.” A un mes de las elecciones del 7 de mayo, el veredicto del prestigioso Instituto de Estudios Fiscales sobre el programa económico de los conservadores es inequívoco. El partido del primer ministro David Cameron planea el más drástico ajuste fiscal en una Unión Europea asolada por el virus de la austeridad. La paradoja es que, lejos de aprovechar este flanco, sus principales contendientes, los laboristas y liberal demócratas, compiten con su propia oferta de “reconfiguración” del Estado.
El Reino Unido de la posguerra estuvo a la cabeza de la redefinición del Estado como agente encargado de proteger a sus ciudadanos “desde la cuna hasta la tumba”, según la gráfica frase de su artífice, lord William Beveridge. La depresión de los años ’30 fue el trasfondo de ese ambicioso plan que creó un Servicio Nacional de Salud, expandió la educación, la vivienda y otorgó beneficios sociales para el desempleo, la pobreza o la invalidez. Si el crac financiero del ’29 puso en marcha todo el debate para la creación de este nuevo Estado benefactor, el estallido de 2008 ha creado el espacio político para desmantelar esa red de protección social: la historia tiene sus simetrías.
Los conservadores, que siempre prefirieron la caridad privada a la acción estatal financiada con impuestos, han hecho del ajuste fiscal una de sus principales banderas. El ministro de Economía, George Osborne, prometió un superávit fiscal equivalente a unos 40 mil millones de dólares para 2019, algo que requerirá un corte del gasto equivalente al 4,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Como todo recorte, éste se podría hacer en distintas partes del presupuesto (defensa, exenciones y subsidios empresarios, etc.), pero los conservadores ya dejaron en claro que se concentrará en el Estado de Bienestar, que reducirá su gasto en unos 12 mil millones de libras (20 mil millones de dólares) en los próximos dos años.
El primer ministro David Cameron está convencido de que este programa es la mejor bandera para ganar las elecciones del 7 de mayo. Con un crecimiento del 2,6 por ciento y una inflación a la baja, Cameron señaló que el ajuste que implementó el gobierno desde 2010 es la clave del éxito. “Elijan entre una economía que crece, que genera empleo, que financia el Servicio Nacional de Salud y que bajará los impuestos de 30 millones de personas o elijan el caos económico de Ed Miliband”, dijo el primer ministro Cameron durante el lanzamiento de la campaña.
El plan del laborismo es más moderado. Ed Miliband se opuso al ajuste llevado adelante en los últimos cinco años, pero su propio programa de gobierno entra en los cánones de la austeridad fiscal. Su objetivo es un superávit que excluye la inversión y que equivale a una reducción del gasto del 3 por ciento del PIB. En términos similares se han manifestado los liberal-demócratas.
Ningún partido proyecta un aumento impositivo para cerrar las cuentas fiscales, aunque todos acusan al resto de tenerlo entre sus planes secretos. Al mismo tiempo, todos juran que, además de adalides de la probidad fiscal, son guardianes del Servicio Nacional de Salud (NHS) y la educación.
La realidad es que el gasto del NHS por persona ha sufrido una caída promedio de un 9 por ciento en los cinco años de coalición conservadora-liberal demócrata y que, con las actuales proyecciones, tendrá un agujero en sus cuentas de 30 mil millones de libras (47 mil millones de dólares) a fines de la década.
La educación y el gasto social sufrirán una poda similar. Con los conservadores el presupuesto en educación primaria y secundaria caerá un 10 por ciento en términos reales y unas diez millones de familias verán un congelamiento de sus beneficios sociales. El gasto total estatal será el más bajo en los últimos 70 años: un 35 por ciento del PIB.
A los políticos les gusta proclamar su probidad fiscal, pero no quieren saber nada de sus consecuencias. En diciembre los conservadores estallaron de furia cuando la BBC indicó que con ese nivel de gasto público social el Reino Unido se encaminaba a una sociedad con niveles de indigencia similares a los de la preguerra.
La doble paradoja es que los británicos se quejan amargamente del estado de los servicios sociales y la caída de su salario real, la mayor en treinta años, pero son los más entusiastas en Europa a la hora de apoyar medidas austeras y confían en los conservadores más que en ningún otro partido para el manejo económico. Con gran habilidad y la ayuda de medios dominados por el dogma neoliberal, los tories impusieron en las últimas elecciones su narrativa de la debacle de 2008, convenciendo a una mayoría que la recesión y el déficit fiscal se debían a un despilfarro gubernamental laborista y no a un sistema financiero internacional desbocado.
Nada está sellado, porque en otros aspectos igualmente importantes como el futuro del NHS el resultado es el inverso: una mayoría confía más en los laboristas. Las últimas encuestas dan un empate técnico entre los dos partidos, con un 33 por ciento de la intención de voto. El consenso entre los analistas es que quien gane deberá formar un gobierno de coalición con combinaciones para todos los gustos dependiendo de los guarismos finales, sea una variante muy a la derecha –conservadores y nacionalistas ultrathatcheristas ingleses–, una más de centro con los liberal demócrata aliados a laboristas o conservadores, o una de centroizquierda-laboristas-nacionalistas esoceses. De ser así es posible que las exigencias de la política moderen estos excesos del austericidio que declaman los principales partidos.
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