EL MUNDO › GEORGE BUSH PROMETIO CUMPLIR A RAJATABLA EL PROGRAMA POR EL QUE LO VOTARON
Cuando W2 entra triunfante al escenario
Implacable guerra contra el terror en el exterior y reducción de impuestos a los ricos en forma permanente fueron las promesas que hizo ayer George W. Bush en su primera conferencia de prensa luego de su aplastante reelección. Y admitió que hará cambios en su gabinete.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Un Bush triunfante extendió una vez más un ramo de olivo a sus oponentes políticos ayer, pero señaló que tanto en el exterior como en el país el estilo y la sustancia de su gobierno era improbable que cambiara durante su segundo período. En una rara conferencia de prensa 24 horas después de su decisiva victoria sobre el contendiente demócrata John Kerry, Bush declaró que él había ganado un nuevo capital político en esta elección “y lo voy a gastar en lo que le dije a la gente que lo iba a gastar”. Hablando luego de presidir su primera reunión de gabinete después de la elección, prometió presionar por la seguridad social y la reforma impositiva y convertir en permanentes los masivos recortes impositivos de su primer período. En el exterior, la segunda administración Bush seguirá con su implacable guerra contra el terror.
Sonriente y relajado, y bromeando con periodistas a los que generalmente mantiene a una distancia prudencial, el presidente desestimó preguntas sobre un problema de imagen para Estados Unidos en el mundo externo, indicando que las críticas extranjeras no afectan sus políticas. También omitió dar respuestas claras sobre cambios en el gabinete, seguramente ciertos en los próximos días o semanas, y se negó a dejarse arrastrar en el tema enormemente polémico de los nombramientos judiciales en la Corte Suprema, de los cuales probablemente haga por lo menos uno, quizás hasta tres, antes de que deje su mandato en 2009. De John Ashcroft, el conservador y altamente urticante secretario de Justicia, se cree que casi con seguridad renuncie pronto, por motivos personales y de salud. Rudolph Giuliani, el ex alcalde de Nueva York y prominente en el tren de campaña este otoño, se cuenta entre los reemplazables discutidos.
En el Departamento de Estado, Colin Powell no ha dado ningún indicio que tenga intenciones de dejar la administración. Pero muchos sospechan que lo hará pronto, exhausto después de quedarse al final de tantas batallas perdidas con el Pentágono. Condoleezza Rice puede cambiar de empleo después de cuatro años como la asesora de seguridad nacional de Bush, en medio de especulaciones que podría tomar el lugar de Donald Rumsfeld como secretaria de Defensa. Entre sus posibles sucesores se encuentra el vice de Rumsfeld, Paul Wolfowitz. Bush partió anoche para un largo fin de semana en Camp David, donde meditará sobre sus opciones.
En realidad este presidente, como todo mandatario reelecto, tiene un margen de un año o 18 meses para asegurarse sus objetivos, mientras su prestigio y autoridad están en lo alto, y antes que el foco se vuelque a las elecciones de mitad de mandato de 2006 y luego la competencia presidencial de 2008. La energía invariablemente decae durante los segundos mandatos. También suelen tener la desagradable costumbre de quedar envueltos en escándalos abrumadores: no hay más que mirar el affaire de 1986 Irán-Contra del que Ronald Reagan nunca realmente se recuperó y la debacle de Mónica Lewinsky de 1998 que condujo a los procedimientos del juicio de destitución contra Bill Clinton.
La mayor preocupación de Bush es explotar esta rara oportunidad para empujar su agenda en un Congreso que está más sólidamente que nunca en manos republicanas. Después de sufrir pérdidas tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, la última tajada de poder de los demócratas en Washington consiste en sus 45 bancas en el Senado, suficientes para obstruir medidas. Sin embargo, ésa sería la última arma, resultando en una declaración de guerra entre los partidos y destruyendo cualquier perspectiva de alianzas bipartidarias que Bush necesitará, especialmente para la reforma de las jubilaciones. “Los estadounidenses esperan un esfuerzo bipartidario y resultados”, dijo. “Yo llegaré a cualquiera que comparta nuestros objetivos.” Una prueba ácida de esa promesa se espera pronto, si el presidente de la Corte Suprema de Justicia, William Rehnquist, de 80 años y con un cáncer de tiroides, renuncia. Bush sabe muy bien que elegir a un jurista archiconservador llenaría de furia a los demócratas, envenenando la atmósfera de sus otros objetivos legislativos. Bush prometió comunicarse con aliados alejados, preocupados por su manejo de la guerra contra Irak.
Pero las expectativas exteriores de un Bush conciliatorio de estilo nuevo no deberían ser muy altas. Interrogado por la impopularidad de Estados Unidos en muchas partes del mundo, admitió que había sido criticado. “Hay una cierta actitud por parte de algunos que dicen que es una pérdida de tiempo tratar de promover las sociedades libres en otras partes del mundo”, dijo, refiriéndose a la invasión de Irak. “Recuerden, fui a Londres en noviembre de 2003 para hablar de mi visión de difundir la libertad a través del Gran Medio Oriente y entiendo totalmente que eso puede causar encono en algunos y ser considerado una locura.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.