EL MUNDO › OPINION
La guerra no ha terminado
Por Claudio Uriarte
Ariel Sharon consiguió todo lo que necesitaba y va por más. Porque el hombre bomba que se hizo estallar anoche cerca de Tel Aviv matando a 16 personas e hiriendo a otras 57 es la demostración más irrefutable de que la Operación Muro Defensiva que se lanzó el 28 de marzo está incompleta, y va a seguir. El objetivo de la operación era la extirpación de las redes terroristas y la destrucción de sus recursos militares; eso, sin duda, se logró en el campo de refugiados de Jenín, que era el principal vivero del extremismo –islámico o laico– pero las incursiones en el resto de las ciudades palestinas fueron más superficiales y episódicas, y en la Franja de Gaza no se intervino en absoluto. Esos son los próximos pasos de Israel en el terreno, y ése el críptico “OK” que dio ayer George W. Bush al abrazar la visión pentagonal de su gobierno de que la actual Autoridad Palestina no es la que puede llevar a buen puerto las negociaciones de paz.
El punto apenas merece discusión. Durante las negociaciones de Camp David, Sharm-el-Sheik y Taba en la segunda mitad de 2000, Israel, ventrilocuizada por el entonces presidente BIll Clinton, se acercó a lo máximo que podía ofrecer sin cometer un suicidio nacional: un Estado Palestino en el 95 por ciento de Cisjordania (con un 5 por ciento compensatorio en Israel propiamente dicha), 100 por ciento de la Franja de Gaza, capital en Jerusalén Oriental, compensaciones simbólicas y monetarias por la diáspora palestina empujada al exilio por la guerra de 1948, paulatino desmantelamiento de las colonias más lejanas a las fronteras israelíes de 1957 y paulatina cesión del Valle del Jordán -salvo por estaciones de radar y de alerta temprana–. La AP contestó no sólo exigiendo el derecho de regreso de los seis millones de palestinos a una Israel de cinco millones de judíos –lo que hubiera constituido a Israel en un Estado árabe– sino negándose a lanzar otra contraoferta que la catastrófica Intifada en que sacrificó a 1400 de los suyos en pos de la idea de que un gobierno de Sharon le serviría para gatillar una intervención internacional a la Kosovo brindándole un Estado más grande que los límites de la existencia de Israel. Porque, si la totalidad de los refugiados debe volver, es claro que Yasser Arafat considera que Tel Aviv y Jerusalén Occidental también son colonias israelíes. Entonces comenzó la temeraria escalada terrorista, que en un momento llegó al ritmo de tres atentados por día. Israel no pudo contestar plenamente por la presión de parte del gobierno de Bush. Ese sector se replegó ayer a segundo plano.