EL MUNDO
Entre la topadora y la resistencia pacífica en la (casi) evacuada Gaza
La evacuación del último asentamiento –de 21– de Gaza está prevista para hoy. Se estima que habrá violencia cuando esta semana desalojen dos de las cuatro colonias de Cisjordania.
Por Eric Silver *
Desde Jerusalén
Las tropas israelíes –recibidas con neumáticos en llamas, tumbas falsas y gente llorosa rezando– estaban anoche completando la evacuación de seis de los siete asentamientos de la Franja de Gaza que quedaban. El séptimo, Netzarim, aislado en el borde de la ciudad de Gaza, está programado para ser desalojado hoy. Topadoras comenzaron a demoler casas en tres asentamientos, Pe’at Sadeh en el sur y Dugit y Nissanit en el norte.
La jornada pasó sin grandes sobresaltos. Sin embargo, un soldado israelí fue herido en el asentamiento Neve Dekalim, en el sur de Gaza, por disparos palestinos desde la ciudad vecina de Jan Younes, y otro soldado israelí quedó levemente herido luego de chocar con algunos residentes cisjordanos del norte. Cuatro policías y tres manifestantes fueron heridos también luego de confrontaciones en el asentamiento de Kedumim. Allí mismo hubo dos detenciones, que se sumaron a las de los otros dos colonos que fueron detenidos por las fuerzas de seguridad en Sa-Nur.
Anteriormente, el gabinete aprobó la eliminación de cuatro asentamientos de Cisjordania, dos de los cuales ya están vacíos. Las tropas se están preparando para confrontaciones violentas cuando entren a los dos asentamientos que todavía están en pie, Sa-Nur y Hormesh, durante esta semana. Radicales de extrema derecha, que se trasladaron a Sa-Nur para una demostración final, intercambiaron golpes con una guardia de avanzada ayer y les tajearon los neumáticos.
En Gaza, el ejército reportó poca resistencia activa, aunque mucha emoción. Los residentes de los dos asentamientos más militantes, Katif y Atzmona, finalmente se subieron a los colectivos después que los soldados se sumaron en sus servicios de despedida.
A pesar de las demostraciones de desafío, las cintas naranjas y los gritos familiares de “Un judío no expulsa a otro judío” parecen resignados a lo inevitable. Una topadora del ejército tiró abajo el portón cerrado de Katif y se abrió paso entre las gomas, la paja y los tablones de madera en llamas. Un residente, Haim Ben-Arieh, podó por última vez su jardín. “Amo este lugar”, le dijo a un periodista de Associated Press, “y lo voy a cuidar hasta el triste final”. Un lloroso David Hatuel realizó una ceremonia en memoria de su esposa, Tali, y de sus cuatro hijos, dos de ellos de 11 años, que fueron asesinados en una emboscada palestina cuando iban en el auto hacia una protesta antidesconexión en mayo de 2004. La luz de las velas parpadeaba en cinco sillas de plástico que tenían los nombres de las víctimas escritos a mano.
En Atzmona, un joven colono, Yiska Harush, levantó un “cementerio de los opresores” con tumbas de cartón y, entre otros, incluía a Hitler, el emperador romano Titus –que destrozó el templo de Jerusalén en el 70 a. C.– y a Yasser Arafat. Una tumba estaba vacía. El colono se negó a decir para quién era.
Muchas de las 90 familias agrícolas de Atzmona fueron trasladadas desde allí al Sinaí después del acuerdo de paz de 1979 con Egipto. Se fueron ayer a un campamento de tiendas, negándose a hacer cualquier tipo de arreglo como la autoridad establecida para encontrar nuevos hogares y fuentes de ingresos luego de la desconexión. En una dura declaración al comienzo de la reunión de gabinete de ayer, Ariel Sharon, el primer ministro, les pidió que no los utilicen como peones en el juego político de los líderes de los colonos de Cisjordania y Gaza.
Insistiendo con que hay soluciones disponibles para todos, Sharon dijo: “Les pido a los colonos que no hagan caso a la incitación, que no presten atención a los planes para establecer campamentos que proponen aquellos que están preparados para causarle sufrimiento a la gente para poder alcanzar sus planes políticos”. Mientras elogiaba la contención del ejército y la policía, así como la de muchos de los colonos, el primer ministro denunció a los cientos de jóvenes extremistas, principalmente de Cisjordania, que se colaron y atravesaron el cordón policial para reforzar la resistencia de los colonos.
En lo que sonó como el divorcio final con sus antiguos aliados en la campaña de la ocupación, fulminó: “Algunas de las acciones de los infiltrados podrían ser definidas como matonería casi al borde de lo criminal. Esto se refleja no sólo en ellos, sino también en aquellos que los mandan, los incitan y los manejan”. Después de reunirse con Mahmud Abbas, el presidente palestino, en la ciudad de Gaza ayer, David Welch, el asistente de la secretaria de Estado estadounidense, aclamó la desconexión “como una oportunidad importante para avanzar en nuevos pasos hacia un mejor futuro para los israelíes y los palestinos”. Sin embargo, un hombre armado y enmascarado del Hamas, identificado como Abu Obaidah, insistió antes en que no entregarían sus armas. “Esta retirada no significa el fin de nuestra lucha, sino el comienzo”, explicó. Musa Bank Marzouk, un líder político del Hamas, prometió: “Todavía están Cisjordania y Jerusalén. Gaza es sólo una pequeña parte de la Palestina ocupada”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.