EL MUNDO
Gilberto Gil tomó la senda de Lula ante un nuevo caso de corrupción
Al caso de coimas de un ex asesor del jefe de gabinete, José Dirceu –que hiciera que el gobierno de Brasil lo despidiera–, se sumó ayer la salida de tres asesores del ministro Gilberto Gil. Se fueron en solidaridad con un sospechado de corrupción.
Por Juan Arias *
Desde Río de Janeiro
El Ministerio de Cultura de Brasil está en crisis. El cantante y compositor de Bahía Gilberto Gil, del Partido Verde, que fue la apuesta personalísima de Luiz Inácio Lula da Silva para regenerar la cultura oficial del país, se ha quedado sin sus tres principales asesores, quienes han dejado sus cargos en solidaridad con Roberto Pinho, secretario de Programas y Proyectos, a quien Gil acababa de despedir por encargar a la empresa de unos amigos, sin pasar por concurso alguno, un importante proyecto para la construcción de centros de cultura en las favelas. La rápida actuación de Gil en el caso Pinho se produce poco después del escándalo que afectó a Waldimir Diniz, asesor del jefe de gabinete, José Dirceu, grabado in fraganti en una filmación negociando con uno de los cabecillas del juego clandestino de apuestas, la financiación ilegal de las campañas electorales de algunos políticos del PT. El ministro Gil no ha hecho si no seguir la senda de Lula con Diniz, al que destituyó fulminantemente.
El portavoz de Lula negó ayer que en el gobierno se contemple la posible renuncia del ministro de la Casa Civil, José Dirceu, a causa del caso de corrupción que implica a su asesor Waldimir Diniz de enero de 2003 a enero de 2004, pidiendo coimas a un jefe del juego clandestino de Río de Janeiro en el 2002 para financiar campañas del hoy oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y de otros movimientos. Dirceu puso ayer su cargo a disposición de Lula, pero éste cree que su eventual salida del gobierno equivaldría a una injusta confesión de culpa. La policía allanó la casa de Diniz y decomisó, entre otras cosas, computadoras y documentos. Para el gobierno, todas esas iniciativas deberían acallar los reclamos de la oposición a favor de la formación de una Comisión de Investigación Parlamentaria (CPI) y de la renuncia de Dirceu.
Los tres asesores del Ministerio de Cultura que han renunciado son António Riserio, presidente del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional; Marcelo Ferraz, coordinador general del Programa Monumenta, y María Elisa Costa. Gil ha declarado que su decisión de despedir a Pinho, su amigo de la infancia y padrino de su hija, ha sido muy difícil y dolorosa, pero que por encima de todo estaba “la lealtad al presidente y a los deberes de Estado”. Pinho, uno de los inspiradores del tropicalismo, había creado en 1972 la utópica República de Guariroba, una comunidad de 50 personas que pretendían crear un hombre nuevo y un país nuevo. Gil tuvo relación con aquella comunidad que fracasó tres años después. Tras la victoria electoral de Lula, Gil y sus viejos amigos pensaron en llevar al gobierno algunas de aquellas utopías juveniles. Gil fichó a un grupo de ellos como asesores para su ministerio, pero la destitución de Pinho ha terminado con esta colaboración.
Los renunciantes acusan ahora al viejo amigo de “deslealtad y mezquindad en la lucha por el poder”. “Una vez más el sueño acabó”, dijeron a la prensa. Y el ministro Gil les replicó: “¿De qué sueño se trata? O consideramos que la lucha contra la corrupción es decisiva o los proyectos políticos y culturales se irán a pique”. La incógnita ahora es saber qué va a hacer Gil con su carrera política, pues carece de apoyos en el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, que en su día trató de imponerle a sus principales colaboradores.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.