EL PAíS
Jaim Etcheverry asumió en la UBA y Shuberoff ya pasó a la historia
Con mandato hasta 2006, el nuevo rector dijo que “muchas cosas van a cambiar” y alertó sobre el avance de “la lógica empresarial en la UBA”.
Insistió en su objetivo de “politizar y despartidizar” la casa de estudios.
Por Javier Lorca
En un acto que mezcló parejas medidas de circunspecto protocolo académico y entusiasta celebración, ante más de 500 personas, Guillermo Jaim Etcheverry asumió ayer como rector de la Universidad de Buenos Aires. Esta vez no hubo huevazos ni protestas estudiantiles. En realidad, no hubo estudiantes. “Muchas cosas van a cambiar”, avisó el médico de 59 años que encabezará la casa de estudios hasta 2006. Su discurso, plagado de citas eruditas, se despachó contra “la acelerada incorporación de la lógica del mercado en la universidad”, contra la cosificación del saber y defendió el rol contracultural de la institución, así como su función esencial: “Darles a los estudiantes una visión del mundo”. Consultado por Página/12, anunció que el miércoles que viene revelará quiénes integrarán su equipo de colaboradores. Ya en retirada, el controvertido Oscar Shuberoff se despidió de los 16 años que lo tuvieron ocupando el sillón que desde ayer atesora el ex decano de Medicina declarando sentir “la satisfacción del deber cumplido”.
El salón de actos de la Facultad de Derecho estaba colmado de académicos, investigadores, funcionarios (entre ellos, el ministro de Salud, Ginés González García), rectores de universidades públicas y privadas, ex decanos. En la UBA estudian unos 250 mil alumnos. Ayer era difícil ubicar alguno. En cambio, se veían numerosos profesores y graduados, además de trabajadores no docentes y dirigentes gremiales.
El acto estaba previsto para las 11, pero los protagonistas entraron 40 minutos después. Desde los últimos asientos de la sala, a unos cuantos metros del estrado, se podía ver claramente la sonrisa de Jaim Etcheverry, de sobrio traje gris oscuro. Detrás del centro del escenario se ubicaron los decanos y los consejeros superiores. El centro lo ocuparon el propio Jaim; Shuberoff; el secretario de Políticas Universitarias, Juan Carlos Pugliese; el decano que jugó de local, Atilio Alterini; la vicerrectora Susana Mirande, y el secretario general de la UBA, Carlos Más Vélez.
Todos ellos se repatingaron en mullidos sillones (los pies de más uno no alcanzaban el suelo) hasta que entró la bandera de ceremonia. El coro de la Facultad de Derecho y la banda sinfónica de la Facultad de Filosofía y Letras arremetieron con el Himno Nacional, durante el cual no faltó la melodía aliterada de un teléfono celular. En seguida, se leyó el acta de la asamblea universitaria que eligió al nuevo rector y, a las 11.50, tras el consabido autógrafo, Jaim Etcheverry ya había asumido. El silencio se trocó en aplausos, con casi todos los participantes parados. Jaim agitaba sus manos saludando al público y se abrazaba con el saliente Shuberoff.
El primer orador de la mañana fue el radical Pugliese. Antes de lanzar buenos augurios para Jaim Etcheverry, el funcionario del Ministerio de Educación destacó que en los últimos años la UBA fue un “vallado” frente a los intentos de avasallar la gratuidad y la autonomía universitarias. El siguiente en tomar el micrófono fue el para entonces ex rector. Shuberoff despachó un discurso de 20 minutos para resaltar su “alegría y tranquilidad de espíritu” y, en primera persona del plural, repasar su larga gestión: “Sostuvimos los principios básicos que hacen a la esencia de la universidad”; “fortalecimos la actividad académica”; “generamos una estructura de investigación”; “superamos el grave estado de fragmentación” en que se hallaba la UBA posdictadura. Algunos murmullos de desaprobación se oyeron cuando dijo que “un uso muy cuidadoso de los recursos del Estado permite encontrar hoy a la UBA en una situación financiera ventajosa”. Para despedirse, apeló a metáforas de su cosecha: “Se han obtenido en estos años muchos frutos, pero estamos seguros de que dejamos muchas más semillas... La universidad no es un sitio donde se pueda vivir al abrigo. Es el lugar de los vientos. Cuando hoy se avecinan vientos huracanados, tenemos la seguridad de que la universidad resguardará los principios reformistas”.
Después sí, como a las 12.30, fue el turno del flamante rector. Como ya lo había dicho en su discurso previo a la votación que lo coronó el 2 de abril, Jaim Etcheverry insistió con que “hoy es tarea imprescindible politizar a la universidad, para que aporte ideas y sea una guía para la sociedad. Pero resulta imperioso despartidizarla, volver a hacerla pública y no presa de intereses privados”. También se refirió a la necesidad de desarrollar “una fuerte conciencia ética, dando el ejemplo que no siempre dimos en el pasado”. De ahí en más se sucedieron las citas a pensadores y escritores: de Alfonso el Sabio a Humberto Maturana, de Rizieri Frondizi a George Steiner, de José Ortega y Gasset a Alfred Whitehead, de Simón Rodríguez y Nicolás Avellaneda se permitió pasar a Angeles Mastretta.
El eje de sus palabras buscó revalorizar “la relación entre el docente y los alumnos”. Recordó que “el objetivo de la universidad es darles a quienes pasan por ella, los estudiantes, una visión del mundo... La universidad tiene la función irrenunciable de civilizar el nuevo milenio... En su esencia, la universidad es una institución de ideas. Frente al poder político y religioso, la universidad surge como el espacio de las ideas. Como vivimos en un mundo de cosas... la amenaza externa está representada por la tendencia a cosificar... Signo de ese peligro es el desinterés por todo aquello que no sea económicamente útil..., la acelerada incorporación en la universidad de la lógica del mercado. Para juzgar a la universidad, se pretenden aplicar los mismos criterios que se usan para las empresas que producen bienes. Es imposible aplicar esa lógica a un producto tan complejo como un estudiante educado. No podemos perder de vista que estamos formando hombres”. En esa tónica, alertó: “Hay que resistir las tendencias impulsadas por las determinaciones económicas del mercado. Hay que resistirse a aceptar dócilmente sus valores”.