Viernes, 21 de abril de 2006 | Hoy
El ministro de Justicia de Brasil, Marcio Thomaz Bastos, negó ser cómplice del ex titular de Economía Antonio Palocci. La oposición busca por este y otros medios el juicio político a Lula.
Para hacer de Lula un nuevo Nixon. La oposición brasileña está convencida de que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, es responsable político de los delitos cometidos en su entorno y de que sobran pruebas para iniciarle un proceso de impeachment (juicio político), similar al que derribó al ex mandatario norteamericano Richard Nixon. En esa estrategia se inscribió el interrogatorio al que fue sometido ayer el ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, sospechado de complicidad con el ex ministro de Economía. Antonio Palocci debió abandonar su cargo el pasado 27 de marzo y actualmente es procesado por el delito de violación del secreto bancario de Francenildo Santos Costa, el testigo que previamente lo había acusado en el Congreso.
Ayer, los líderes de los bloques de diputados del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, centro) y del Partido del Frente Liberal (PFL, derecha) embistieron contra el ministro de Justicia. Para los jefes de la oposición no es creíble que Bastos ignorara el delito cometido por Palocci, siendo que se reunió con éste y que le presentó un abogado criminalista para defenderlo. Ante la Comisión de Constitución y Justicia de Diputados, donde depuso durante unas 8 horas, Bastos reconoció ser “amigo” de Palocci, pero no su cómplice. “Todo lo que hice en el caso de la quiebra del secreto (bancario) del señor Francenildo Santos Costa fue dentro de mis atribuciones estrictas de ministro de Justicia (...). No participé así como no dejé que mis asesores participaran de la quiebra del sigilo (...). No voy a renunciar.”
La sesión transcurrió en relativa calma gracias a una maniobra del gobierno que hizo posible al ministro exponer en una comisión controlada por el oficialismo. Orador afilado y viejo amigo de Lula, Bastos abrió su intervención rememorando sus años de abogado defensor de las garantías democráticas ante los abusos de la dictadura.
En lo inmediato, el Palacio del Planalto logró disipar la amenaza que pendía sobre Bastos, al que la revista Veja y los referentes más hostiles al gobierno comparan con John Mitchell, el ex secretario de Justicia del presidente republicano Nixon que montó una red de espionaje en el cuartel central del Partido Demócrata, lo que derivó en el escándalo de Watergate.
En lo que pareció una respuesta dirigida a la revista, el funcionario negó ser quien trama las operaciones clandestinas en defensa del Planalto, cercado por denuncias de corrupción. “Decir que soy el gran abogado oculto del gobierno es absolutamente falso. No soy el orientador general del gobierno.”
Los hombres de Lula procurarán este respiro para recomponer fuerzas ante inminentes estocadas, todas ellas inspiradas en una sola idea: terminar con los últimos escuderos del mandatario para luego acabar con él, que con 40 puntos sigue a la cabeza de los sondeos de intención de voto para las presidenciales de octubre.
Mientras tanto Lula, apoyado en la poderosa máquina publicitaria oficial, recibió al primer astronauta brasileño que orbitó la Tierra y hoy posiblemente anunciará el autoabastecimiento de petróleo (ver pág. 9). En privado, el mandatario avisó que si la oposición insiste en lo que llamó “golpismo” responderá con un llamado a la movilización popular. Hay riesgo de que la disputa política se traslade a las calles, dice la revista Carta Capital.
La advertencia presidencial es porque sigue vivo el fantasma del impeachment agitado por los sectores más chiítas del PFL, integrado entre otros por el senador bahiano Antonio Carlos Magalhaes y el intendente de Río de Janeiro, César Maia. Senadores opositores estudian la creación de una comisión investigadora con foco en la familia y los amigos de Lula.
El principal candidato presidencial, Geraldo Alckmin, socialdemócrata, no comparte la tesis de sus aliados conservadores sobre impeachment. Diversas razones explican la postura del moderado ex gobernador de San Pablo. Alckmin teme que las hostilidades contra el gobierno puedan volverse en su contra: recientemente tomaron estado público numerosas denuncias sobre hechos de corrupción ocurridos durante su gobierno.
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