EL MUNDO › EDWARD KENNEDY, TRANSGRESOR Y SIMBOLO PROGRESISTA
Teddy, el hacedor de reyes
Si no hubiera sido por Ted Kennedy, la suerte de John Kerry habría sido muy diferente. Antes de Navidad, su campaña se iba a pique: las encuestas le daban mal, había juntado poca plata y los medios se interesaban más en su esposa millonaria que en sus ataques a George W. Bush. Pero en eso llegó el patriarca del clan Kennedy en su rescate. Un día antes de la asamblea electoral de Iowa y con un frío de 15 grados bajo cero, Kennedy habló en un acto de Kerry frente a una multitud que pedía a gritos la presencia del “león del Senado”. Pero, para Kerry, Ted Kennedy es mucho más que un orador de lujo que siempre hace llorar de emoción a todos los que lo escuchan: no sólo le ha prestado su equipo de asesores, sino que lo llama todos los días a las 7 de la mañana para aconsejarlo y le enseña a lidiar con la prensa y los debates televisivos. De hecho, la última parte de la campaña de Kerry tiene el sello de este senador legendario, que ganó su banca por primera vez en 1962 y desde entonces sigue siendo un símbolo del progresismo norteamericano.
Pero Teddy también tiene fama de transgresor. En 1992, Richard Burke, un ex asesor, escribió un libro con jugosos chismes de su jefe. Según el autor, en los ‘80, no era raro que Ted llegara al Senado borracho y con restos de cocaína en la nariz. Ted dijo que el libro de Burke era una sarta de mentiras e intentó frenar su publicación en los tribunales. Pero su biógrafo no autorizado, apostando al escándalo, se salió con la suya: “Había noches en que parecíamos dos mellizos que competían para ver quién se drogaba más”, escribió el mismo Burke, que supo ser el compañero de andanzas de Kennedy durante 10 años. Aunque trataba de mantener a sus hijos lejos de las drogas, “llegó a compartir una dosis para enseñarles a drogarse sin riesgos”, aseguró Burke, que también jura que el senador cultivaba marihuana en el patio de su mansión de McLean, el barrio más aristocrático de Virginia. Y, por si fuera poco, escribió que la primera esposa de Ted sorprendió a su marido en el jacuzzi junto con los actores Jack Nicholson y Warren Beatty y varias señoritas.
Pero Joan Kennedy estaba curada de espanto: en el ‘69 su marido fue condenado a prisión en suspenso por haber abandonado a su joven secretaria en el auto en el que viajaban, en la isla de Chappaquiddick, en Massachusetts. Venían de una fiesta con varias copas de más, el auto cayó a un lago y Ted escapó por una ventanilla. Pero la chica murió ahogada. En el juicio, Ted juró que se tiró ocho veces al agua para intentar rescatarla, pero, viendo que era inútil, se fue a pedir ayuda. Sin embargo, recién al día siguiente hizo la denuncia. Zafó con una condena muy leve, pero el episodio le costó la presidencia de Estados Unidos, para la que todos lo consideraban el candidato ideal. Pero el caso de Chappaquiddick no es la única mancha en su historial. En el ‘91 acompañó a su sobrino William y a su hijo Patrick, de 24 años, a un bar de Palm Beach. Ahí conocieron a dos mozas, que luego se fueron con ellos. Al otro día, una de las mozas acusó a William de violarla en la casa de Ted mientras éste último miraba sin hacer nada al respecto. Durante el juicio, la chica se desdijo y, finalmente, el juez absolvió a William, cuya familia tuvo que desembolsar un millón de dólares en abogados.
Al igual que la mayoría de sus parientes varones, Ted es un mujeriego incurable. Según el biógrafo Ted Schwartz, todo lo que el senador sabe de mujeres y alcohol lo aprendió de su padre, que fue amante de la actriz Gloria Swanson. Barbara Gibson, ex secretaria de su madre, Rose Kennedy, dijo que Ted es famoso por pasear desnudo por la playa a cualquier hora del día. También contó que siempre llevó mujeres a su casa de Florida, incluso cuando sus hijos veraneaban ahí. “Una vez organizó un campamento para sus sobrinos. Pero no pudo con su genio y se llevó, en secreto, a una mujer que mantuvo escondida en su carpa”, dijo Gibson. “Los Kennedy son muy divertidos, pero cuando las cosas subían de temperatura, lo mejor era huir”, declaró Susan Polar, vecina de Ted y habitué de las fiestas de la familia. Según Burke, el supuesto affaire entre Marilyn Monroe y sus hermanos John y Bobby afectó mucho a Ted, al punto que él mismo se ocupó de borrar los casettes con las conversaciones telefónicas entre la actriz y John Fitzgerald Kennedy. Al año siguiente de la muerte de Marilyn, el presidente Kennedy murió baleado en Dallas y, cinco años después, su hermano Bobby, senador de Nueva York, fue asesinado. Para entonces Ted ya se destacaba por su defensa de los derechos humanos, el aborto y la paz. Cuarenta y cuatro años después de ganar la banca de senador que su hermano John había dejado vacante, a los 74 años, Ted sigue ocupando el escaño que lo convirtió en uno de los más grandes legisladores del siglo y que a esta altura ya forma parte del inventario del Congreso norteamericano. Las casi 100 personas que trabajan para él en el Senado dicen que es un tipo con una energía y lucidez envidiables. Después del proyecto de ley de salud pública diseñado por Hillary Clinton en los ‘90, el que Ted Kennedy presentó en el Senado en 1973 fue el más ambicioso de la historia de EE.UU. “Me deprimo cada vez que veo a un viejo sin asistencia médica”, decía Ted, que desde entonces sigue exigiendo que se eliminen las empresas de medicina prepaga, poco reacias a dejar escapar un negocio que rinde 80 mil millones de dólares por año.
Informe: Milagros Belgrano.