EL MUNDO
Retiro de un lado, entrada del otro en Medio Oriente
Ayer terminó el asedio israelí de 39 días sobre la Iglesia de la Natividad en Belén. Los 13 militantes palestinos acusados por Israel ya están detenidos en Chipre. Ahora el foco está puesto en la Franja de Gaza: Israel postergó la operación militar en esa región, que de todos modos se considera inminente.
Por Suzanne Goldenberg *
Desde Belén
El primer hombre salió en cuanto las campanas de las iglesias vecinas comenzaron a sonar las 7 de la mañana, atravesando el detector de metales en la Plaza Manger y abordando el ómnibus rojo y blanco hacia un exilio indefinido. Era Abdulá Daoud, el jefe local de inteligencia palestina, que está acusado por Israel de contrabando de armas. Detrás de él, a intervalos de un minuto y escoltados por sacerdotes franciscanos, salió la otra docena de militantes palestinos que fueron deportados ayer, seguidos por los 26 que fueron llevados a Gaza en ómnibus. Según la televisión estatal israelí, el ministro de Defensa, Benjamin Ben Eliezer, dispuso, “por las filtraciones a la prensa”, la postergación de la hasta ayer inminente ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, de donde provino el atacante suicida del atentado del domingo pasado en Tel Aviv, que provocó 15 muertos. Varios blindados se agruparon rodeando la región e Israel convocó a un número indefinido de reservistas para la operación.
En un techo, las familias de los 13 liberados en Belén expresaban su alegría, y una mujer incluso aulló; abajo, en la calle, los familiares de los otros militantes deportados lloraban silenciosamente. Y así, el sitio de la Iglesia de la Natividad en Belén, uno de los episodios más dramáticos y sangrientos de la basílica en 1600 años, llegó a su fin en su 39º día. Los hombres buscados por Israel eran seguidos por 84 clérigos y civiles palestinos. Para el mediodía, Daoud y 12 otros habían llegado a Chipre en un avión militar británico y fueron llevados a un hotel en Larnaca rigurosamente vigilados. Los civiles palestinos fueron llevados a una base del ejército en un asentamiento judío para ser interrogados. Debían ser liberados ayer a la tarde. Los francotiradores israelíes comenzaron a bajar de los techos que daban sobre la Plaza Manger y a guardar sus equipos para la retirada prometida por Israel, que se llevó a cabo inmediatamente después que salieran los militantes.
Mientras los equipos blindados israelíes se retiraban de la Plaza Manger, los palestinos en Gaza esperaban un ataque militar. Antes de la oración del mediodía en el campo de refugiados de Jabaliya en Gaza, miles compraron las últimas provisiones en el mercado antes de desaparecer dentro de sus hogares. El campo es el bastión del movimiento islamista Hamas, al que Israel responsabiliza por el ataque terrorista cerca de Tel Aviv el martes que dejó a 15 israelíes muertos. Cada uno de los 70.000 palestinos en Jabaliya supone que va a ser un objetivo en cualquier incursión israelí. Los médicos locales temen que las bajas sean muchas, en un espacio habitado de menos de 1,5 kilómetros cuadrados. En el centro de rehabilitación del campo, se están entregando a las familias paquetes de primeros auxilios que contienen vendas, tijeras e instrucciones básicas.
“No queremos que la gente muera desangrada en las calles como sucedió en Cisjordania”, dijo Ahmed Abdulá, un líder comunitario de Jabaliya. Los combatientes están ocultos y salen sólo cuando oscurece para construir defensas. Entre estas hay vastas montañas de arena que colman el camino que une Jabaliya con la ciudad de Gaza. Es difícil imaginarse cómo podrían obstruir el paso de un tanque. “Pero pueden desacelerar una patrulla del ejército”, dijo un dirigente local. Cada montaña está llena de minas, añadió.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.