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Desde Brasilia

De la observación directa sobre la marcha del jueves en Brasilia y las imágenes televisivas que describieron lo ocurrido en el resto del país surge que las marchas en defensa del gobierno y la democracia fueron masivas, posiblemente tanto o más que las del 4 de marzo pasado cuando Lula habló en San Pablo. Semejante aluvión rojo y blanco desmiente la narrativa dominante para la cual toda la sociedad brasileña exige la caída de Dilma, afirmación respaldada por consultoras de opinión pública como Ibope que esta semana publicó que el 69 por ciento está con el impeachment.

También desmiente la dirigencia opositora que para justificar el lanzamiento de Michel Temer (foto) como candidato a encabezar un gobierno de excepción argumentan que ser sensible al “clamor de las calles” que claman por la salida de Dilma.

La realidad no parece coincidir con la versión de los conservadores que sólo tienen ojos para las multitudinarias concentraciones destituyentes, mayoritariamente blancas y de clase media. Y amarillas, porque allí sólo se autoriza usar camisetas de la selección o ropa de ese color, y no se admiten camisetas rojas. “Estamos viendo es una reacción popular contra el golpe que está creciendo desde el 4 de marzo cuando Lula habló en la Avenida Paulista, realmente estamos sorprendido de cómo está creciendo la respuesta en defensa de la democracia” comentó el profesor Igor Fuser, de la Universidad Federal del ABC en San Pablo. Si la caída de la presidenta parecía cuestión de semanas el martes cuando el PMDB decidió romper con el gobierno, la reacción callejera de ayer permite revisar esa previsión fatalista. “La decisión del PMDB fue un error porque quedó a la vista el plan golpista de Temer, fue un tiro en el pie par él y Eduardo Cunha. Cunha es el héroe del golpismo que va a seguir alimentando el odio” analizó ayer Paulo Vannucchi, director del Instituto Lula.