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Una moto estacionada en la calle, que tenía una bomba escondida, explotó ayer mientras pasaba una patrulla de Guardias Nacionales matando a cuatro guardias e hiriendo críticamente a otros dos. En comparación con otros atentados en Irak, éste no fue demasiado espectacular. Pero ocurrió en Basora, en el sur chiíta, que hasta ahora no había tenido demasiados atentados de este tipo. Había un sentimiento expectante en la ciudad después de las elecciones de las que participaron millones de chiítas para llegar al poder por primera vez en un siglo. La insurgencia intensificó sus ataques después de las elecciones y hubo amenazas de un ataque de este tipo. Las recriminaciones comenzaron inmediatamente después del atentado. “No tenemos muchas bombas aquí en comparación con otras ciudades”, dijo Ahmed Bakr Ali. “Pero estábamos nerviosos porque algo así ocurriera después de la elección. Obviamente es gente a la que no le gusta la idea de que los chiítas estén en el gobierno a pesar de que son mayoría.” En esta zona, los sunnitas se sienten particularmente acosados al ver que pierden poder y denuncian una persecución por parte de las fuerzas de seguridad mayoritariamente chiítas.