EL MUNDO › DE CARA A LOS COMICIOS GENERALES DE 2006 EN ITALIA
El test que Berlusconi no pasó
La centroizquierda italiana que lidera Romano Prodi vapuleó al gobierno conservador del premier Silvio Berlusconi al arrebatarle seis regiones –además de las cinco que mantiene–.
Por O. G.
Desde Roma
Silvio Berlusconi sufrió un duro golpe ayer en las elecciones regionales, en las que se eligieron 13 gobernadores de los distritos más importantes del país y que llevaron a las urnas a cerca de 30 millones de italianos. Un revés que las encuestas más audaces no habían osado anticipar. Ni siquiera en 1996, cuando la coalición de centroizquierda dirigida por el ex presidente de la Unión Europea, Romano Prodi, le ganó a Berlusconi las elecciones a Primer Ministro, los sectores progresistas italianos habían logrado superar en cantidad de votos a una derecha que se había presentado dividida y que por esa razón perdió.
Los resultados de ayer, que le dieron la victoria a la izquierda en 11 de las 13 regiones en las que se votaba (según los últimos resultados parciales al cierre de esta edición), no pasarán inadvertidos a pesar de que la televisión, controlada en su versión pública y privada por Silvio Berlusconi, trató de ignorarlos concentrando su atención en lo que ocurría dentro de los muros de Ciudad del Vaticano. Pero la realidad terminó irrumpiendo en las pantallas del país durante la noche, cuando el dedo del premier no pudo ya seguir tapando el huracán que desataron los electores durante el fin de semana (se comenzó a votar el domingo y se terminó ayer a las 3 de la tarde). Mientras la izquierda se sumergía en un discreto festejo puertas adentro, para no ofender la sensibilidad de la catoliquísima Italia, la derecha comenzaba a mostrar la sangre en el ojo y a desenfundar las armas para realizar un previsible ajuste de cuentas internas que amenaza con hacer caer el gobierno conservador.
Berlusconi llegó al poder en 2001 y su mandato, en teoría, concluye el próximo año. Pero el Parlamento italiano tiene el poder de veto suficiente para hacer caer el gobierno, cosa que ya ha ocurrido en el pasado en más de una ocasión. De hecho, el último premier de centroizquierda, Massimo D’Alema, renunció para dar paso a un gobierno técnico de transición luego de unas elecciones regionales como las de ayer, donde incluso había perdido por mucho menos de lo que perdió ahora la coalición de centroderecha.
La alianza que sostiene a Berlusconi estaba ya por estallar antes del voto. La Liga Norte, del xenófobo Umberto Bossi, que tiene su fuerte en las regiones ricas de Lombardía y Véneto, impuso unos días antes una reforma de la Constitución que, a juicio no sólo de la izquierda, amenaza con herir de muerte la mismísima unidad de Italia. Bossi sostiene que no es justo que el norte rico sostenga con sus impuesto al sur “haragán”, y realizó una alianza de hierro con Forza Italia, el partido de Berlusconi que recoge también la mayoría de sus votos en las zonas prósperas del país. Esta alianza deja muy mal parados a los otros dos partidos fuertes de la coalición gobernante, Alianza Nacional (AN), liderada por el neofascista canciller Gianfranco Fini, y la Unión de Centro (UCD), el partido heredero de la vieja Democracia Cristiana, liderado por el moderado Marco Follini.
Serán estos sectores los primeros en querer hacer un ajuste de cuentas, ya que los resultados de ayer demostraron que el sur tradicionalista, conservador y de raíz democristiana dio por primera vez la victoria a la izquierda, llegando incluso a elegir como gobernador en la Puglia a Nichi Vendola, el joven candidato de Refundación Comunista, el ala más extrema de la oposición, que por si fuera poco es católico, marxista y gay.
“La culpa es de Bossi”, susurran sin disimulo los dirigentes de la UCD y los neofascistas de AN, “que con sus reivindicaciones ‘norteñas’ nos hizo perder los votos del sur”. Pero las críticas de los aliados de Berlusconi no se detienen ahí. Seguir los dictados políticos de la Liga tampoco le trajo ventajas a la coalición en el norte, donde el gobierno logró tan sólo mantener las regiones de Lombardía y Véneto, ganando por mucha menor ventaja que en las regionales anteriores. Y, por si fuera poco, perdió el Piamonte y la Liguria, dejando caer a pedazos el mito de que el norte rico votaba siempre por los colores azules del mediático premier. La oposición se queda con las regiones de Emilia-Romaña, Toscana, Marcas, Campania y Umbría, y añade Piamonte, Calabria, Liguria, Abruzzo, Puglia y Lazio.
La muerte del Papa servirá para tapar por unos días el efecto devastador del terremoto electoral de ayer, pero no será suficiente. La era Berlusconi está llegando a su fin y la gran mayoría de los italianos sólo lamentó anoche no poder salir a festejarlo por las calles como hubiera ocurrido si en San Pedro no hubiera acabado su reinado Juan Pablo II.