EL MUNDO › OPINION

La UE luego de la UE

Por Claudio Uriarte

Las declaraciones que usted está leyendo y/o escuchando ahora de políticos europeos que lamentan el “no” de Francia a la Constitución Europea pero aseguran que no es el fin del mundo y que el proceso de ratificación seguirá en los países que faltan son en parte para atajar una corrida contra el euro esta mañana y los días que siguen, en parte para frenar lo que parece otro “no” en Holanda pasado mañana, pero sobre todo para distraer la atención de lo que efectivamente es un golpe mortal a la Constitución Europea en su presente forma, ya que las decisiones dentro de la Unión Europea requieren la unanimidad de sus 25 Estados miembros, y hete aquí que dos Estados fundadores la rechazan. Crípticamente, el proyecto de Constitución prevé que “si al final del plazo de dos años a partir del tratado que establece una Constitución para Europa, cuatro quintas partes de los Estados miembros lo ratificaron y uno o varios Estados encontraron dificultades para proceder a la ratificación, el Consejo Europeo (los Estados miembros) se ocupará de la cuestión”. Esto es un modo evasivo de aludir a la posible renegociación del texto, lo que demandaría entre cinco y diez años y atrasaría por igual período la puesta a punto competitiva de la UE con sus rivales económicos en Asia y EE.UU.
Por cierto, la UE sigue tan viva esta mañana como lo estaba el viernes por la tarde al cerrar los mercados, pero, en este caso, “viva” (con Alemania y Francia, sus principales economías, que representan el 60 por ciento de su PBI, estancadas) debe leerse como “languideciente”. Paradójicamente, lo que en París festejaron anoche como un triunfo de “la Europa social” va a acelerar su desmantelamiento, porque las compañías (y no sólo las extranjeras) se verán más incentivadas a exportar sus plantas de operaciones al exterior. Pero el peligro más importante a corto plazo es que Italia, cuya economía se encuentra en rojo profundo, entre en default, y sus prestamistas, inseguros de la solidaridad paneuropea después del “non” de hoy, y frente a dos colosos (Alemania y Francia) que hace tiempo han violado sus principios de disciplina fiscal (trepando a más del 3 por ciento sus déficit) entren en pánico.
Pero hay un ganador europeo de la derrota de ayer, y es Gran Bretaña, el país euroescéptico por excelencia –y uno de los que mejor anda en la economía–. El premier Tony Blair, que salió debilitado de las últimas elecciones, se había comprometido a un peligroso referéndum sobre la Constitución para 2006. Con Francia fuera del carro, ahora puede alegar que esta consulta se ha vuelto irrelevante.

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