EL MUNDO › EN BAGDAD AYER MURIERON DOS NIÑOS Y DOS SOLDADOS DE EE.UU.

El “know how” insurgente de Irak

Los ataques sincronizados en Karbala el sábado provocaron 19 bajas (11 policías, 5 soldados búlgaros y 2 tailandeses y un civil). La cifra –la más alta desde que comenzaron los ataques suicidas– habla de una logística de la resistencia.

Por Robert Fisk *
Desde Karbala

Un brazo amputado con la mano aún pegada a los colgajos de piel yacía ayer a pocos metros del portón destruido de la alcaldía de Karbala. Un pedazo de carne tan sangriento como la historia de Hussein, el mártir chiíta del siglo VII cuyo altar, en lo alto de la cúpula dorada, podía verse a través del humo. Se dice que el brazo perteneció a un policía de la alcaldía –uno de los 11 efectivos que murieron el sábado en los cuatro ataques perpetrados en la ciudad más santa del país–, pero otros testigos afirman que era del hombre que condujo el camión bomba hasta las puertas de la municipalidad. Ayer, dos soldados estadounidenses y dos nenes iraquíes murieron y 17 personas resultaron heridas –cinco de ellas militares estadounidenses– en dos atentados en Bagdad y Faluja.
En la playa de estacionamiento de la alcaldía de Karbala, los soldados polacos y búlgaros sentados en los vehículos rusos que el ejército de Saddam usó hasta su disolución, ocho meses atrás, miraban la escena con una extraña mezcla de asombro y desprecio. Cuatro búlgaros murieron a poco más de un kilómetro de allí cuando un hombre estrelló un camión cisterna contra el cuartel búlgaro. Ayer, un oficial de ese país permanecía parado a pocos metros del agujero de seis metros que la bomba dejó en el camino. Cuando me acerqué a él, se alejó con los ojos llenos de lágrimas. En la masacre de Karbala murieron 19 hombres: 11 policías, cinco soldados búlgaros, dos soldados tailandeses y un civil. La cifra de muertos es una de las más altas desde que empezaron los atentados suicidas, cuando Irak fue “liberado” en abril pasado. El gobierno de Bulgaria, que integra la “Nueva Europa” del secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, fue uno de los más entusiastas defensores de George W. Bush durante la invasión.
Al lado de la Universidad de Karbala, donde los búlgaros tenían el cuartel del batallón, la escena de devastación era la misma. El camión cisterna fue conducido hasta el edificio de tres pisos y los soldados que estaban de guardia abrieron fuego antes de que su conductor llegara al alambrado perimetral. A las 12.30 del mediodía, Bushra Jaffar, de 19 años, estaba en una clase de biología de su facultad cuando escuchó los primeros disparos contra el camión. “El profesor nos dijo que nos alejáramos de las ventanas porque supuso lo que estaba pasando”, dijo ayer en su casa, en un barrio pobre de Karbala. “Luego hubo una gran explosión y todos los vidrios estallaron”, agregó. La mitad del camión cisterna fue lanzado a casi un kilómetro del lugar de la explosión y aterrizó en el patio de la propia Bushra. Su padre, Nuri, un veterano de la guerra entre Irán e Irak de 54 años, dijo que las otras explosiones ocurrieron minutos después.
Fue un “timing” ejemplar: cuatro ataques suicidas separados perpetrados en cuestión de minutos. Y los defensores estaban muy mal preparados. Los búlgaros habían camuflado su cuartel tal como el viejo ejército soviético alguna vez les enseñó a hacerlo. Pero el atacante ya había llegado al alambrado de púa ubicado en el portón principal cuando detonó su camión y las paredes del edificio se desmoronaron en cascada.
Ayer se podía ver a los soldados búlgaros –que operan bajo las órdenes del comando polaco en este sector de las fuerzas de ocupación– mientras vagaban entre los techos destruidos y las pilas de ripio. Pateaban el alambrado que resultó ser tan inútil y trepaban a la nueva antena para teléfonos celulares cuyos parantes de hierro volaron en pedazos en la explosión. Los estudiantes de la universidad resultaron heridos por las astillas de vidrio –en total, hubo 126 heridos y un civil muerto– pero los miembros de la nueva fuerza policial iraquí (financiada por Estados Unidos) fueron, como siempre, las víctimas principales.
En el momento de la explosión, Imad Naghim, un policía de 30 años, estaba sentado en un patrullero junto a cuatro compañeros, frente a la alcaldía. Estuvo casi 24 horas en un quirófano y ayer se despertó en uncuarto de la sala de emergencias del hospital Hussein. Imad no sabía lo afortunado que es, ni que dos de sus amigos ya están enterrados. Pero ¿cómo es posible que el camión llegara hasta la entrada de la alcaldía? Hubo tramoyas y una barricada dirigida por las tropas norteamericanas de la 101ª división aerotransportada y varios policías iraquíes.
Un alto oficial de policía –con el rango suficiente para usar campera de cuero negra y jeans en vez de uniforme– salió para decirnos que el atacante había seguido a una caravana que pasaba por la calle. Dijo que una vez que el camión pasó el retén iraquí-norteamericano, simplemente “se pegó a la cola” del último vehículo de la fila y se acercó al portón donde finalmente se inmoló en un estruendo de ruido y humo marrón que lanzó por los aires a los patrulleros que estaban estacionados allí como si fueran autos de juguetes.
Un coronel de la policía iraquí estaba en el convoy. Entonces, ¿cómo sabía el atacante que el convoy se estaba acercando? Ayer, nadie en Karbala mencionó lo que muchos efectivos de las fuerzas de seguridad occidentales en Bagdad sospechan desde hace mucho: los insurgentes –la resistencia que lucha contra los ejércitos de ocupación y las fuerzas de seguridad iraquíes– deben tener espías dentro de la nueva fuerza policial. ¿De qué otra manera el atacante pudo saber que sólo tenía que esperar a que llegara el convoy?
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.

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Iraquíes cargan un féretro de una de las víctimas de la “masacre” en la localidad de Karbala.
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