EL MUNDO › EL NUEVO MECANISMO QUE PERMITE EL VIEJO FRAUDE EN ESTADOS UNIDOS
Las increíbles máquinas de no votar
En Estados Unidos, que en once días elige presidente, reina el miedo ante otro fraude como el del estado de Florida en 2000. Pero en ese mismo estado, según investigó el enviado de Página/12, las máquinas de votar son ideales para engañar.
“Ganar en Florida equivaldría a ganar las elecciones”, dijo hace unos meses Terry McAuliffe, presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata. Pero entre ese anhelo y la realidad median algunas incertidumbres, sobre todo una que costó casi 4000 millones de dólares y cuyo fin consistió en ofrecerles a los votantes del país una tecnología electoral lo suficientemente eficaz como para evitar el fiasco de las elecciones del 2000. Las 7200 valijas negras, las ya famosas y controvertidas máquinas de votar dotadas con una pantalla táctil, deberían cumplir esa función... Sólo deberían. “Por el momento, no podemos tener confianza”, dice en tono preocupado un responsable local del Partido Demócrata. Pese al optimismo de Steh Kaplan, uno de los portavoces de las autoridades electorales de Miami, las máquinas han dejado una impresión de vacío. Varias oficinas de voto de Florida comenzaron a votar anticipadamente hace una semana y los primeros resultados constatados están lejos de ser alentadores. El muy serio Miami Herald advirtió hace unos días que las condiciones en que se llevó a cabo el voto anticipado “deja planear muchas dudas sobre las cualidades de la elección del próximo 2 de noviembre”.
En total, 15 circunscripciones de Florida organizaron la consulta sirviéndose de las valijas negras, mientras que las otras 52 eligieron hacerlo mediante escaners que leerán de manera electrónica los formularios de voto. Apenas comenzada, la experiencia de las pantallas táctiles levantó un tendal de dudas: formularios de voto no conformes, computadoras que no funcionan, desperfecto en las comunicaciones con los centros de datos, ausencia de dispositivos de verificación. La lista es tan larga como la desconfianza que se instala. Una de las críticas “técnicas” más frecuentes que se les hace a las máquinas es que éstas no cuentan con una impresora y, por consiguiente, resulta imposible verificar si la máquina tomó o no en cuenta el voto. Pese a las reiteradas demandas, las autoridades de Florida se negaron a instalar las impresoras, único “medio de saber si realmente el voto ha existido”, según explica Georges González, un politólogo de la Universidad de Miami. Para González, las cosas no pueden ser más claras: “El rechazo a instalar las impresoras levanta la sospecha de que alguien está actuando con malas intenciones”. A ese detalle se le agregan otros... más humanos. En la circunscripción de Palm Beach, las boletas de voto que se entregaron a los electores que se negaron a utilizar las “valijas negras” no eran conformes, es decir, el voto emitido no puede ser considerado como válido.
William Doherty, responsable de la ONG Verifiedvoting.org, un grupo creado por un profesor de Standford, David Hill, asegura sin descanso que las “máquinas no son fiables porque la seguridad mínima requerida para esos sistemas no ha sido respetada. Todas las personas que trabajaron con esas máquinas pueden entrar tranquilamente en el corazón del sistema”. El gran enigma que rodea a las máquinas táctiles es precisamente lo que los especialistas llaman “su virtualidad”. No existe ningún método con el que se pueda verificar la “existencia tangible” del voto. Doherty acota al respecto que, en caso de litigio, las máquinas no “conservan ninguna prueba material, sobre papel, del voto expresado. Estamos entonces en una situación peor que en el 2000. Con las viejas cartas perforadas se podía contar y recontar mil veces... Pero con las máquinas no”. De hecho, las máquinas sólo disponen de una prueba final impresa: el resultado calculado por la computadora. Toda verificación o reconteo son pura y simplementeimposibles. Si existen reclamos, las computadoras no pueden más que calcular y llegar... al mismo resultado. Esa es la experiencia que se vivió en Florida el pasado mes de enero en el curso de una elección para el Senado. La republicana Allyn Bogdanoff ganó por 12 votos de diferencia; los demócratas pusieron en tela de juicio el resultado, pidieron una auditoría y se encontraron con la sorpresa de que era imposible volver a contar. Voto virtual, sin prueba, voto invisible.
El enésimo y sin dudas no el último problema radica en la identidad de quienes pueden verificar el funcionamiento de las máquinas. Sólo tres empresas están autorizadas a controlar los sistemas, pero esas empresas trabajan a sueldo de los fabricantes del dispositivo y éstos, a su vez, no son ajenos a la elección: sus propietarios aportaron una cuantiosa contribución financiera a la campana electoral. En suma, como lo escribe uno de los más prestigiosos partidarios de John Kerry, el profesor Robert Kuttner, “con nuestro sistema electoral hemos logrado una suerte de caldo de brujas donde se mezclan el amateurismo del siglo XIX con lo mejor de la tecnología del siglo XXI. Pero ésta no es fiable”.