EL MUNDO
Negro, castaño y blanco en color
Al frente de una inédita alianza interracial, se impuso el primer alcalde hispano en 133 años en la segunda ciudad de EE.UU: Los Angeles.
Por José Manuel Calvo *
Desde Washington
Antonio Villaraigosa, mexicano-americano de 52 años y modelo del sueño americano para la comunidad latina de Estados Unidos, se convirtió el martes en el primer alcalde hispano de Los Angeles desde hace más de un siglo. El demócrata Villaraigosa, que se maneja más en inglés que en castellano y derrotó a un compañero de partido en la lucha por la alcaldía de la segunda ciudad estadounidense, entra de esta forma en el olimpo de la elite hispana y confirma la creciente fuerza política de la primera minoría de EE.UU. “¡Sí se puede, ‘Yes, we can!’”, gritaron sus partidarios en la noche de la victoria.
Villaraigosa, con casi el 59 por ciento de los votos –y una débil participación que no llegó a un tercio del electorado–, barrió a su adversario, el alcalde James Hahn, un político de larga tradición que le había arrebatado la victoria en una pelea a cara de perro hace cuatro años. Ahora, a pesar de que las cifras de criminalidad han descendido y de que la situación laboral de Los Angeles no es mala, el descontento con la proliferación de las bandas juveniles, el deterioro de la enseñanza pública, el elevado precio de la vivienda y el endémico problema de los atascamientos del tránsito liquidó las esperanzas de Hahn –acusado, además, de corrupción– y catapultó a Villaraigosa a la alcaldía con un mensaje de cambio ayudado por su carisma y simpatía. “Nuestro propósito es unir a esta gran ciudad, contar con la rica diversidad de todas sus comunidades y barrios”, dijo el alcalde electo ante los miles de seguidores que celebraron el triunfo a medianoche.
No dio más detalles, pero asumió que tiene por delante problemas muy complicados: “El trabajo más fuerte empieza mañana”. La coalición de negros –con una presencia notable en el centro de la ciudad– y blancos moderados del valle de San Fernando que dio hace cuatro años el triunfo a Hahn se ha roto en estas elecciones: el prestigio del alcalde derrotado sufrió entre su electorado conservador por las acusaciones de haber recibido donativos electorales a cambio de contratos de servicios públicos y por oponerse a la secesión de San Fernando; a los votantes afroamericanos no les gustó que apoyara el cese en el cargo del jefe de policía de la ciudad.
Por su parte, Villaraigosa se ha basado en una alianza entre el voto latino –en una ciudad en la que casi la mitad de la población es hispana– y los demócratas más liberales que no apoyaban a Hahn.
Más habilidoso y carismático que ideólogo, ha sabido superar las diferencias que lo enfrentaban con otros líderes hispanos y ganarse –a pesar de sus lazos con los sindicatos– el apoyo de republicanos moderados, como el ex alcalde Richard Riordan, o de figuras populares como Magic Johnson. Precisamente, porque la victoria viene de la mano de la insatisfacción –el votante californiano se distingue por sus humores cambiantes y por su desconfianza hacia los políticos tradicionales, como sabe el gobernador, Arnold Schwarzenegger–, Villaraigosa no puede confiar sólo en su encanto y en su imagen dinámica. En la campaña dejó sin contestar preguntas sobre su actividad en la Cámara californiana y sobre la financiación de su campaña, un flanco abierto que puede complicarle el futuro, porque una de sus promesas ha sido limpiar de corrupción la alcaldía. Como su antecesor, deberá cuidar además los equilibrios de la alianza que lo ha llevado a la alcaldía. Villaraigosa se ha curtido en “el barrio” y en la vida dura de los desposeídos: nacido en City Terrace, en el Este de Los Angeles y uno de los lugares en los que se estableció la comunidad inmigrante de origen mexicano, sufrió la pobreza y fue testigo de los malos tratos que su padre daba a la madre, que acabó haciéndose cargo de la familia en solitario. “Nunca olvidaré de dónde vengo. Ysiempre creeré en la gente de Los Angeles”, dijo en otro momento de su discurso.
Mal estudiante de secundaria, a pesar de todo logró matricularse en la universidad y se licenció en Derecho. Empezó a trabajar para el sindicato de educadores y su habilidad política y liderazgo lo llevaron enseguida a la política. Ganó un escaño en la capital de California, Sacramento, en 1994, y cuatro años después era presidente de la Cámara, en donde se destacó por sus habilidades negociadoras. Desde el principio supo que su etapa siguiente pasaba por la alcaldía de Los Angeles, que estuvo a punto de lograr en 2001. A pesar de la derrota, se mantuvo en la pelea y ganó un puesto de concejal hace dos años. Lo demás ha sido el éxito de una implacable estrategia que probablemente no se detendrá en la alcaldía. Villaraigosa tomará posesión de su cargo el 1º de julio. El último alcalde hispano de Los Angeles fue Cristóbal Aguilar, en 1872, cuando la ciudad tenía poco más de 5000 habitantes.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.