EL MUNDO › HOY LA ULTRADERECHA EUROPEA PODRIA DAR OTRO SALTO, EN HOLANDA
A la sombra del difunto Pim Fortuyn
Por Ian Black *
Desde Rotterdam
Ibrahim Hmdine no ha decidido a quién votará hoy en las elecciones generales holandesas. Pero no votará por el partido de Pim Fortuyn, el candidato ultraderechista cuyo asesinato ensombreció el controvertido e impredecible escrutinio. Con el Partido Laborista resignado al desplome, la gran pregunta en la ciudad natal de Fortuyn ayer era qué haría su partido, la “Lista Pym Fortuyn” (LPF), y qué diría sobre los temas de inmigración, raza y delito que sustentaron la campaña. Según un último sondeo el LPF podría lograr 28 escaños en la Cámara de Diputados (un 18,5 por ciento de votos) y convertirse en el segundo partido de Holanda, por debajo del Partido Cristiano Demócrata. Pero ya se evidencian divisiones en el LPF: su recién nombrado presidente, Peter Langendam, anunció que va a dimitir a su cargo tras los comicios, advirtiendo “una polarización muy negativa” en el seno del partido.
Saboreando el té de menta en un café solo para hombres ubicado atrás de la mezquita al-Nasr en el deteriorado distrito Oude West en Rotterdam, Hmdine insistió con que no era en absoluto un admirador del político asesinado como tampoco de los Países Bajos, renombrados por su tolerancia. “La gente blanca vive bien, pero tenemos traficantes de drogas en nuestras calles –dijo– y los políticos holandeses son muy racistas, a pesar de que hablan mucho sobre la libertad y la democracia.”
Dude West y el aledaño Schiedam son dos barrios signados por alto porcentaje de crímenes y siniestros y constituidos por bloques de departamentos contiguos que sobrevivieron a los devastadores ataques con bombas en 1940, que serán renovados por la alcaldía y las asociaciones de fomentos de viviendas. Fortuyn ganó notablemente con sus declaraciones antimusulmanes, con sus llamados a reducir la inmigración y con barrer de extranjeros en estos barrios. “Ahora un 56 por ciento de la población de Rotterdam es de origen extranjero”, había dicho. “Eso es demasiado.” Se suspendió la campaña por el asesinato de la semana pasada (6 de mayo), lo cual redujo las tensiones preelectorales. No se vieron casi afiches y autoadhesivos. La agitación estuvo confinada a los medios.
En Rotterdam se sienten lo suficientemente europeos. Sin embargo, la mezquita turca, con sus delgados minaretes, su frente color pistacho y el imán preocupado por la afluencia no prevista de visitantes que quieren hablar de política, parecen más un paisaje del Bósforo. El café kasbah, el bar sharma Almeria, las agencias de viaje ofreciendo vuelos a Casablanca y Rabat, los afiches de solidaridad con las marchas palestinas y ofrecimientos a los árabes de cursos de lengua holandesa están por todos lados.
En las calles la opinión estuvo dividida. Qasmi, un jubilado que se apuraba para llegar a los rezos de la tarde, llegó a los Países Bajos hace 30 años desde Marruecos y nunca tuvo problemas con el racismo. Dris, otro marroquí, era uno de tantos miles, incluyendo a varios líderes musulmanes, que les dieron sus respetos al funeral de Fortuyn. “No era. Es verdad que este es un pequeño país y tenía razón en decir que está completo. Yo elegí vivir acá porque es un buen lugar y porque se respetan los derechos humanos”.
Sharada Aaarham, que vino a Holanda desde la antigua colonia holandesa de Suriname de chica, va a votar al laborismo. “Pienso que ellos pueden hacer mejores cosas por el país que Fortuyn”, porque “opinan que cualquier persona puede quedarse”. Otros inmigrantes afirman que están más preocupados en las listas de espera de los hospitales y en una merma de maestros que en la discriminación. La intolerancia no es un asunto nuevo aquí, por mucho que se diga sobre el arrebato a la inocencia holandesa con el primer asesinato a un político desde el siglo XVII. La policía de Rotterdam registró 49 homicidios comunes cometidos el año pasado, muchos de ellos en la peligrosa calle Mathenessenweg de Dude West. * De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Mercedes López San Miguel.