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Cómo ser laborista, conservador y con todo eso frenar a la derecha

Tony Blair acaba de cumplir cinco años en el gobierno y no parece amenazado por el giro a la derecha de Europa. Ayer se reunió con uno que sí lo está: el alemán Gerhard Schroeder.

Por Walter Oppenheimer *
Desde Londres

Uno está amenazado por la derecha alemana que pretende terminar de torcer el rumbo hacia la derecha en Europa en las elecciones generales de septiembre. Si eso ocurre, el otro puede exhibir con orgullo el hecho de ser el único de los sobrevivientes de la Europa rojo–rosa, de la Tercera Vía que él mismo inventó. Uno, el jefe de gobierno alemán Gerhard Schroeder, y el otro, el premier británico Tony Blair, se reunieron ayer en Berlín para hacer “un llamado firme contra las políticas extremistas de todo tipo”, en referencia a la ola ultraderechista en el Viejo Continente. Blair tiene más medallas para mostrar: cumplió a principios de mes cinco años en el poder y nada parece amenazar su reinado. Su secreto: demostrar que su programa es lo bastante conservador como para seguir gobernando.
Su triunfo rompió 18 años consecutivos de mandatos conservadores. Pero, ¿en qué ha cambiado el Reino Unido tras cinco años con Blair? Cinco años después, el Nuevo Laborismo parece una etiqueta política más desprestigiada que innovadora y su carismático líder se ve acosado por el desgaste del poder, pero su fortaleza en las urnas ha quedado ratificada hace dos semanas, con un excelente resultado en las municipales. Unos no observan grandes diferencias entre laboristas y tories (conservadores), pero otros creen que se está produciendo una revolución silenciosa en materias tan sensibles para la izquierda como la inmigración o la lucha contra la pobreza. Y advierten de que, por encima de la espuma del desgaste cotidiano, desde el caos de los servicios públicos hasta los problemas de corrupción política, los vaivenes sobre el euro o el controvertido papel del presidente Blair en la guerra contra el terrorismo, los nuevos laboristas han cumplido con creces su primer objetivo: convencer a los británicos de que son lo bastante conservadores como para seguir gobernando otro lustro.
“La vida no es muy diferente de como era hace cinco años”, afirma Martin Weale, director del National Institute for Economic and Social Research, un veterano instituto de investigación económica. “El Partido Laborista ha hecho importantes esfuerzos para enfrentarse al problema de la pobreza, ha destinado más recursos que los conservadores a pensiones, a la infancia, y mucha gente está muy satisfecha por ello”, añade. “Pero tienen dificultades acerca del euro. El gobierno no parece tener una sola voz ni una sola visión. En términos de reformas económicas, el desempleo ha bajado más de lo que la gente esperaba –desde luego, más de lo que yo esperaba–, pero creo que obedece más a las circunstancias que a la acción directa de las políticas de este gobierno”. Weale no observa grandes distancias entre las políticas laboristas y las conservadoras. “En términos de política fiscal, este gobierno está preparado para trabajar con déficit superiores a los que los conservadores querían tener, pero el déficit está ahora más bajo que con los conservadores. En términos macroeconómicos, no creo que haya cambiado gran cosa”.
John Cruddas, diputado laborista por primera vez desde el año pasado, defiende la tesis de la revolución silenciosa. Cruddas representa a un barrio obrero del este de Londres, Dagenham, donde el Partido Nacional Británico, el equivalente del Frente Nacional francés, tiene cierta presencia. “En los últimos cinco años hemos vivido cambios que en muchos casos no se ven”, afirma mientras degusta un café en los sótanos de Westminster, en las Casas del Parlamento. “Hemos hecho una especie de revolución en el mercado laboral y el sistema de seguridad, y al mismo tiempo hemos demostrado nuestra legitimidad en términos de capacidad para gobernar, sin generar un crecimiento insostenible, sin despilfarrar el dinero, sin provocar una crisis en las relaciones laborales. Hemos eliminado todas esas prevenciones psicológicas de mucha gente”, asegura. Sarah Spencer dirige el departamento de Ciudadanía del IPPR, un instituto que se presenta como “líder de los think tanks independientes del centro izquierda”. Sarah, experta en racismo, inmigración y refugiados, cree que “ha habido un cambio radical en la política sobre inmigración, pero menor en la política de asilo. El gobierno laborista ha sido bueno al reconocer los beneficios de la apuesta por la inmigración, admitiendo que tiene que ser controlada y manejada con cuidado. Ha habido un lenguaje positivo que ha ayudado a cambiar a la opinión pública, ha admitido que el gobierno y los poderes públicos no proporcionan un servicio público adecuado sin distinciones raciales, y que hay que potenciar la tendencia a la igualdad y la buena relación entre las comunidades a partir de ahora”, afirma.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Risas entre Blair y Schroeder, los
sobrevivientes de la Europa que había girado a la izquierda.
 
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