Martes, 15 de septiembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › DE LOS 355 EVADIDOS, 147 ERAN COMANDANTES Y LíDERES REBELDES AFGANOS
Un comando talibán irrumpió en una cárcel ubicada en las afueras de la ciudad de Ghazni (centro de Afganistán) y liberó a cientos de reclusos a través de un túnel de un kilómetro excavado para facilitar la espectacular fuga. “El lunes (por ayer), hacia las 2.30 de la mañana, seis talibán vestidos con uniformes militares atacaron la prisión de Ghazni”, dijo el vicegobernador de la provincia, Mohamad Ali Ahmadi. “Primero, hicieron estallar un coche bomba frente a la puerta de la prisión, antes de lanzar un cohete RPG e irrumpir en la cárcel”, señaló. El Ministerio del Interior indicó que un total de 355 prisioneros de los 436 encarcelados en el centro habían sido liberados. Unos 147 eran comandantes y líderes talibán, con lo que se agravó la amenaza a la seguridad nacional.
El ataque dejó al menos cuatro muertos, todos policías, y una decena de heridos. La prisión no tenía fuertes medidas de seguridad pues se consideraba que, al encontrarse tan cerca de Ghazni, sería fácil la llegada de refuerzos en caso de emergencia. Los talibán reivindicaron la autoría del ataque mediante un comunicado afirmando que la prisión había caído bajo su control luego de varias horas de combates. Los prisioneros, combatientes y comandantes talibán, según la rebelión islamista, se evadieron por un túnel de un kilómetro de longitud excavado durante cinco meses para escapar del penal, dijeron los rebeldes. “En este operación, 400 de nuestros inocentes compatriotas fueron liberados y trasladados a zonas bajo control de mujaidines”, aseguraron.
El ataque contra la prisión de la provincia de Ghazni recuerda a la liberación en 2011 de 500 combatientes realizada por un comando talibán en la sureña provincia de Kandahar, bastión de la rebelión islamista armada, que las autoridades locales de la época tildaron de desastre en el sistema de seguridad. La fuga masiva coincide con la intensificación de ataques de insurgentes contra fuerzas gubernamentales y objetivos extranjeros para, según señalan los analistas, consolidar la influencia de su nuevo jefe, el mulá Ajtar Mansur, cuyo rápido nombramiento no despertó la unanimidad en el seno de la rebelión. El mulá Mansur sucedió oficialmente al mulá Omar después del anuncio, a fines de julio, de su muerte, y tras “un proceso demasiado rápido y no consensual”, según denunciaron ciertos comandantes que reprochan además al nuevo jefe su cercanía con Pakistán.
Frente a este contexto, el mulá Mansur no deja de hacer llamados a la unidad del movimiento talibán, que se había comprometido a participar en unos diálogos de paz con el gobierno afgano bajo los auspicios de Pakistán, al mismo tiempo que dirigía una violenta ofensiva por todo el país. El mulá Mansur mantiene una posición ambigua acerca de sus intenciones en cuanto a los diálogos de paz, pidiendo a sus tropas que no crean en la propaganda del enemigo, que envuelve a estas negociaciones, mientras que los talibán perpetraron una serie de sangrientos atentados en el corazón de la capital, Kabul.
El presidente Ashraf Ghani se desmarcó de su predecesor, Hamid Karzai, llevando a cabo un acercamiento con Pakistán para que éste intente convencer a los insurgentes de unirse a un proceso de paz. Pero desde que se produjeron los ataques de Kabul, el gobierno afgano ha acusado a Islamabad de estar vinculado con la oleada de violencia, algo que las autoridades paquistaníes niegan.
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