Sábado, 22 de octubre de 2016 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Oscar Laborde *
No pueden correr el riesgo de que Lula sea presidente del Brasil en 2018. Ese hombre que nació en una familia miserable en el lejano Caetes, en el norte. Que fue lustrabotas, vendedor ambulante de tapioca y creció prácticamente analfabeto. Que luego fuera obrero metalúrgico en San Pablo, trabajando en sus comienzos 12 horas por día. Que empezó a adquirir conciencia de clase y llegó a dirigir en 1980 la huelga mas importante contra la dictadura militar de esa época, que comenzó con los metalúrgicos y concluyo con 300.000 obreros movilizados.
Comprendió, entonces, que no bastaba con la lucha reivindicativa y que los trabajadores debían involucrarse en política y no encontró en la izquierda tradicional lo que buscaba. Fundaron, entonces, el PT junto a las comunidades de bases católicas, ex guerrilleros , intelectuales y sectores de izquierda no dogmática. Lo demás es conocido: finalmente el PT llego al gobierno en el 2003 y eso cambió Brasil.
En octubre del 2003 firmó junto a Néstor Kirchner el Consenso de Buenos Aires, que, en contraposición con el Consenso de Washington, proponía para nuestra región autonomía y colaboración, con un criterio popular.
En su gobierno consiguió logros extraordinarios: impuso el programa Hambre Cero, con notable éxito, y otros como Beca Familia, Mi Casa, Fortalecimiento de la Agricultura Familiar, Luz para Todos. Millones de brasileños salieron de la pobreza, las universidades públicas vieron sectores que jamás habían accedido a ellas, le dijo No al Alca junto a Néstor Kirchner y a Hugo Chávez. Fundó los Brics. Consiguió para su país la organización del mundial de fútbol y de los Juegos Olímpicos. Brasil logró prestigio y autoridad en el mundo
No se lo iban a perdonar. Ni los Estados Unidos, ni las élites dominantes cómplices del imperio que gobernaron tantos años Brasil para sus intereses, ignorando y empobreciendo al pueblo.
Estados Unidos, inmediatamente después del rechazo al ALCA, se puso a trabajar para deshacer lo logrado. Impulsó un modelo de integración alternativo al Mercosur como la Alianza del Pacifico, promovió golpes de Estado en Honduras y Paraguay y hostigó dura y cruelmente, con las herramientas de los medios de comunicación concentrados y el aparato judicial, a los tres puntales de la integración: Venezuela, Argentina y Brasil.
Con el triunfo de Macri en Argentina recrudecieron los ataques sobre el gobierno de Dilma, y no pararon hasta destituirla. Pero el objetivo final siempre fue encarcelar a Lula. El único que podía poner en cuestión el regreso de la derecha al gobierno y corregir los errores que se habían cometido.
La derecha quiere imponer su modelo neoliberal, pero en esta ocasión no tendrá los tiempos que sí tuvo en los 90. Porque el nivel de conciencia existente en el pueblo es mucho mayor, porque Europa no puede ser puesta como ejemplo ya que padece las consecuencias de los planes que nos traen y porque el movimiento popular está entero y no diezmado, como en aquella época donde fuimos exiliados, perseguidos, encarcelados o desaparecidos. Por eso el apuro, que lo lleva a intentar aplicar el ajuste para imponer el modelo, por eso la urgencia y la torpeza. Por eso el atolondramiento con que se mueven en Brasil y también en Argentina.
Necesitan que Lula vaya preso, aunque tengan que encarcelar a Cunha. Ya les sirvió, Roma no paga traidores. Pero aquel pobre niño de Pernambuco, aquel dirigente sindical que hizo temblar la dictadura, aquel obrero que llevó a Brasil en su gobierno a la más alta consideración en el mundo, aquel fundador del partido más grande de la izquierda de Occidente, este dirigente querido por su gente, es un peligro para sus planes. Tiene que ir preso y no ser presidente en el 2018. No importa ni el motivo ni la forma.
* Diputado Parlasur.
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