EL MUNDO
Cómo es el eje Sur-Sur de Lula con los gigantes de la periferia mundial
“BRIC” –o Brasil, Rusia, India y China– es la abreviatura con que se designa a las potencias medianas emergentes en el escenario internacional. El primero de ellos, con su presidente Lula da Silva, inicia hoy una ofensiva diplomática para formar un nuevo eje de poder.
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Luiz Inácio Lula da Silva inicia hoy en la India su más ambiciosa aventura diplomática: construir una alianza sobre el eje Sur-Sur que consiga albergar a los gigantes de la periferia internacional. El presidente brasileño, que embarcó el viernes en San Pablo y recién hoy aterriza en Nueva Delhi, caracteriza a éste como un paso clave en su cruzada hacia un polo de poder autónomo respecto a Estados Unidos.
En su vigésimo viaje en 12 meses de gobierno, ahora Lula apuesta a hacer pie en Asia, un continente diplomáticamente ignoto, pero inevitable si Brasil pretende jugar en el tablero estratégico. En ese club exclusivo participa India, como un socio de mediano porte, gracias a sus arsenales nucleares y al desarrollo de su tecnología espacial e informática. Nueva Delhi es también un salto sin red: Lula deberá demostrar si es competente para lograr acuerdos sustantivos y trascender la fase de las “declaraciones de intenciones” que han dado el tono en su ascenso como líder emergente.
Un año atrás el entonces reciente presidente era aplaudido al unísono en Porto Alegre por los activistas del Foro Social Mundial y en Davos por los ejecutivos que deciden la globalización en el Foro Económico. Con ese capital, que no es poco, pero tampoco es suficiente, el jefe de Estado de Brasil será recibido por su par de la India para discutir una agenda que puede iniciar una alianza de poder o naufragar en la retórica.
Brasil e India, en términos absolutos, significan 1200 millones de habitantes y un billón de dólares de Producto Bruto. Si la masa crítica actual de los dos actores es apreciable, mucho más lo es su potencial: según una proyección del banco de inversiones Goldman and Sachs, las economías brasileña e india estarán entre las mayores del planeta en algunas décadas cuando China, según esa predicción, será el primer mercado mundial.
Tercermundismo “soft”
A las ambiciones de Lula no le faltan críticos, especialmente entre los mentores de la política internacional del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que acusan a la actual administración de “reincidir en pecados tercermundistas”. Ese reproche no ofende al canciller Celso Amorín, que define a la actual diplomacia brasileña como “diplomacia activa y altiva”, contracara de la supuesta sumisión de la era Cardoso.
En cualquier caso, el tercermundismo que antes de India llevó a Lula a Siria, Libia, Angola y Egipto, es una versión descafeinada del original. Las banderas de Lula no son las que levantó, por ejemplo, el indio Jawaharlal Nehrú hace medio siglo cuando su país acababa de conquistar la independencia, igual que parte de Asia y media Africa. Si el plan general de Lula se resumiera en una tesis ésta sería: construir poder en los vacíos que la globalización dejó. Traducción: mientras el Imperio se desentiende de los 100 millones de brasileños y 800 millones de indios excluidos del consumo, los neotercermundistas deben incluirlos. Y no se trata de socialismo ni de antiimperialismo sino de construir un mercado ampliado hacia abajo y priorizar las relaciones diplomáticas simétricas.
Esa es una de las premisas con que trabajarán los brasileños en la India, donde el PBI crece al 6 por ciento desde mediados de los ‘90. Por ese mismo motivo Brasilia quiso que una representación del Mercosur, en la que estará su virtual secretario general Eduardo Duhalde, también vuele hasta Nueva Delhi, donde se firmará un tratado de preferencias arancelarias para 800 bienes.
Un laboratorio geopolítico
El experimento diplomático que ensayan brasileños e indios cifra parte de su éxito en el capítulo farmacológico. Y es que los dos países han hecho causa común en la Organización Mundial de la Salud frente a los laboratorios occidentales al producir sus propios cocteles para pacientes de sida, sin pagar patentes.
Brasil e India, potencia mundial de la industria farmacológica, también podrían producir genéricos, otro tema escabroso. Asimismo se firmarán acuerdos sobre software, donde India es el segundo productor mundial y sobre el recíproco apoyo para ocupar un sillón permanente en Consejo de Seguridad de la ONU.
Lula y el primer ministro Atal Bihari Vajpayee tratarán en su encuentro reservado temas más espinosos. Brasil espera que Nueva Delhi libere a sus reputados ingenieros para que aporten al desarrollo de su tecnología nuclear y espacial. Sin duda estos dos temas, recelados por Washington, medirán la calidad del acercamiento estratégico entre brasileños e indios.
Brasil ha reiterado que sus investigaciones nucleares no tienen propósitos militares, pero rechaza las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica a las que acusa de simple espionaje industrial. Después de la todavía no aclarada explosión del vector lanzador de satélites que mató decenas de técnicos en Alcántara, Brasil dobló la apuesta y decidió seguir con el proyecto. En los dos casos India es un socio a la medida de las necesidades brasileñas, dado que ha desarrollado su propia bomba atómica y sofisticados misiles.
No será fácil para Lula persuadir a su colega Vajpayee, del conservador partido Baratiya Janata y aliado preferencial de Washington en una región vital para el nuevo mapa de seguridad tras las guerras de Afganistán e Irak. Washington levantó las sanciones a India por sus ensayos nucleares, pero no querrá que facilite ese know how para que Brasil le cree alguna amenaza en el equilibrio estratégico de su patio trasero geopolítico.
Nueva Delhi, La Paz, Pekín
Aunque suene paradójico, es posible que Bolivia sea tema de negociación en Nueva Delhi. Y eso porque India dio señales –incluso hubo declaraciones oficiales, luego desmentidas– de estar interesada en la compra de gas boliviano, pero no desde los polémicos puertos chilenos sino desde Brasil, vía gasoducto de Petrobrás.
Pero no será Bolivia sino China, la cuestión que sobrevolará la estancia de cuatro días por el subcontinente indio. En junio Brasil creó el Grupo de los Tres, G3, junto a India y Sudáfrica. En septiembre lideró a los pobres contra los ricos en la reunión de la OMC en Cancún, donde nació el G20. Y ahora después de haber construido esa base de sustentación multilateral, Lula quiere crear el G5, donde al G3 se agregará Rusia y, especialmente, China.
No será fácil persuadir a Pekín de sumarse a esa entente, pero los brasileños lo intentarán. Por lo pronto Lula, que este año prometió viajar menos, ya anunció que su prioridad del año es viajar a China en mayo.