ESPECTáCULOS › PAGINA/12 PRESENTA A SUS LECTORES UNA RECOPILACION IMPERDIBLE DE ALFREDO ZITARROSA
Aquella voz que le cantaba al sol del pueblo
El CD es más que un grupo de canciones comprometidas: hay perlas inéditas, versiones raras y palabras del cantor que contextualizan cada canción.
Por Karina Micheletto
La faceta militante de Alfredo Zitarrosa forma parte indisoluble de su obra. Basta escuchar la ternura de El violín de Becho o la monumental Guitarra negra para encontrar la mirada filosófica y política sobre el Uruguay y los hombres comunes –los muertos Fernández– que lo habitan, y la lista podría seguir a lo largo del repertorio del uruguayo. Aun así, ciertos temas pueden ser clasificados como los textos políticos de Zitarrosa, esos en los que el poeta toma postura con nombres y apellidos. Página/12 presenta con su edición de mañana un disco que reúne varios de estos textos, Alfredo Zitarrosa. Textos políticos. 20 años de compromiso, 1960-1980, con temas inéditos y casi inéditos, atesorados a lo largo del tiempo en cintas caseras o en grabaciones que se hicieron como aporte financiero al Frente Amplio.
En el extenso libro que acompaña al disco se cuenta la historia de este trabajo, producido originalmente en México en 1980 como parte de la militancia de Zitarrosa en pleno exilio. El mismo se encargó de seleccionar los temas, organizarlos en orden cronológico y acompañarlos por un texto que contextualiza la situación política del Uruguay y la suya propia en el momento en que fueron escritos. Algunas obras, como Milonga cañera o el recitado Desde el exilio, son absolutamente inéditas. Otras son inhallables, como la Milonga de contrapunto y las Diez décimas de autocrítica, editadas originalmente en el Uruguay en discos simples entre el ’71 y el ’72, destinadas a financiar al Frente Amplio. El disco también es una oportunidad para conocer, en el relato del propio Zitarrosa, la historia detrás de la historia de temas más conocidos como la Chamarrita de los milicos, de la que se escucha una versión desconocida, casi improvisada en una entrevista en Radio Educación de México en julio de 1977.
La selección incluye polcas y milongas camperas que hacen oír la voz del peón, del desposeído, del que no tiene nada que ganar ni nada que perder. La versión de la polca No se puede que se escucha en esta edición incluye un llamativo final con diálogos cruzados sobre la discusión política de fines de los ’60 en el Uruguay, chicanas hacia la condición de boxeador aficionado del presidente Pacheco Areco incluidas. En Milonga del contrapunto el payador dedica sus versos al pachequismo: “Hemos visto al presidente hablar por televisión / yo lo vi en una ocasión ya casi de madrugada. Del pueblo no dijo nada / dijo que habían unos locos / que son malos pero pocos y se la tienen jurada. Nunca ha hablado de nosotros / sino de la subversión / no dice nada del pión / del medianero tampoco / él piensa que con la foto / que le publican los diarios / se asustan los adversarios, el obrero, el estudiante / que la gente es ignorante y que él es un visionario”.
La más conocida Adagio en mi país es una bella declaración de resistencia escrita en plena dictadura. “En mi país somos duros, el futuro lo dirá”, se planta el poeta mientras se suman los desaparecidos, los presos políticos, los exiliados. “En mi país brillará, yo lo sé, el sol del pueblo arderá, nuevamente, alumbrando mi tierra”, asegura. Después vendría el exilio, cuya vivencia plasmaría en un extenso recitado inédito hasta la aparición de este disco, Desde el exilio, fechado en 1980: “Los que estamos afuera, compañeros, sufrimos. El partido se juega y nosotros sabemos lo que hay que saber: nunca nos fueron ni nos fuimos y jugaremos juntos el bueno de los buenos”.
El ordenamiento cronológico y la puesta en diálogo de estos temas con otros que constituyen el corpus más testimonial del autor (sobre todo lo escrito a lo largo del ’60 como Doña Soledad o La desvelada, entre otras) y con el resto de su repertorio, ilustra, de paso, la toma de postura delartista sobre su oficio y su misión. Diez décimas de autocrítica, escrita en 1972, es una reflexión marcada por el signo de los tiempos, equiparable a la que puede leerse en los diarios y papeles personales de Rodolfo Walsh: ¿Para qué escribir, para qué cantar? En uno y otro caso, la pregunta ronda la trastienda de la creación del artista que ya ha tomado posición, y que tiene una respuesta para darse.