Jueves, 3 de mayo de 2007 | Hoy
Tranquilo él, agresiva y temperamental ella, Royal y Sarkozy mostraron sus armas de cara al ballottage del domingo. El debate sirvió para que los candidatos se explayaran sobre todos los temas de la campaña y mostró diferencias, no sólo de temperamento.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Falsamente amable, tenso, muchas veces técnico y por momentos aburrido, el debate entre los dos candidatos a la elección presidencial del próximo domingo, la socialista Ségolène Royal y el conservador Nicolas Sarkozy, mostró dos posturas, dos imágenes distintas y dos maneras dispares de concebir la acción política. Desde que este tipo de espectáculos políticos empezó a organizarse en Francia en 1974, los debates casi nunca cambiaron el curso de una elección. Pero, como el de ayer, sirvieron para traslucir el temperamento y la personalidad de los finalistas.
Después de más de dos horas de discusión, Ségolène Royal y Sarkozy tenían los rasgos marcados por el cansancio. Más preciso que la socialista, Sarkozy afianzó sin dudas su imagen de candidato que sabe de lo que habla. Royal, por su parte, la de una mujer con convicciones, a menudo confusa, repetitiva e imprecisa en sus explicaciones, pero combativa y profundamente impregnada de una intención de cambiar la sociedad con la participación de todos. Royal y Sarkozy protagonizaron un extenso y franco enfrentamiento en todos los órdenes de la acción política: impuestos, jubilaciones, semana laboral de 35 horas, Europa, economía, protección social, política hacia las empresas, funcionamiento del Estado, Constitución, la política de la vivienda. Los equipos de campaña se habían puesto de acuerdo antes sobre los siete temas del debate: Francia, la República, las instituciones, las cuestiones económicas y sociales, la educación, la investigación y el medio ambiente.
Frente a una mujer que pasó numerosas veces a la ofensiva, a menudo con virulencia, Sarkozy le dijo en un momento: “Usted se sale de los límites con mucha facilidad”. Y frente a un Sarkozy que de a ratos se mostró burlón e incurrió en manifiesto cinismo político, Royal dijo: “Hemos alcanzado el summum de la inmoralidad política”. La frase era el comentario a una propuesta de Nicolas Sarkozy tendiente a encontrar un lugar vacante en las escuelas para cada niño minusválido. Ese programa ya existe, lo aplicó la misma Royal, se llama Handiscol y la derecha lo suprimió. Respuesta de Sarkozy: “Señora, hoy hay tres veces más niños minusválidos escolarizados que en su época”. Royal: “Es mentira”. Sarkozy: “No me señale con el dedo. (...) Para ser presidente de la República hay que permanecer tranquilo”. Nicolas Sarkozy le reprochó haber empleado el término de “inmoral”, palabra y pérdida del control que la socialista reconoció como un derecho cuando se dicen cosas poco veraces, a lo cual su rival respondió: “Si se emplean palabras que hieren se divide a los pueblos, cuando es necesario unirlos”. Pelea de gallos galos más que debate entre dos posibles presidentes con una omnipresencia que pudo saturar a más de un telespectador.
Los roles parecían cambiados ayer. Nicolas Sarkozy, que tiene fama de perder el control de sí mismo, se mostró tensamente calmo. Y Ségolène Royal, que siempre es tranquilidad y toda sonrisa, salió como una fiera a conquistar ese 5% de votos que le faltaría para ganar la presidencia. Nicolas Sarkozy abrió el debate con la exposición de principios generales: “Quiero resultados”, “cumpliré con lo que digo”. Royal salió después a la ofensiva abierta evocando la deuda de Francia, la inseguridad, el poder adquisitivo, el aumento de las agresiones desde que Sarkozy asumió el Ministerio de Interior, la “inseguridad social”. “¿Acaso el señor Nicolas Sarkozy asume su balance?” “Sí, señora Royal”. Cada tema tratado dio lugar a lo que en francés se llama une prise de bec, es decir, una disputa agria. La temperatura subió cuando se discutió sobre los empleos en la función pública y, particularmente, las 35 horas semanales de trabajo instauradas por los socialistas en la Legislatura de Lionel Jospin, caballo de batalla de la derecha para denunciar el bloqueo de la creación de puestos de trabajo... pero medida siempre en vigor, incluso después de cinco años de gobierno conservador. En medio del debate, la socialista lanzó su fórmula: “Seré la presidenta de la República de lo que funciona, sin orejeras”. Y Sarkozy, visiblemente sorprendido, le lanzó la suya: “Seré el presidente que hará que funcione lo que no funciona”. Nuevo enfrentamiento, provocado por Sarkozy, a propósito de las jubilaciones y la manera de financiarlas. Royal sacó de la galera un “impuesto sobre las ganancias bursátiles”. Sarkozy exigió precisiones, cifras, que Royal no dio, a lo cual el candidato de la derecha dijo: “Una precisión sobrecogedora”. Y Royal volvió a la carga: “Por lo menos, yo tengo una receta”.
La discusión introdujo algunos errores memorables, como cuando ambos se equivocaron en el número de reactores nucleares. Argumento contra argumento, carácter contra carácter, este esperado debate, el primero que conoce Francia entre un hombre y una mujer en el último peldaño de la carrera presidencial, habrá tal vez reforzado las convicciones de los seguidores de ambos. La única novedad real estuvo en el estilo agresivo de Ségolène Royal.
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